2.- Resulta, en apariencia, algo sorprendente que el núcleo del relato se articule, y de manera insistente a lo largo de todo el relato, en torno a una apología del poder militar. Es esta la cualidad que más resalta de la personalidad de Miaja: el ser un soldado, un buen soldado, y nada más que un soldado. Muy revelador es el encontronazo de Miaja con Cipriano Mera, que vuelve del frente para denunciar supuestas traiciones por parte de los militares:
-¡Vamos a la lucha vendidos! -insiste el anarquista. Y con frases entrecortadas, que le salen a borbotones empujadas por la ira, expone una vez más la eterna sospecha anarquista de que los jefes y oficiales del ejército profesional llevan a los milicianos al matadero, porque están en inteligencia con el enemigo. La catátrofe de hoy no se explica sino por una traición. [...]Y ciertamente ese fue el principal error estratégico de la II República: no haber declarado el estado de guerra desde el mismo 18 de julio. Cuando por fin lo declaró, ya era demasiado tarde, y sólo sirvió para dar excusa a Casado para hacerse con el poder.
Miaja explica circunstanciadamente al guerriolero anarquista por qué ha vencido hoy el enemigo; le demuestra sobre los planos la eficacia fatal de su maniobra y la inferioridad maniobrera de los milicianos. Aquel hombre que había entrado en el despacho de Miaja como portavoz de un movimiento sedicioso vacila, da vuelta entre las manos a su gorra y farfulla unas objeciones.
-Tu deber -le dice Miaja- es no dejarte arrastrar por ese movimiento instintivo de desconfianza en el mando cuando se producen reveses como el de hoy. Los hombres como tú son los que deben dar ejemplo de disciplina y subordinación a las masas. Luchamos en malas condiciones. Los que desde aquí dirigimos la guerra tenemos tanto interés en ganarla como los que se baten en las tricheras. Ve y convence de esto a tus hombres. Tu deber es imponerles a ellos la disciplina y obedecer ciegamente las órdenes que se te den. Sólo así podremos ganar la guerra.
3.- No se hace suficiente hincapié en la ayuda decisiva que supusieron las Brigadas Internacionales. Muy probablemente, sin su presencia Madrid no habría resistido. Con Miaja o sin Miaja. De los "asesores" soviéticos apenas se dice tampoco nada, cuando fueron tan relevantes.
4.- Lo que nos es imposible compartir con Chaves es su conclusión final: "El origen de la guerra no es español, no puede ser imputable a los españoles. No hay más culpa española que la de los dirigentes inafames que brindaron la tierra de España a la barbarie y abrieron las puertas de su país a la doble y antagónica invasión extranjera." Seráfica conclusión que exoneraría a los españoles de toda culpa, siendo así que tuvieron la mayor parte en ella. En lo único que parece acertar Chaves es en su profecía: "España no será comunista ni fascista." Y, efectivamente, no lo fue, ninguna de las dos cosas. Aunque tampoco republicana, como sin duda le hubiera gustado a Manuel Chaves Nogales.
1 comentario:
Que España tras la guerra no fue comunista, es obvio. Que no fuera fascista, en cambio, podría discutirse más. Baste recordar la famosa intervención de Unamuno en Salamanca, el 12 de Octubre del 36 (la de "venceréis, pero no convenceréis). Respondía don Miguel a una serie de intervenciones anteriores donde, por ejemplo, se había calificado a Cataluña y el País Vasco como "cánceres en el cuerpo de la nación que el fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlos, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos". No fue la única alusión al fascismo de los oradores y el público "nacionales" allí presentes, identificándose con dicha ideología. Y ejemplos como éste hay miles. En otras palabras: mucha gente, en el bando nacional, creía estar luchando precisamente por eso, por el fascismo. Si se equivocaban o no, puede discutirse; que lo creían, está fuera de duda.
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