LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

jueves, 21 de julio de 2016

LOS SUCESOS DE JULIO DEL 36 EN ALCALÁ DE GUADAIRA (Y 2)

Pero analicemos, después de haber descrito la cronología de esos hechos, algunos puntos, aún controvertidos, de esos sucesos de julio de 1936 algo más detenidamente.

 El asesinato de Alcalá y Henke
Por ejemplo, el asesinato de D. Agustín Alcalá por parte de unos pistoleros cuya identidad no se ha llegado a saber nunca. Existe la sospecha de que estos pistoleros no fueran más que unos mercenarios. ¿Pero quiénes fueron los autores intelectuales del crimen?
Una foto posiblemente inédita de Agustín Alcalá (centro) con Fernando Bocanegra (dcha.) y Joaquín García (izda.) en una playa de Sanlúcar de Barrameda en los felices 20, muy lejos de sospechar lo que sería su trágico destino años más tarde. Obsérvese, por cierto, la indumentaria tan playera que lucen los tres.
Según Javier Jiménez, la muerte de Alcalá y Henke no cabe atribuírsela al campo de la izquierda, sino más bien al de la derecha. Según sugiere este historiador, habría sido Pedro Gutiérrez Calderón el verdadero inductor a causa de la «gran rivalidad» existente entre ambos por la «competencia económica, pues los dos se dedicaban al aderezo de aceitunas», a las «críticas que don Agustín formuló contra el endeudamiento municipal» cuando don Pedro fue Alcalde con Primo de Rivera, y finalmente, «habría de ser la postura dialogante que mantuvo siempre el primero hacia las reivindicaciones obreras durante la Segunda República la causa principal del odio que el alcalde primorriverista sentía hacia su adversario.»
Y abundando en esta tesis añade Jiménez:
«Durante la guerra civil se instrumentalizaría políticamente la muerte de Agustín Alcalá, imputándosela a los 'rojos'. Sin embargo, no parece probable que el miembro más comprensivo de la patronal fuese asesinado por unos exaltados de extrema izquierda. Es posible que el móvil no tuviese un carácter político sino que se tratase de alguna venganza.»
Esta tesis es tan retorcida y truculenta, y al mismo tiempo tan ingenua («que el miembro más comprensivo de la patronal fuese asesinado por unos exaltados de extrema izquierda» es perfectamente posible), que se cae por su propio peso. Sin contar con que no aduce ni una sola prueba en su favor.
Más cierto parece que la primera víctima elegida fuera el propio don Pedro «quien días antes -afirma V. Romero- tuvo conocimiento a través del tonelero Luis Monje de estar acordada su muerte, y huyó a Portugal.» Por cierto que Pedro Gutiérrez ya sufrió su propio «entierro» en vida en febrero de 1930, cuando la «Dictablanda» del general Berenguer. Esta vez la cosa iba en serio. Pero huidos Manuel Beca y Pedro Gutiérrez (V. Romero dice que el primero a Sevilla y el segundo a Portugal; J. Jiménez, al contrario), el único gran empresario que quedó en la ciudad fue don Agustín, quien, por lo demás no carecía de significación política pues recordemos que en las elecciones del 12 de abril de 1931 había obtenido mayoría absoluta para su partido. Cierto que esa Corporación ni siquiera pudo llegar a tomar posesión, pues una muy democrática «Junta ciudadana Provisional», constituida exclusivamente por republicanos, se apoderó del poder municipal, haciendo tabla rasa de todo lo anterior, empezando, como es costumbre, por el callejero.
A estas alturas pueden caber pocas dudas de que la muerte de Alcalá y Henke se fraguó en el seno del Ayuntamiento por miembros del Comité Revolucionario: basta consultar el capítulo «Concejales republicanos», y especialmente el apartado titulado «Luis García Rodríguez (y el asesinato de Agustín Alcalá y Henke)», del libro de F. J. Montero Gómez. Es verdad que los testigos son todos de derechas (excepto el concejal José Salazar Muñoz) y que por razones obvias ninguno pudo ser testigo presencial de la conspiración, por lo que declaran de oídas y por referencias. Pero el que todos los testimonios (tomados por diferentes agentes de la autoridad y en procedimientos distintos) fueran esencialmente coincidentes y el dicho cierto de que «en un pueblo todo se sabe» confirman esta teoría.

