LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

miércoles, 30 de agosto de 2006

Un lector agobiado...



Los libros, mi mujer y yo (Juan Luis Calbarro vía El Bibliómano)

"Añoro el tiempo en que pasaba tardes enteras en las librerías y volvía a casa cargado con un par de bolsas pletóricas de hermosos hallazgos y una congestión descomunal, debida a mi alergia a cierta proteína que se encuentra en el excremento de los ácaros que viven en el polvo que con tanta eficacia acumulan los libros en sus estanterías. Qué tiempos. Hoy, para gran alivio de mis vías respiratorias y debido a mis obligaciones familiares y laborales y a mi mujer, que me tiene casi prohibido comprar libros, aquello se acabó. Gracias a su admirable sentido pragmático de la vida, ella detectó mucho antes que yo el riesgo de que un día tengamos que repartir a los niños entre los vecinos e instalar el dormitorio en el rellano para poder seguir ampliando la biblioteca. Pese a que hace años que me castigo no comprando más que los libros inmediatamente imprescindibles, interesantísimos ejemplares que no tengo tiempo de leer se amontonan sobre mi escritorio y me confirman el acierto de aquella boutade de Gabriel Zaid: si leemos un libro al día nuestra incultura aumenta diariamente diez mil veces más que nuestra cultura, ya que diez mil son los libros que se editan a diario en el mundo y que, por tanto, dejaríamos de leer aun sin cesar de leer… Lleonard Muntaner, que no se cansa de editar bellezas, me pasa sus últimas publicaciones; Tomás, Ulises, Eduardo, Mirta, Vicenç me mandan sus poemarios, sus libros de historia, sus catálogos de exposición... Seguir describiendo el caos de mi despacho me causa apetito y desazón por igual; mejor voy a ponerme a buscar un hueco para colgar una estantería. Ahora que mi mujer no mira."

10 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Precioso artículo, que espero que no lea mi mujer.

Anónimo dijo...

Hay tanto por leer, y es tan dificil elegir...
Es la primera vez (creo) que entro en tu bitácora. Un saludo. Volveré.

Jesús Beades dijo...

Me gustó -no sabía muy bien por qué- enterarme de que Borges poseía, en casa, sólo unos quinientos libros. También es verdad que era bibliotecario, y de altura, y que luego se quedó ciego. Pero también leí que Jaime Gil de Biedma llegó a la resolución de pararse en tres mil volúmenes, y que cada vez que entraba un nuevo libro en su casa, salía otro. Es un ejercicio de depuración, de "esencialidad" que me atrae, por más que sea difícil. Ya he ejercido un poco, tirando al contenedor de reciclaje varios libros malísimos que me envían las diputaciones o simplemente noveluchas o libros píos ñoños. Si tuviera espacio ilimitado, quizá conservara más, pero no siendo así se puede ejercer cierta selección. Pero no dejo de comprar, aún cuando se amontonen. Es como un acto simbólico, con el que nos decimos (nos recordamos): "esto" me interesa.

Enrique Baltanás dijo...

Este tema da para mucho, porque todos lo tenemos (digo, el problema).
Tener sentido práctico, como apunta Mora Fandos, ayuda. Pero tal vez no pueda solucionarlo todo. Hay que hacer selección, sí. Desprenderse de algunos, pero es tan difícil. Hay libros en mi blioteca que sé que no volveré a leer nunca más, pero que forman parte de mi historia personal. Por eso los conservo. Y luego, ¿qué sabemos de cuándo vamos a necesitar un libro, para una consulta puntual?
Últimamente lo que más me ayuda es tener a 5 minutos de casa tres buenas bibliotecas: una pública, una universitaria y otra privada.
Pero, aun así, ¡sigo comprando libros! No tenemos remedio.

pies diminutos dijo...

Lo que más me gusta del mundo es comprar, tener, mirar, tocar, oler, leer, los libros. La tarde que salgo con mi novio a las librerias de la ciudad es la tarde más feliz de la semana para los dos. Es un vicio, no lo voy a negar, un vicio como cualquier otro. Y me da igual que no tener ya ni espacio para el teclado en el escritorio, y seguiré gastando mi beca de universitaria en libros. Es el mejor dinero empleado de mi vida.

Enrique Baltanás dijo...

Gracias, Pies Pequeños, por este entusiasmo contagioso por los libros. Es como cuando a uno le entra hambre viendo comer a otros con apetito.
Esto me recuerda un poema que escribí hace tiempo:
"Las voces que en silencio
dan los libros
y el gozo de los ojos
que nos brindan los libros.
El tacto de los libros.
El olor de los libros.
El gusto por los libros.
Incluso la lectura
de los libros."

Joaquín dijo...

Cuando uno sea capaz de decirse "ars longa, vita brevis" sabiendo lo que se dice, y no por pedantería, será señal de que estamos deslizándonos por la pendiente de la edad. La ventaja es que por premura nos volvemos más selectos.

Saludos desde Sevilla DF

pies diminutos dijo...

Enrique, gracias por el poema, me siento reflejada en él. Los libros, objetos de los sentidos (tacto, olfato, vista, oído, ¿gusto?). Y por supuesto, del sentido común, de la razón, cuando se leen.

Enrique Baltanás dijo...

Me acabas de revelar, Pies Pequeños, un fallo (o falla) en el poema): el gusto está empleado aquí en sentido metafórico. ¡Claro que no nos vamos a comer los libros! Mientras que el resto en sentido literal.
A pesar de ello, no te odio.
Al contrario, tus comentarios (los dos) me parecen frescos, juveniles, constructivos.
Y si me hunden el poema, bien hundido estará.
Lo importante son los libros.

pies diminutos dijo...

¡Pues me alegro mucho, Enrique, de contagiarte tanto optimismo y tanta energía!
La verdad es que no sabía que mis comentarios dejaban traslucir tanto de mí...
Ahora ya sabes que, aparte de los pies pequeños, tengo una sonrisa en la cara la mayor parte del día.

Y perdón por la deconstrucción de tu diminuto poema... sigue siendo una loa fabulosa a los libros!

Un abrazo!