LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

jueves, 10 de octubre de 2013

VANIDAD Y CAZA DE VIENTO

Qué libro tan extraño para encontrarlo dentro, como está, de la Biblia, qué raro. Es como una auténtica bomba de relojería escondida entre sus páginas, entre Proverbios y el Cantar de los Cantares, dispuesta a detonar en cualquier momento, o como serpiente agazapada en el bíblico jardín, presta a lanzar su veneno sobre nosotros.

De Qohelet, también llamado Eclesiastés, se ha dicho casi todo, que es cínico, que es escéptico, que es epicúreo, incluso que es un descreído ("¿Quién sabe si el aliento de vida del hombre sube arriba y el aliento de vida del animal baja a la tierra?", 3,21), que es el primer nihilista de la Historia (después de él, ¿qué puede añadir Cioran?), el primer existencialista (ya, ¿para qué Sartre, para qué Heidegger?).   

El Dios de Qohelet es un verdadero Deus absconditus, del que apenas si sabemos nada, que no parece impartir su justicia, al menos en este mundo:

He reflexionado sobre todo esto y he llegado a esta conclusión: aunque los justos y los sabios con sus obras están en manos de Dios, el hombre no sabe si Dios lo ama o lo odia. Todo lo que tiene el hombre delante es vanidad, porque una misma suerte toca a todos: al inocente y al culpable, al puro y al impuro, al que ofrece sacrificios y al que no los ofrece, al justo y al pecador, al que jura y al que tiene reparo en jurar. Esto es lo malo de todo lo que sucede bajo el sol: que una misma suerte toca a todos. El corazón de los hombres está lleno de maldad: mientras viven piensan locuras y después, ¡a morir! (9, 1-3) (Trad. de Luis Alonso Schökel)

No, no vamos a hacer el comentario exhaustivo del texto. Ríos de tinta ha hecho correr el Qohelet, su bibliografía en torno es inmensa. Ya lo advirtió él mismo: "nunca se acaba de escribir más y más libros..."

Baste por hoy con mostrar nuestra extrañeza por encontrar este libro en el canon (y tanto en el cristiano como en el hebreo). Y nuestra certidumbre de que si está debe de ser por una buena razón. 

¿Es "Palabra de Dios"? Esa es la pregunta. Pues... seguramente, sí. O eso creemos. O eso se nos manda creer...
  

9 comentarios:

Mora Fandos dijo...

Me alegra mucho esta entrada, el Qohelet es una de las columnas de la civilización occidental. Y sí, Palabra de Dios: tanto en el enunciado como en la enunciación (quién, cuándo, dónde, circunstancias... por qué), Dios trasciende las expectativas y lógicas humanas.

Joaquín dijo...

Acabo de leer 'El olvido de sí. Una aventura cristiana', del novelista y sacerdote Pablo d'Ors. Cualquier encarecimiento sería poco. Aunque no la menciono ahora para hacerle propaganda, sino justamente porque al hilo de esta disquisición sobre la palabra inspirada, el prota de aquella novela, el hoy beato Charles de Foucauld parecía ver a Dios, a la palabra de Dios, en todo: en la naturaleza que le rodeaba (el desierto) y en todos los hombres y mujeres que se le acercaban. A mí esas discusiones sobre el canon, si me perdonan, me hacen bostezar, porque me parecen pecar de estrechas. Pero doctores tiene la Santa Madre Iglesia, etc.

Enrique Baltanás dijo...

Bueno, parace que los problemas para aceptarlo en el canon venían más de la parte judia, los cristianos lo adoptaron desde el principio. En cualquier caso, un obra maestra de la literatura sapiencial.

Anónimo dijo...