La inexplicada muerte de Miguel Ángel Troncoso
Sin embargo, hay una misteriosa muerte no aclarada: la de Miguel Ángel Troncoso, a la sazón jefe de la policía municipal desde febrero del 36, en sustitución de José Cano Guerra, destituido por las mismas fechas. Según declaró su hijo mayor (que contaba 13 años entonces) a F. J.Montero, cuando Castejón «llegó con su tropa al Ayuntamiento, tuvo con mi padre una conversación que algunos observadores, personas que permanecían detenidas en el patio de la planta baja del propio Ayuntamiento, consideraron amigable. Si embargo, poco después, 'el valeroso comandante', en la planta alta y en la misma sala del alcalde asesinó a mi padre y lo desposeyó de todas sus pertenencias: el dinero que llevaba encima el reloj de pulsera, etc.» ¿Es creíble esta versión? Como él no pudo ser testigo presencial, ha debido de oírla de otros, que no cita por sus nombres. Pero si estos estaban en la planta baja, cómo pudieron saber lo que pasó en la alta. ¿Fue el propio Castejón quien disparó sobre Troncoso a sangre fría, y aparentemente sin venir a cuento? ¿Es creíble que un oficial de carrera robe a la víctima sus pertenencias?
Muy diferente es la versión que ofrece V. Romero: «El Alcalde y el Comité Revolucionario habían huido previamente, dejando al frente del edificio a Miguel Ángel Troncoso, Jefe de la Policía Municipal, que tenía el propósito de entregarlo. En el despacho del Alcalde, hay un tiroteo y muere el Jefe de la Policía. Queda una bala incrustada en el techo. Los atacantes se hacen del edificio, encontrándolo saqueado y revuelto, y sólo petardos, espoletas y mechas.» Y aquí surgen más preguntas: ¿cómo sabemos que el Jefe de la Policía tenía el propósito de entregarlo? ¿Bajo algunas condiciones? ¿Iba armado o desarmado? Parece que para estos interrogantes ya no encontraremos nunca las respuestas.
Muchas cosas, y casos, nos dejamos en el tintero por no alargar este artículo.
Pero no creo inútil recordar estos sucesos, de hace ahora 80 años, para saber por qué pendientes no deberíamos deslizarnos nunca más los españoles, toda vez que ya sabemos que conducen a abismos fratricidas. Habla, Historia, habla.



martes, 19 de julio de 2016

AYER Y HOY


El entusiasmo es fácil, enardecidos por la lucha, cuando defendemos nuestra vida y nuestros hogares. En la quietud de la paz, ya es más difícil. ¡En pie de guerra siempre! ¡Malditos los que olvidan! ¡Ay de nosotros si dejamos perder lo que hemos ganado! No basta con haber sido heroicos frente a la muerte; hay que ser heroicos frente a la vida. No bastar con saber morir. ¡Hay que saber resucitar!

Jacinto Benavente, Aves y pájaros (estrenada en el Teatro de la Comedia la noche del 25 de octubre de 1940)

miércoles, 13 de julio de 2016

LOS SUCESOS DE JULIO DEL 36 EN ALCALÁ DE GUADAIRA (1)

A la memoria de mi hermano Rafael,
con quien ya no podré contrastar este artículo

