Está uno tan poco viajero últimamente, y tan apegado a su villanesco rincón y a su monotonía, que me ha hecho gracia leer esta página de Las veleidades de la fortuna que bien pudiera titularse De la no necesidad de viajar para el común de los mortales, pero especialmente para los espíritus fuertes:
"-Eso de viajar es para otra clase de personas, para gentes sin complejidad psicológica.[Le dice Larrañaga a Pepita]
-Sin embargo, dicen que los viajes enseñan.
-Sí, hay una pequeña cultura del viajar y del saber dos o tres idiomas. Es una cultura muy ínfima. Hay gente que supone que a cada traqueteo del tren, o a cada balanceo del barco, el hombre ha de irse sublimando. No creo que se pueda aprender gran cosa viajando más que algo muy superficial [...] Viendo pueblos se adquiere cierta cultura; pero es una cultura de viajantes de comercio, de intérpretes y de cocottes que saben decir cuatro o cinco frases en cinco o seis idiomas diferentes.
-Pero el viajar para los sabios debe ser muy importante.
-No creo. Ese Kant de que hablábamos antes no viajó nunca. No tuvo necesidad de salir de su pueblo para ser el más gran filósofo de los tiempos. Sócrates no salió de Atenas. El viajar parece servir de adorno para los ricos y para los desocupados; para un hombre de pensamiento fuerte creo que el viajar no le da nada."
Pues eso: que je prends mon bien où je le trouve.
2 comentarios:
Quizás Pepita tenía muchas ganas de viajar y Larrañaga, sólo le ponía excusas.
Saludos
De repente me he dado cuenta de que soy del "pensamiento débil". Está muy bien la cita. Un abrazo Enrique.
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