viernes, 14 de agosto de 2009

La operación de leer (3 de 3)

Y es que la operación de leer exige siempre que el lector salga de sí mismo, que se aleje de sus certezas dogmáticas, de sus apriorismos y estrecheces y, abierto y humilde, se abra a la obra como la obra, libro abierto, se abre para él. No renuncia el lector, no debe renunciar, a sus convicciones o a sus gustos. Lo que debe es ponerlos en suspenso, es decir, escuchar silenciosamente, y con atención, lo que el libro le dice. Luego le tocará su turno para asentir o disentir, y en todo o en parte.

Pero, de todos los tipos de lectura que puedan describirse, no es la del crítico la que más me interesa, sino la del lector silencioso y anónimo. Ése que ha ido leyendo libros desde su infancia y adolescencia, a través de sus años maduros, y que se ha dejado herir por su belleza, contagiarse por su sabiduría o… inflarse con sus vanidades, locuras y disparates. Ese lector cuyo mejor retrato, acaso, será su biblioteca. Ese lector silencioso que sólo comenta los libros con sus amigos o con su novio. (Y digo novio porque lector lo he usado siempre no en sentido de masculino estricto sino de masculino genérico, o sea que, como aquí, puede ser también lectora y tener novio).

Ese lector, o lectora, ¿ha leído siempre los mismos libros, quiero decir, de parecido linaje y pelaje? ¿O han ido cambiando sus gustos con el tiempo? ¿Habrá aprendido algo, no habrá aprendido nada? ¿Cómo le han influido esos libros en su vida, y en qué? ¿Y cómo se fueron mezclando, en la probeta de su alma, esas lecturas? ¿Qué nuevo y extraño mejunje habrán destilado
? La operación de leer tiene aspectos mecánicos, rigores metódicos, parámetros observables, pero tiene también un misterio que nunca desvelaremos.

[Nota bibliográfica: artículo aparecido en El mirador de los vientos, núm. 3, 2008; hace poco me comunica su director, José Luna Borge, que la revista deja de publicarse por dificultades crematísticas; otro caído más, supongo, de la crisis económica. Habrá brotes verdes, yo no lo niego, pero también hay hojas, y hasta árboles, que caen. Pues que sirva de homenaje al caído.]

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