Se cumplen en este 2016 ochenta años de aquellos aciagos acontecimientos que tuvieron lugar en Alcalá, como en toda España, en julio de 1936. Acontecimientos que debieran ya ser sólo materia de estudio sereno por parte de historiadores, una vez cerradas y cicatrizadas las heridas, y muertos tiempo ha los que los protagonizaron, si no fuera porque la promulgación, por razones electorales, de la Ley de Memoria Histórica (2007) por parte de uno de los más irresponsables gobernantes que ha tenido España no hubiera pretendido abrir divisiones entre los españoles hace tiempo superadas.
En lo que sigue, y ciñéndonos a los sucesos de Alcalá, sólo pretendemos establecer un status quaestionis, así como delimitar las lagunas o incógnitas que todavía subsisten. La bibliografía existente se reduce a tres libros: el de Vicente Romero Muñoz, Alcalá de Guadaíra. Julio de 1936 (2009), las aportaciones de Javier Jiménez en Permanencias y cambios en la Baja Andalucía. Alcalá de Guadaíra en los siglos XIX y XX (1995, pp. 309-461) y, por último, Alcalá de Guadaíra, 21 de julio de 1936: Historias de una venganza (2007), de Félix Juan Montero.
El primero está escrito desde una perspectiva declaradamente religiosa («Me quedo con algunos secretos. Este libro no servirá para reemprender polémicas, iría contra mi ideal de cristiano...»), lo que quizás iría contra ese ideal, pero no contra lo que esperamos de la labor de un historiador. Con todo, y a pesar de los secretos que dice reservarse, constituye un testimonio imprescindible, por ser su autor coetáneo de los hechos narrados.
Por su parte, Javier Jiménez parece escribir desde una perspectiva «politically correct», más inclinado a compartir las tesis de un Paul Preston que las de un Stanley G. Payne, para entendernos, lo que no obsta para que sea el estudio más documentado y completo hasta la fecha (con matices, eso sí, con muchos matices).
El mito de la venganza
Por último, el libro de F. J. Montero, consecuencia de la mentada Ley de Memoria histórica, sostiene la tesis de que «lo que ocurrió en Alcalá a partir de la tarde del 21 de julio de 1936 fue un escarmiento despiadado y sin misericordia; una venganza programada y dirigida» porque, lógicamente, las víctimas de aquella «venganza programada» «sólo eran personas comprometidas en mejorar la vida de su pueblo desde las instituciones legítimamente establecidas», al decir de los ilustres prologuistas del libro, Antonio Gutiérrez Limones y Fernando Rodríguez Villalobos (o sea, que no hubo previamente violencias, ni incendios, ni saqueos, ni destrucción del patrimonio, ni asaltos a casas particulares, ni alteraciones del orden público, ni intimidaciones, ni detenciones ilegales, ni desacato a las propias leyes republicanas, ni resistencia a la autoridad...).
Lo curioso es que la propia tesis del libro queda desmentida en su propio texto: no sólo la represión en Alcalá fue menor que en otros pueblos, sino que, pasados los primeros meses de muertes por simple aplicación del Bando de Guerra, muy pronto los procesos se encauzaron a través de la justicia militar, con acusación, deposición de los propios acusados, abogado defensor, testigos, pruebas y testimonios. Algunos salieron absueltos; otros, condenados a penas severísimas, que pronto se reducían a penas menores y que les permitieron salir libres más pronto que tarde. Un caso que puede servir de botón de muestra es el del apodado el Chele, uno de los agitadores más destacados en las jornadas de la orgía roja. Huyó y pasó toda la guerra en el bando republicano, donde quedó ciego por la explosión de una granada. Los testimonios en su contra fueron abrumadores: «durante los días de dominio rojo se distinguió en la persecución y detención de personas de orden, fue uno de los principales directores de los saqueos e incendios de las casas particulares e iglesias de la población, así como Jefe de los servicios que montaron los rojos, colocando alambradas para resistir la entrada de las tropas nacionales; intentó prender fuego al depósito municipal donde se encontraban detenidos los elementos de derecha; y por último huyó de Alcalá cuando el día 21 de julio de 1936 entraron las referidas tropas.» Alguno de los testimonios llegaba a relacionarlo con el asesinato de Agustín Alcalá.
Cuando fue juzgado el 25 de septiembre de 1939, el fiscal pidió para él la pena de reclusión perpetua, mientras que el defensor, que hizo notar la ceguera que sufría (que «ya es bastante castigo», llegó a decir), solicitó una pena de seis meses y un día , y esta fue la pena que finalmente le fue impuesta por el tribunal. El Chele salió en libertad el 30 de octubre de 1940. A pesar de haber luchado en el bando republicano, le dieron permiso, gracias a una recomendación, para ser vendedor de la ONCE y así ganarse la vida. Murió en su casa, sin que nadie le molestara, a los 75 años.

