LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

lunes, 4 de junio de 2018

DE NOBEL A NOBEL: ELÍAS CANETTI FRENTE A T. S. ELIOT

Durante su larga estancia en Inglaterra, desde 1938 a 1988, con algunas breves interrupciones, Elías Canetti (o Cañete, pues era sefardí) conoció a numerosas personalidades de la vida intelectual y artística británica. De todas ellas (y van desde Bertrand Russell a Margaret Thacher), el más denostado, sin paliativos, es el universalmente aplaudido Thomas Stearns Eliot.
Hasta ahora creía ser yo el único y casi el primero en despreciar la obra poética, dramática y ensayística de Eliot por insustancial, ininteligible y banal. Pero leyendo Fiesta bajo las bombas (Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2005), el último y póstumo libro de su autobiografía, donde nos ofrece sus impresiones inglesas, reparo en que ni mucho menos soy yo ni el primero ni el último en arremeter contra Eliot. Ya Canetti, premio Nobel en 1981, se había enfrentado con toda crudeza a T. S. Eliot, premio Nobel 1948. Véanse algunas muestras:

"Fui testigo de la fama de Eliot. ¿Alguna vez nos avergonzaremos lo suficiente de ella? Un americano trae de París a un francés (Laforgue) que desaparece siendo todavía joven, le inocula su poco gusto por la vida; inconcebiblemente, vive como empleado de banco mientras evalúa todo lo anterior, empequeñece lo que siempre posee más aliento que él; se deja obsequiar por un compatriota despilfarrador, que tiene la grandeza y la tensión de un loco [se refiere a Ezra Pound], y presenta el resultado: su impotencia, que transmite a todo el país; se rinde a cualquier orden que sea suficientemente antiguo, intenta suprimir todo impulso, un libertino de la nada, continuador de Hegel, profanador de Dante (¿en qué región del infierno lo hubiera encerrado?), de labios finos, de corazón frío, prematuramente viejo, tan indigno de Blake como de Goethe y como de toda lava, enfriado antes  (de haberse calentado, ni gato ni pájaro ni sapo, más bien topo, obediente a Dios, enviado a Inglaterra (como si yo hubiera vuelto a España), con puntas crítica en lugar de dientes, torturado por una mujer ninfómana -su única disculpa-, tan torturado que hubiera comprendido mi libro Auto de fe se si hubiera atrevido a acercarse a él, un Tom caballeroso en Bloomsbury, aceptado e invitado por la noble Virginia, habiendo escapado a todos los que, con razón, le habían reprendido, y por fin distinguido con un premio que no recibieron ni Virginia, ni Pound, ni Dylan, ni nadie entre los que lo hubieran merecido, a excepción de Yeats."
Pero es que hay más:

"La soberbia de T. S. Eliot, por así decirlo, como conquista de un americano que vuelve a la madre patria después de generaciones. Sería muy difícil describir cómo era de verdad: profundamente malo. No basta recordar su descarado juicio sobre Goethe y su juicio inhumano-antipoético sobre Blake. Ahí está su obra cicatera y mínima (todas las pequeñas escupideras del fracaso), el poeta del empobrecimiento de los sentimientos inglés y moderno,  que se puso de moda gracias a él. Esa jerarquía que (siguiendo a Dante) introdujo en la crítica literaria para encontrar un alto lugar para sus obras. Lo consiguió tan bien, que en su vejez se pudo permitir esas impotentes piezas de teatro que se tomaron en serio no sólo en Alemania."
Y aun hay más. Pero no quiero cansar al lector. Yo, por mi parte, toda exégesis eludo. Creo que no hace ninguna falta.