LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

jueves, 11 de noviembre de 2010

CUESTIONES TÉCNICAS

No estoy muy seguro de que Gabriel Insausti, excelente poeta y destacado traductor, haya acertado de pleno en su versión de los poemas de Coleridge que acaba de sacar en Renacimiento.


Insausti es un perfecto conocedor de Coleridge, del que acaba de traducir este mismo año, en Pre-Textos, la Biographia Literaria, pero, en estos versos, él mismo se ha tendido su propia trampa.


No perpetra Insausti una traducción literal (en poesía, nada más infiel al poema que la literalidad notarial), y eso nos hace concebir bastantes esperanzas, pero luego afirma, sorprendentemente, que "la traducción consta del mismo número de versos que el original", con lo cual, como en el juego del parchís, retrocede a la casilla de la literalidad de la que parecía haber querido huir.


Pero esto, como todo, es discutible, y tampoco estoy seguro de si se trata de cuestiones técnicas o de cuestiones de gusto.


8 comentarios:

Mora Fandos dijo...

Hum... Enrique, tengo que hacerme con esa traducción. Como dices, Insausti es un gran conocedor de Coleridge -y yo diría que de toda la tradición poética inglesa-. Mantener el número de versos no es necesariamente ser un literalista, yo lo veo como una elección de esos elementos que el traductor encuentra razonables mantener literalmente, porque darán buen rédito en el efecto poético de la traducción; mientras se opera con mayor libertad en otros elementos.

Quizás sí sería pura literalidad lo que proponía Ortega en "Esplendor y miseria de la traducción" y que, gracias a Dios, nadie hace.

Pero tendría que hacerme con la traducción de Insausti para entrar con más detalle a asunto tan jugoso, en muchas ocasiones morboso: convendrás conmigo que los que nos hemos dejado seducir alguna vez por la traducción poética, sabemos que podríamos estar días discutiendo con pasión por los valores y la oportunidad de una coma, un encabalgamiento o un sinónimo en un determinado lugar de un verso. ¿Te parece que es así?

Antonio Rivero Taravillo dijo...

No he leído aún la traducción, pero sí es muy sensato lo que afirmas, Enrique. Y como lo dices muy bien, lo suscribo. En un soneto, el buen sentido dicta que hay que ceñirse a los catorce versos. Pero en la traducción al español de poemas más extensos, en particular los narrativos, se puede -y debe muchas veces- emplear más versos que en el original inglés, de palabras preponderantemente monosílabas. Si los versos fluyen bien (digo versos, que no renglones), nada que objetar.

Esto nada empequeñece, claro, mi admiración por Insausti, que es grande, también como ensayista.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo. Mantener el número de versos puede ser una buena guía, pero no siempre una buena regla. Ahora, la afirmación que hace Insausti no está muy clara ya puede significar dos cosas distintas: a)que ha conseguido mantener el número de versos haciendo justicia a calidad de los poemas (esto, como dice Mora, no implica necesariamente literalidad); o b) que se ha impuesto esta máxima como principio primordial - por encima de las otras... No conozco la obra de este traductor, pero si como decís es de los buenos, supongo que no ha querido decir esto último! Saludos

Juan Manuel Macías dijo...

No acabo de ver el pecado en la equivalencia de versos en una traducción. Si es un capricho, es tan legítimo como excederse en versos. No sé, a mí la frase de Insausti me suena más a descripción a posteriori que a mapa de ruta. En todo caso, la trastienda de sus intenciones se nos escapa, así que habrá que juzgar tan sólo el escaparate, que es lo que importa. Tampoco veo por qué un soneto no se puede traducir en (por ejemplo) prosa, ni por qué tal elección (o fatalidad), si se diera, nos podría resultar más "debil" que ceñirse a los sagrados 14 versos e, incluso, al equipaje completo de las rimas. Lo importante es que el resultado sea un poema siempre. Allí No leeremos al original, sino la lectura crítica del traductor y, por tanto su propia recreación.
Saludos.

marinero dijo...

En desacuerdo con Juan Manuel Macías. El verso no es un capricho: es una manera de escribir, y de leer, distinta de la prosa, incluida la prosa poética. Y una traducción en prosa de un poema, salvo muy excepcionales excepciones, aleja demasiado el resultado de su original.
Veámoslo a la inversa: nadie, imagino, que leyese una traducción en verso del Quijote (o de En busca del tiempo perdido, o de Kafka) pensaría que estaba leyendo una equivalencia suficiente de los originales, sino en todo caso una recreación libérrima; de hecho, no a Cervantes, Proust o Kafka, sino otra cosa.
Yo creo que lo mismo ocurre con la traducción en prosa de un original poético. Que es admisible decir que uno ha leído a Kavafis, Rilke o Pessoa si lee una buena traducción en verso de sus poemas; no si los lee en prosa, en cuyo caso lo que tendrá es sólo una aproximación en la que es legítimo echar de menos algo sustancial.
Eso es menos cierto, por sus propias características, en el caso de la poesía épica; puede ser legítimo leer en prosa a Homero, o la Eneida, o la Divina Comedia; aun así, entiendo que una buena traducción en verso es, por definición, preferible a una equivalente en prosa.
Repito, y termino: el verso no es un capricho.

enrique baltanás dijo...

