Hay temas tan viejos, tan viejos, que parecen eternamente nuevos. El eje sobre el que gira El buen amor, segunda y por ahora última novela de Olga Bernad, es uno de los más repetidos en la historia de la literatura, de Cervantes a Moratín, de Clarín a Miguel Delibes (La hoja roja), sin contar los manojos de refranes que se podrían traer a colacion. Es el tema del viejo y la niña.
Un tema, claro, que cada cual ha modulado de diversa manera, unas veces por lo trágico y otras por lo cómico, sin que falten posiciones más templadas y comprensivas, como es la de Cervantes en su novela El celoso extremeño o en el propio Don Quijote.
Entrar en campos tan trillados tiene sus riesgos, pero Olga Bernad ha sabido salir airosa de ellos, consiguiendo un relato pleno de vida, pues, como en la misma vida, no es necesario que pase algo para que pasen muchas cosas.
Contado en primera persona, en una sabrosa recreación del lenguaje de un viejo aragonés castizo, pero sin caer en la jerga dialectilizante, asistimos a todo a través de los ojos del protagonista. De él, y sólo de él, conocemos sus pensamientos y reflexiones, en su interactuación con los demás. Especialmente con su particular Dulcinea, la Ojos, como él la llama.
No vamos a descubrir la trama de la novela, ni mucho menos su final melancólico y sabio. Baste decir que Olga Bernad ha sabido sacarle nuevos matices y rejuvenecer el traje de viejas telas, que todos heredamos, y que podría sintetizarse en aquel refrán que decía que "el amor es fruta para el mancebo, y para el anciano, veneno". Pero ya sabemos el atractivo de que gozan todos los venenos. Aunque el amor, al fin, sea siempre su propia culpa y su propia disculpa.
2 comentarios:
Enrique, tengo una consulta referente a Manuel Machado, de qué modo podría contactar con usted?
Saludos y gracias
Publicar un comentario