A
la memoria de mi hermano Rafael,
con
quien ya no podré contrastar este artículo
Se
cumplen en este 2016 ochenta años de aquellos aciagos
acontecimientos que tuvieron lugar en Alcalá, como en toda España,
en julio de 1936. Acontecimientos que debieran ya ser sólo materia
de estudio sereno por parte de historiadores, una vez cerradas y
cicatrizadas las heridas, y muertos tiempo ha los que los
protagonizaron, si no fuera porque la promulgación, por razones
electorales, de la Ley de Memoria Histórica (2007) por parte de uno
de los más irresponsables gobernantes que ha tenido España no
hubiera pretendido abrir divisiones entre los españoles hace tiempo
superadas.
En
lo que sigue, y ciñéndonos a los sucesos de Alcalá, sólo
pretendemos establecer un status quaestionis, así como
delimitar las lagunas o incógnitas que todavía subsisten. La
bibliografía existente se reduce a tres libros: el de Vicente Romero
Muñoz, Alcalá de Guadaíra. Julio de 1936 (2009),
las aportaciones de Javier Jiménez en Permanencias y
cambios en la Baja Andalucía. Alcalá de Guadaíra en los siglos XIX
y XX (1995, pp. 309-461) y, por
último, Alcalá de Guadaíra, 21 de julio de 1936:
Historias de una venganza
(2007), de Félix Juan Montero.
El primero está escrito desde una perspectiva
declaradamente religiosa («Me quedo con algunos secretos. Este libro
no servirá para reemprender polémicas, iría contra mi ideal de
cristiano...»), lo que quizás iría contra ese ideal, pero no
contra lo que esperamos de la labor de un historiador. Con todo, y a pesar
de los secretos que dice reservarse, constituye un testimonio
imprescindible, por ser su autor coetáneo de los hechos narrados.
Por su parte, Javier Jiménez parece escribir desde una
perspectiva «politically correct», más inclinado a compartir las
tesis de un Paul Preston que las de un Stanley G. Payne, para
entendernos, lo que no obsta para que sea el estudio más documentado
y completo hasta la fecha (con matices, eso sí, con muchos matices).
El mito de la venganza
Por último, el libro de F. J. Montero, consecuencia de
la mentada Ley de Memoria histórica, sostiene la tesis de que «lo
que ocurrió en Alcalá a partir de la tarde del 21 de julio de 1936
fue un escarmiento despiadado y sin misericordia; una venganza
programada y dirigida» porque, lógicamente, las víctimas de
aquella «venganza programada» «sólo eran personas comprometidas
en mejorar la vida de su pueblo desde las instituciones legítimamente
establecidas», al decir de los ilustres prologuistas del libro,
Antonio Gutiérrez Limones y Fernando Rodríguez Villalobos (o sea,
que no hubo previamente violencias, ni incendios, ni saqueos, ni
destrucción del patrimonio, ni asaltos a casas particulares, ni
alteraciones del orden público, ni intimidaciones, ni detenciones
ilegales, ni desacato a las propias leyes republicanas, ni
resistencia a la autoridad...).
Lo curioso es que la propia tesis del libro queda
desmentida en su propio texto: no sólo la represión en Alcalá fue
menor que en otros pueblos, sino que, pasados los primeros meses de
muertes por simple aplicación del Bando de Guerra, muy pronto los
procesos se encauzaron a través de la justicia militar, con
acusación, deposición de los propios acusados, abogado defensor,
testigos, pruebas y testimonios. Algunos salieron absueltos; otros,
condenados a penas severísimas, que pronto se reducían a penas
menores y que les permitieron salir libres más pronto que tarde. Un
caso que puede servir de botón de muestra es el del apodado el
Chele, uno de los agitadores más destacados en las jornadas de la
orgía roja. Huyó y pasó toda la guerra en el bando republicano,
donde quedó ciego por la explosión de una granada. Los testimonios
en su contra fueron abrumadores: «durante los días de dominio rojo
se distinguió en la persecución y detención de personas de orden,
fue uno de los principales directores de los saqueos e incendios de
las casas particulares e iglesias de la población, así como Jefe de
los servicios que montaron los rojos, colocando alambradas para
resistir la entrada de las tropas nacionales; intentó prender fuego
al depósito municipal donde se encontraban detenidos los elementos
de derecha; y por último huyó de Alcalá cuando el día 21 de julio
de 1936 entraron las referidas tropas.» Alguno de los testimonios
llegaba a relacionarlo con el asesinato de Agustín Alcalá.
Cuando fue juzgado el 25 de septiembre de 1939, el
fiscal pidió para él la pena de reclusión perpetua, mientras que el
defensor, que hizo notar la ceguera que sufría (que «ya es bastante
castigo», llegó a decir), solicitó una pena de seis meses y un día
, y esta fue la pena que finalmente le fue impuesta por el tribunal.
El Chele salió en libertad el 30 de octubre de 1940. A pesar de
haber luchado en el bando republicano, le dieron permiso, gracias a
una recomendación, para ser vendedor de la ONCE y así ganarse la
vida. Murió en su casa, sin que nadie le molestara, a los 75 años.
En realidad, Javier Jiménez explica la relativamente escasa dureza de la represión (90 fusilados frente a los 415 de El Arahal, por ejemplo) por tres factores:
- la huida de muchos de los rojos más activos a la
zona republicana.
-la escasa resistencia ofrecida por los partidarios
del Frente Popular apostados en la carretera de Sevilla, puestos en
fuga prácticamente al primer cañonazo.
-la inexistencia, sobre todo, de víctimas de derechas
durante los días del Comité Revolucionario, pues como se sabe, y a
pesar de varios intentos, finalmente no se metió fuego a la cárcel
en que estos se encontraban detenidos, como ocurrió en otros
pueblos.
La
secuencia de los hechos puede resumirse así: a) 17 de julio,
asesinato de don Agustín Alcalá y Henke, b) 18 de julio,
constitución de un Comité Revolucionario, con plenos poderes
autootorgados, integrado por miembros del Frente popular y también
anarquistas; se organiza una «milicia popular», c) 19 y 20 de
julio: La noche del 19 se queman Iglesias, conventos y casas
de patronos; previo encarcelamiento de 38 personas
significadas de la «derecha». Desde la estación del Adufe se corta
el suministro de agua a la capital, que tampoco recibe el pan de
Alcalá. Esa misma noche se vigilan los accesos a la ciudad por unos
40-50 milicianos. d) Día 21, al atardecer del día 21 de julio la
columna de Castejón llega a Alcalá, sitia el ayuntamiento y tras un
tiroteo, la mayoría del Comité logra huir.
(Publicado en el núm. 433 de La Voz de Alcala, correspondiente al periodo del 1 al 14 de julio de 2016, p. 16. La segunda y última parte del artículo aparecerá en el próximo núm., el del 15 al 31 de julio. Desgraciadamente este quincenario no tiene versión digital)
Continuará
(Publicado en el núm. 433 de La Voz de Alcala, correspondiente al periodo del 1 al 14 de julio de 2016, p. 16. La segunda y última parte del artículo aparecerá en el próximo núm., el del 15 al 31 de julio. Desgraciadamente este quincenario no tiene versión digital)
No hay comentarios:
Publicar un comentario