Si es verdad, que lo es, lo que dice Mora Fandos de que podríamos pasarnos un día entero con una sola coma, o con un solo verso, se comprenderá que es imposible comentar aquí cada poema y mucho menos el libro en su conjunto.
Más que la traducción en sí (que tiene aciertos indudables) lo que me interesaba era la cuestión teórica o metodológica.
Claro que también sobre eso se podría hablar largo y tendido.

Juan Manuel Macías dijo...

Con permiso del dueño y moderador de esta bitácora, me gustaría contestar, por alusiones, al Sr. Marinero, pues tal vez no me haya expresado bien en mi anterior comentario.

¿El verso no es un capricho? ¿Y qué es? ¿Una obligación? Entonces entramos en el ámbito de los versificadores o de los gendarmes, no de los poetas. Puestos a esgrimir frases categóricas de las que mañana me arrepentiré probablemente, el arte es cuestión de capricho, como eso que llaman la realidad. Nacemos con dos brazos y no con cuatro: mero capricho. La libertad del artista consiste en trazar unos límites. Que verso y prosa son dos maneras de escribir es algo en que (creo) coincidimos todos. Pero definir con precisión qué es verso y qué es prosa sólo lo puede hacer un tipógrafo. Fuera de ahí tendremos, por suerte, un abanico de gamas y matices. "Prosa poética" es un sintagma que me crispa especialmente cada vez que lo escucho o leo, lo siento. ¿Qué es "prosa poética"? Me resulta tan absurdo como si habláramos de "verso poético". A "lo poético" (ese mejunje que parece ir de recipiente en recipiente) prefiero "el poema". Los poemas pueden ser prosa (como dice Eduardo Moga) o pueden ser verso, o muchas cosas entre medias. Pero, desde luego, son irreductibles a prosa. No sé si se me capta el matiz. Las traducciones de Homero de Segalá, por ejemplo, son poemas y son prosa. Y mejores, como poemas, que muchos pastiches en presunto verso. ¿Son más "infieles" a Homero por ello? Somos infieles a Homero incluso si lo leemos en griego. Puede que hasta Homero fuera infiel a sí mismo. Quien lea a Segalá, nos pongamos todo lo estupendos que queramos, no estará leyendo a Homero sino la lectura que de Homero hiciera Segalá. Y, por tanto, su poema.
Saludos.

marinero dijo...

"El verso no es un capricho" quería decir simplemente, en mi anterior comentario, que convertir en prosa en una traducción lo que en el original era verso (o lo contrario) es, en mi opinión, alterarlo sustancialmente. Por eso puse los ejemplos del Quijote o de Kafka.
Respecto a Segalá, ya he dicho también lo que opinaba sobre las traducciones en prosa de poesía épica, que por su propia naturaleza -narrativa- se presta más a ello que la poesía lírica. Aun así, recuerdo que a Borges no le gustaba la traducción de Segalá; a mí me gusta, sin entusiasmarme. Pero yo releo a Homero fundamentalmente en las traducciones, en verso, de Fernando Gutiérrez que en su día publicara José Janés, y que ahora pueden encontrarse en Clásicos Planeta; Andrés Trapiello las elogia, yo creo que con razón.
Imagine mi contradictor una traducción de Bécquer (por no decir: de Góngora) en prosa, y piense si de veras cree que quien las leyera tendría una idea suficiente de los originales, podría decir con justicia que, habiéndolas leído, había leído realmente a Bécquer o a Góngora. Las recreaciones personales pueden estar muy bien; pero yo estoy convencido de que la mayor parte de los lectores de la traducción de Insausti buscarán en ella a Coleridge, esto es, leerán el libro en un intento de enterarse de cómo era la poesía de Coleridge. Como en toda traducción, ciertamente, no conseguirán otra cosa que una aproximación más o menos lograda; pero es esa aproximación lo que buscan, no lo que Insausti pueda haber puesto de su propia cosecha. Se entiende que lo que quieren leer es un libro de Coleridge, no un libro de Insausti -que los tiene propios, y excelentes- en el que Coleridge no sea más que un pretexto.
Y, por fin: si tanto le disgusta la idea de "prosa poética", no sé cómo preferirá llamar a la de "Une saison en enfer", las "Illuminations" o los "Chants de Maldoror"; es a ella a la que me refiero.