De niño me extrañaba la denominación "libros de texto". ¿Acaso los demás libros carecían de texto? Luego supe que se trataba en realidad de una abreviatura o elipsis de la paráfrasis "libro de texto oficial". Algo sobre lo que siempre se ha debatido mucho, por lo menos del siglo XIX para acá. ¿Debe haberlos? ¿Quién lo impone? ¿Con qué limitaciones y cortapisas?
Hoy el debate parece centrarse sobre el precio, fijo o libre, con descuentos o sin ellos. Sobre la gratuidad de los mismos, que los políticos -esos Reyes Magos que trabajan todo el año- ofrecen en su continua puja por el quién da más. Pero las familias siguen pagando cada mes de septiembre una bonita suma por los libros de los niños.
Los libros cambian casi cada año, porque casi cada año sale una nueva ley de educación que anula o contradice a la anterior. Además, como las editoriales se ven obligadas a sacar un libro distinto en cada autonomía, los precios se disparan porque los costes aumentan y además no da tiempo a amortizarlos.
Otra cosa es que esos libros luego no se utilizan sino, como mucho, al cincuenta por ciento. Porque los programas oficiales son ambiciosos, omnicomprensivos, enciclopédicos, casi utópicos. Y claro, el programa nunca se termina, porque la realidad, la triste realidad del aula, otro día nos referiremos a ella, no lo permite.
Yo estudié la primaria con la benemérita Enciclopedia Álvarez. Allí estaba todo: la geografía, la historia, la lengua, las matemáticas... Y no duraba un curso, sino varios. No era libro de usar y tirar, la prueba está en que todavía se reedita, con gran alborozo de carrozones y nostágicos.
Pero ahora una misma asignatura, pongamos por ejemplo, la de lengua y literatura española, requiere un libro cada curso. Cuatro libros, cuatro, para cada uno de los cursos de la ESO. Más dos más si el alumno cursa los dos cursos del bachillerato. A uno esto le parece un disparate, pero otros más gordos se ven todos los días y no pasa nada.
Y otro disparate: en el libro de texto actual lo que prima es el diseño, las ilustraciones, las fotografías a todo color... Algunos son mareantes para la vista, tan llenos de cuadrículas, sobrestampados, tramas, cambios continuos de color en la letra... En los libros de texto actuales lo que menos hay es ...texto. Y no digo yo que la ilustración y la fotografía no sean necesarias, pero en todo existe una medida, y tan malo es no llegar como pasarse.
El libro de texto, el manual, es un valioso y hasta indispensable auxiliar del estudiante. Siempre he dicho que el peor manual es cien veces mejor que los mejores apuntes. Pero siempre que se trate de un manual, no de bazofia comercial para hacer el paripé y sangrar el bolsillo de las familias.
Habría que repensar el concepto de libro de texto. El concepto y las formas. Pero, ¿a quién le interesa este prosaico asunto? Hablemos de cambiar los estatutos, de inventar nuevas naciones, de romper la caja única, de dislocar los huesos de la pobre España. Incluso de facer otra nueva ley de educación. Es mucho más divertido.
1 comentario:
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