UNA CARTA DE CHRISTIANE
VULPIUS QUE NUNCA
LLEGÓ A JENA
Confieso que me gustan los
vinos y los bailes.
Me pierden los placeres de la
mesa.
Y lo más grave
es que he engordado mucho.
Mi risa y mi valor asustan
a esas señoronas de la Corte.
Y, sin embargo,
un día sobre mi espalda
escandías tus versos,
y al rozar mis caderas
me dijiste al oído
que tus ojos tocaban y tus
manos veían.
Sé que me amaste como sólo un
dios
puede amar.
Pero eras sin embargo un
hombre
y yo una mujer.
Un día sabrás
lo que duele el dolor
cuando te amputan.
Y escribirás entonces mi
epitafio.
Yo sé que será breve y
verdadero.
Y sé también que nunca
—a pesar del laurel y de los mármoles,
a pesar del amor y su espejismo—,
cuando yo haya partido, volverás a sentirte
nunca, jamás, un dios
que recibe plegarias y premia con milagros.
Escribí este poema, incluido en la colección El argumento inacabado, tras haber leído Christiane y Goethe. Historia de una relación, de Sigrid Damm. Pero, ¿se trata por eso de un poema culturalista? Los detalles son exactos. A Christiane le gustaba beber y bailar. Lo de escandir los versos en su espalda es una cita de un poema de Goethe. Y, sí, también Goethe escribiría un breve epitafio tras la muerte de su mujer. Pero, más allá de la historia de Goethe y Christiane, ¿no es quizá la historia de todo amor que dura y permanece en el tiempo, con su poquito de ilusión y de expectativa y su poquito de desengaño, su pizca de frustración, por no ser lo que pudo haber sido?
No, no hace falta conocer al detalle la historia de Christiane Vulpius y Johann Wolfgang von Goethe para que nos emocione una historia de amor desgastado por el uso.
6 comentarios:
Qué estremecedor poema.
Y fascinante.
Salud
Manuel Marcos
Y con sus fugaces instantes de gloria divina. Muy hermoso, gracias.
No hace falta conocerla, no. Y vaya si emociona. Mucho más conmovedor que cuarenta amadas inmortales.
Qué pedazo de poema, Enrique. Qué envidia de la buena. Me ha impresionado.
Buen poema, humedece con lágrimas un extenso páramo.
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