Esas llaves sueltas que todos guardamos en alguna cajita, sin saber qué cerraduras abren, o cierran... ¿para qué las guardamos? ¿Qué secretas esperanzas albergamos de que, no sé, algún día esa llave encuentre su cerradura....?
(Nota bene: Queda prohibida toda vulgar interpretación freudiana de la presente entrada.)
Tienes un bonito poema ahí, Enrique. Y Freud, que se fastidie.
ResponderEliminarGracias, José Manuel. Saludos.
ResponderEliminarUna entrada preciosa, muy-muy hermosa.
ResponderEliminarLo que no entiendo es lo de Freud, me lo puede explicar, por favor,
gracias.
Ya sé, desde luego...
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