En realidad, Javier Jiménez explica la relativamente escasa dureza de la represión (90 fusilados frente a los 415 de El Arahal, por ejemplo) por tres factores:
    - la huida de muchos de los rojos más activos a la zona republicana.
    -la escasa resistencia ofrecida por los partidarios del Frente Popular apostados en la carretera de Sevilla, puestos en fuga prácticamente al primer cañonazo.
    -la inexistencia, sobre todo, de víctimas de derechas durante los días del Comité Revolucionario, pues como se sabe, y a pesar de varios intentos, finalmente no se metió fuego a la cárcel en que estos se encontraban detenidos, como ocurrió en otros pueblos.
La secuencia de los hechos puede resumirse así: a) 17 de julio, asesinato de don Agustín Alcalá y Henke, b) 18 de julio, constitución de un Comité Revolucionario, con plenos poderes autootorgados, integrado por miembros del Frente popular y también anarquistas; se organiza una «milicia popular», c) 19 y 20 de julio: La noche del 19 se queman Iglesias, conventos y casas de patronos; previo encarcelamiento de 38 personas significadas de la «derecha». Desde la estación del Adufe se corta el suministro de agua a la capital, que tampoco recibe el pan de Alcalá. Esa misma noche se vigilan los accesos a la ciudad por unos 40-50 milicianos. d) Día 21, al atardecer del día 21 de julio la columna de Castejón llega a Alcalá, sitia el ayuntamiento y tras un tiroteo, la mayoría del Comité logra huir.
Continuará

(Publicado en el núm. 433 de La Voz de Alcala, correspondiente al periodo del 1 al 14 de julio de 2016,  p. 16. La segunda y última parte del artículo aparecerá en el próximo núm., el del 15 al 31 de julio. Desgraciadamente este quincenario no tiene versión digital)

jueves, 7 de julio de 2016

DÍAS DE INVIERNO EN VERANO

En estos días de la feroz canícula, sobre todo aquí, en el valle del Guadalquivir, donde escribo, apetece leer un libro como este, Unos días de invierno, que de la mano de Renacimiento, nos ofrece Antonio Moreno, un poeta seguro y cierto, sin trampa ni cartón (y por tanto, sin relumbrón mediático).
No son más que anotaciones breves, en forma de haiku,  que nos llevan de lo concreto a lo abstracto, de lo particular a lo universal, del hecho al símbolo, con una potente capacidad de sugerencia:

La piedra al agua.
Crecen aún los círculos
desde la infancia.

Se nos dice, para sugerir el poder evocador de la memoria, ese misterioso territorio en que el pasado no ha pasado todavía. O como se llega a esa edad en la que el tiempo nos da alcance:

Estoy más solo,
padre, cumplo los años
que tú viviste.

Otras veces el haiku toma la pariencia de una fotografía:

En el cristal,
la oscuridad del puerto,
tú y yo, la lámpara.

Otras, de apunte paisajístico o de leve observación al paso:

Verdes tallitos
germinan en la bosta
de la dehesa.

Apuntes no siempre tan inocentes, que valen por una declaración de principios:

Contemplo el cielo,
y no hay ideas ni números,
ni letra alguna.
 
 Sí, en estos días del largo verano, estos Días de invierno nos proporcionan un buen rato de felicidad.

AVISOS VARIOS

* En este plan, en vez de Al margen de los días, va a tener que cambiarse de título: Al margen de los años. O también De higos a brevas.

* De ahora en adelante, se suprime la posibilidad de comentar. Lo siento mucho, porque era dar voz y capacidad de respuesta al lector, pero me obliga la cantidad de mensajes piratas y/o publicitarios que recibo. El blog se empobrece, desde luego, pero necesidad obliga.

* Anuncio, para pronto, un cambio o remozamiento del blog. Será, espero, la ocasión de su relanzamiento. 

* Ah, y hoy es San Fermín (no sé si lo sabían).