La mayoría de la gente se muestra convencida de que tiene ideas, cuando, en realidad, sólo tiene creencias. No es nada extraño. La fe nos resulta indispensable. El edificio en el que ahora estoy, y en cuya biblioteca leo y escribo, data del siglo XVII. ¿Cómo sé que tan vetusta fábrica, aunque haya sido restaurada varias veces, no se va a venir abajo inesperadamente? ¿Cómo sé que el suelo no se hundirá bajo mis pies o la techumbre no se desplomará sobre mi cabeza? No he visto los planos, desconozco el nombre del arquitecto, la fecha de su restauración, no sé si los papeles están en regla o si el mantenimiento es el adecuado. Sencillamente, confío: creo. No ciegamente, claro está, sino a través de indicios y suposiciones (que no he comprobado): confío en las autoridades administrativas de las que el edificio depende, supongo que los técnicos (cuyos nombres, aunque los conociera, no me sonarían de nada) serán competentes y honrados, que la estadística (que no he calculado, sólo a ojo de buen cubero) indica que estos casos son muy poco frecuentes, y que es más fácil que se agriete o se arruine una vivienda de protección oficial de hace veinte años que un edificio catalogado del siglo XVII. En definitiva, estar aquí y ahora leyendo y escribiendo, bajo estas bóvedas, es ya en sí un acto de fe.
Pero este ejemplo banal de la vida cotidiana revela el mecanismo que aplicamos en otras esferas: nuestra concepción del mundo y de la sociedad, el sentido que damos a nuestra propia vida. La gente ha oído hablar del big-bang, de la evolución de las especies, del cambio climático, del teísmo y del ateísmo... Pero, ¿quién puede pararse a comprobarlo todo, y a comprobarlo por sí mismo? Si quisiera poner en claro si el origen del Universo está probadamente en ese famoso bing-bang, o si es sólo por el momento una hipótesis científica, o qué consecuencias tendría en una nueva cosmología... se vería obligado a consultar varios libros cuyo entendimiento no está al alcance de cualquiera, incluso si esos libros son de mera divulgación. No digamos si se enfrenta al calentamiento global, que unos afirman rotundamente y otros niegan con no menor convicción. O las diversas teorías sobre evolucionismo... Todo es muy complejo.
5 comentarios:
Excelente
Y tanto querido Enrique, y tanto.
Te felicito por la entrada.
Un abrazo.
Muy bien expuesto, sigue, sigue...
Un buen discurso en la órbita del relativismo posmoderno y que tanto recuerda a los de Fray Gerundio de Campazas empezando por el campanudo título de epistemología. No entiendo la manía de cierta gente de letras de hacer ostentación de su ignorancia. Estas disquisiciones de barra de bar suelen justificarse por el alcohol y pasado el momento todo el mundo se avergüenza de ellas; pero ¿escribirlas? ¿no teme que le quiten la plaza?
Lo que dices es muy cierto, y pones el dedo en la llaga. Me gustaría hacer algunas matizaciones al respecto. El concepto de fe es amplio, y está muy relacionado con la razón, los conocimientos disponibles y la experiencia. Va desde la fe ciega hasta la práctica certeza. Tenemos fe en que si soltamos un objeto caiga hacia arriba, y no hacia abajo, y también tenemos fe en que el hombre llegó a la luna, aunque esto no lo sabemos por experiencia propia. Desde luego, es imposible probarlo todo, pero confiamos en las conclusiones de los científicos sobre muchas materias, aunque bien pudieran estar equivocados. El avance en el conocimiento hace que la fe sea menos ciega, y tenga más probabilidades de acercarse a la verdad, si es que ésta existe en absoluto. por otro lado, también es un acto de fe para mí la creencia en la validez de lo que acabo de exponer, y así se va elevando la fe a una potencia infinita. Si la reducimos a una cifra entre cero y uno, siendo el uno la certeza inalcanzable, aunque la fe fuera de 0,9999999 (por ejemplo, la piedra que cae hacia abajo, y no hacia arriba), el mecanismo de encadenamiento infinito la reduciría en última instancia a un valor de cero (fe ciega).
Bueno, al final creo que se me ha ido la olla, pero el principio no es tan descabellado.
Un abrazo.
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