Más intrigante me parece a mí la frase de Cristo en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". No desconozco los ríos de tinta justificatoria que se han escrito a su respecto, ni la propuesta de que estaba citando el Salmo 22 (extraño momento para ponerse a hacer citas); pero tengo la vehemente sospecha de que si esa frase del Evangelio se hubiera perdido en la transmisión manuscrita y hubiera sido ignorada hasta hoy, ninguno de esos justificadores la aceptaría como pronunciada por Él. De hecho, creo que sería un buen argumento frente a los que no creen, a los que piensan que los Evangelios son una pura invención más o menos propagandística: es una frase, me parece, que difícilmente se le habría ocurrido a un impostor.

Anónimo dijo...

"ponerse a hacer citas", qué gracioso, qué mentalidad tan literaria.
Es como si usted, tras una noticia tremenda, dijera "Hágase tu voluntad" y alguien comentara "extraño momento para ponerse a hacer citas".
Estaba rezando, hombre. Los judíos, y los no judíos, rezan con los salmos, no es literatura.

Anónimo dijo...

Supongo que el resto de la oración la diría en voz baja, ya que no se nos ha transmitido. Me parece a mí bien curioso que sólo diga en voz alta esa parte, que sin el resto no puede ser interpretada sino como queja o reproche (o desesperación, más bien). Quizá es que se entiende que, citando (horrible palabreja) el comienzo, ya se da por supuesto lo demás: mentalidad (extrañamente) literaria. Pero en fin, allá cada uno.

Jesús Sanz Rioja dijo...

Los ríos de tinta, en todo caso, no son justificatorios, sino exegéticos. No hay nada que justificar. Jesús no se volvió agnóstico de pronto. Asumiendo, como hizo, la condición de pecador, quiso (aceptó) sufrir el abandono de Dios que sufre todo pecador (y que en su caso era mucho más terrible dada su condición).

Anónimo dijo...

Si no ve usted la diferencia entre orar y citar, ni entre dirigirse a alguien y hacer literatura, que ya veo que no, no tiene ningún sentido que le explique (porque además lo sabe de sobra) que para cualquier judío bastan las primeras palabras para identificar la oración del inocente o el justo que sufre.
Sólo con esas palabras cualquier judio sabe que Cristo se reclama inocente y sufriente, y precisamente aquel en el que se cumple palabra por palabra el Salmo:
"No te alejes de mí, porque la angustia está cerca,
porque no hay quien ayude...
Abrieron sobre mí su boca
Como león rapaz y rugiente.
He sido derramado como aguas,
Y todos mis huesos se descoyuntaron...
Horadaron mis manos y mis pies.
Contar puedo todos mis huesos;
Entre tanto, ellos me miran y me observan.
Repartieron entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echaron suertes.
Mas tú, mi Dios, no te alejes;
Fortaleza mía, apresúrate a socorrerme.
Libra de la espada mi alma... Sálvame de la boca del león...
Anunciaré tu nombre a mis hermanos...
Glorificadle, descendencia toda de Jacob,
Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel.
Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido,
Ni de él escondió su rostro;
Sino que cuando clamó a él, le oyó.
Alabarán a Jehová los que le buscan;
Vivirá vuestro corazón para siempre...
Se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo,
Aun el que no puede conservar la vida a su propia alma...
Esto será contado de Jehová hasta la postrera generación.
Vendrán, y anunciarán su justicia;
A pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto."

el Salmo, como puede ver usted, es bastante largo. No entiendo por qué "le parece bien curioso" que en plena agonía no pueda rezarlo entero.
Antes le parecía un momento extraño para ponerse a citar y ahora lo que le extraña es que no lo rece entero. Eso sí que es curioso ¿no le parece?

Anónimo dijo...

No, no me lo parece. Pero en fin, ya dije que cada uno es cada uno. Yo sigo pensando, a pesar de todo, que si esas palabras, perdidas en la transmisión y desconocidas, apareciesen ahora, nadie las aceptaría como Suyas. Y también que podrían ser un argumento contra escépticos, ya que, como dije, no me imagino a un impostor inventándolas.