Una ventana abierta al campo es siempre un cuadro que está por pintar.
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En la oscuridad de la noche, las ventanas, apagadas, se cuentan sus secretos.
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Abrimos ventanas al mundo cuando miramos por dentro los secretos de un alma.
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La moza ventanera de ayer se pasea hoy sobre sus tacones de aguja en la disco.
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Tememos a veces que al abrir una puerta nos encontremos con Nada.
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El sol que se asoma por la ventana derrama sobre nosotros, como un breve don, su lluvia de oro.
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Desde aquellas finiestras del Cantar de Mío Cid hasta hoy, mucho han cambiado las ventanas, muy poco los que por ella se asoman.
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Cuando en sueños abrimos una puerta, entramos en otro sueño.
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Las puertas giratorias parecen invitarnos a no pasar, a seguir dando vueltas, vueltas, vueltas...
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De la puerta del ascensor siempre esperamos que salga una sorpresa, pero siempre sale lo de costumbre.
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¿Y cómo vería yo el mundo si siempre lo viera desde una ventana gótica?
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Los muertos están muertos de sueño eterno.
3 comentarios:
Ay, las mozas ventaneras.
Me gustan esas ventanas que secretean a oscuras. Y el de las finiestras.
En cuanto a la ventana gótica, supongo que el mundo lo verías igual, pero a ti se te vería regio.
Muy bueno el último (siete, cuatro ¿y...?).
Dos.
Me encanta eso de que las ventanas se cuenten sus secretos en la oscuridad, como mis padres cuando se acuestan. Gracias por tu poesìa y por tu obra. Un abrazo
Sara M.
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