Cuando el nombre de Guiomar aparezca por primera vez en la poesía de Antonio Machado (en las Poesías Completas de 1933), nadie parecera prestarle demasiada atención. Más tarde, con la guerra civil, menos aun. Tendremos que llegar a 1950 para que se publique el libro de Concha Espina, De Antonio Machado a su grande y secreto amor, que levanta la primera pista, pero sin desvelar aún la persona real que se esconde en la Guiomar de los versos. No obstante, ya era suficiente para iniciar una polémica en la que no han dejado de participar casi todos los estudiosos machadianos.
Unos para negar la identificación de Pilar Valderrama con Guiomar (que pasaría, así, a ser uno más de los apócrifos machadianos), otros para discutir la naturaleza de ese amor entre doña Pilar y don Antonio ("amor blanco", como propone Justina Ruiz Conde; amor total, como sugiere Tuñón de Lara), y los más para denostar la persona de Pilar de Valderrama, a la que se acusa de oportunista y de haberse aprovechado de la fama del poeta para medrar en su propia carrera literaria.
De todo ello ha venido a resultar la preterición de la obra literaria de la escritora, a la que infaltablemente se la califica de "poeta mala".
Por eso hay que saludar la publicación de un libro que viene a poner las cosas en su sitio, a intentarlo al meno, vindicando a la persona de Pilar Valderrama y defendiendo la nobleza de su relación con Machado. Este libro es Guiomar, el rescate de una diosa, publicado por sus propios autores, José María Luque Moreno y María Dolores Ramírez Ponferrada, en la ciudad de Montilla (Córdoba). Que sea este un libro "pueblerino" (sin el amparo de ningún sello editorial de prestigio) no quiere decir que ningún estudioso de Machado (o de Valderrama) pueda permitirse el lujo de ignorarlo.
Pero, en definitiva, ¿por qué esta persistente inquina hacia Pilar Valderrama? Digámoslo ya: porque no encaja que un poeta supuestamente agnótico, progresista y republicano se haya podido enamorar de una mujer (también supuestamente) ultraortodoxa católica y políticamente conservadora. "No encaja, no puede encajar, han dictaminado estos machadianos, así que, por tanto, no existió, porque sencillamente era imposible que existiera."
Los que tal cosa afirman parecen olvidar algo que, sin embargo, cualquiera sabe por propia o ajena experiencia: que el amor no conoce fronteras, ni sociales, ni familiares, ni raciales, ni... no, tampoco ideológicas o políticas. Sin contar con la caricatura que se ha dibujado de los dos personajes, porque ni la Valderrama era la fanática católica que nos han pintado ni Machado el fervoroso frentepopulista que tan interesadamente difunden algunos.
"Después de leer este libro -escriben los autores en la Introducción- nadie podrá decir que Pilar era arribista, ni ignorante, ni que oscureció la figura gigantesca de Machado." Y es verdad.
2 comentarios:
Sí que es un tema bien interesante ese del amor y las fronteras.
Lo curioso es que hay muchas fronteras que sólo parecen abolibles en una dirección. Por ejemplo, es muy frecuente el enamoramiento entre izquierdosos y ultraconservadoras. La mujer conservadora y creyente, parece que tiene morbo para el rojo y el ateo, como que le atrae. Quizá porque lo considera un reto, una conquista difícil, no lo sé. Y viceversa, con tal de que él no se dedique a ridiculizarla y meterle el dedo en el ojo, tampoco hay mayor problema.
Pero piensa cuántos casos conoces de hombres conservadores y creyentes enamorados de progresistas y ateas. Alguno habrá, claro, pero más bien en plan pasión fatal (que esa es otra, que hay amores y amores y a ver de cuál hablamos). El viceversa sin embargo, la mujer progre y descreída enamorada del ortodoxo conservador, sí que lo veo más posible. Aunque el caso de la feminista es más peliagudo...
Lo que parece claro es que, en el caso de Valderrama y Machado, como dices y pese a los clichés, ni tanto la una ni tan calvo el otro. Pobrecillos, una historia truncada y, por si fuera poco, manipulada y ninguneada. Qué lástima.
No pienso yo que lo que dice Cristina sea demasiado generalizable. Personalmente, mis historias sentimentales más importantes, siendo yo más o menos (aunque no me gustan esas generalizaciones) "izquierdoso" y agnóstico (no "ateo", palabra a la que encuentro un timbre de militancia que no va conmigo), han ocurrido con mujeres creyentes y no creyentes, conservadoras, "izquierdosas" o indiferentes en la materia. Es la persona, no las ideas, y menos aún las ideologías, lo que me atrae. Y pienso que así es en la mayoría de los casos; o, al menos, que así debiera ser.
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