Reconozco que como profesor de literatura española he entrado en crisis. Otra más. Ya no creo en las épocas, ni en los movimientos, mucho menos en las generaciones, tampoco en el Barroco ni en la Edad Media… Por no creer, no creo siquiera que exista una literatura española, sino acaso una universal, no importa en qué lengua… Y además, he llegado a saber que nada se sabe, que es la sabiduría más terrible de todas, como si fuera una sabiduría mendicante y desnuda.
Entonces, ¿qué le enseño a mis alumnos? Quizás sólo pueda enseñarles a leer; pero, eso, ¿se enseña? ¿Y qué es enseñar? Seamos modestos, enseñar es eso, nada más que enseñar. Como el viajante enseña su género, sus muestrarios, y el cliente compra lo que le peta o lo que puede alcanzar a pagar.
Así que uno enseña su muestrario. Pero, a diferencia del viajante, nunca sabe qué es lo que el cliente ha comprado. Nunca sabe con qué se queda, qué es lo que rechaza, qué es en realidad lo que no ve aunque lo mire, lo que le pasa desapercibido, lo que nunca comprará jamás. Lo que quizás descubrirá después, cuando ya esté muy lejos, cuando repare y caiga en la cuenta de que…
El maestro es como un labrador que siembra pero que nunca o rara vez ve la cosecha, ni siquiera la granazón de las espigas…
Se me dirá: ¿y los exámenes, no miden los exámenes lo que el alumno aprende, lo que consigue saber? Puede que en una asignatura que se denomine “Cálculo de resistencia de materiales” o “Anatomía humana” o “Geografía física de Europa” los exámenes midan algo, algo importante. Pero en una asignatura que se denomina “Literatura española”, o “Metafísica”, quizás midan también algo, pero ese algo nunca será lo importante.
Sí, quizás uno no sea profesor, ni maestro, ni docente, sino sólo enseñante. Un enseñante que, a falta de otras cosas que enseñar, se enseña a sí mismo. Lo cual no deja de ser un espectáculo lamentable de exhibicionismo intelectual. Un espectáculo, quizás, inevitable, en el que incurrimos todos los que nos subimos a un estrado, a unas tablas, a representar un papel, por mucho que ese papel esté lleno de cifras y de datos, de fechas y de nombres.
Si las autoridades académicas se interesaran por lo que ocurre dentro de las aulas, por lo que enseñan los enseñantes, me retirarían la venia docendi, por corruptor de la juventud, por disolvente, por ineficaz. Sueño con ello muchas noches. Pero ya sé por experiencia que mis sueños casi nunca se cumplen. Sobre todo si dependen del arbitrio de alguna autoridad.
[Ilustración: Aula de Antonio Machado en el Instituto de Baeza]
6 comentarios:
Retrato de un maestro
En el fondo lo admirábamos, pese a que no lo tomáramos demasiado en serio, y no compartiéramos muchas opiniones sobre la literatura. Su desprecio por la vanguardia (creo que no es exagerado el verbo) siempre nos sorprendió, y nos pareció una falta de miras incontestable.
A pesar de algunas sesiones soporíferas de lectura, sus clases eran apetecibles, un remanso de calma, de reflexión literaria, en el desaforado panorama de clases seguidas. Conocía bien aquello que enseñaba, y muchos le deben el Machado que conocen. Pues sin duda era un profesor machadiano (no en vano ha colocado esa foto del Aula de Machado en Baeza), salido de algún poema suyo, con un humor trágico-cómico del que nos daba pequeñísima gotas (y del que siempre quisimos más).
En crisis siempre se le vio, algo inevitable en la enseñanza universitaria. Hay que reconocer que no era nada fácil dar clase a un grupo de alumnos (de número indeterminado por variable e inconstante), y de intereses variados: desde el que buscaba aprobar y pasar página a no sé cuántos créditos, al que iba con más o menos curiosidad e interés por la literatura.
No pasó por nosotros como un profesor más. Algunos más que enseñante, lo vimos como personaje literario, hasta el punto de convertirlo en protagonista de algún relato...
En el comentario anterior hay una medida de esas que requieren la literatura o la metafísica. Siga, D. Enrique, que todos aprendemos mucho cuando se sube ud. a las tablas.
"El maestro es como un labrador que siembra pero que nunca o rara vez ve la cosecha, ni siquiera la granazón de las espigas…" y yo añadiría: "...y cuando las ve descubre que todo ha valido la pena".
Don Enrique, yo siempre soñé con haber sido profesora de Literatura. Doy mis clases en casa, a los míos claro está. Ese resquemor se quedó en mi.
No voy a decir que le envidie, aunque fuera sana esa envidia mía, pero entiendo de sus tribulaciones cuando se ha puesto a hacer un repaso a su vida de profesor.
Yo siempre disfruté con las clases de literatura. Quien no haya disfrutado con usted es porque no le gustaba la asignatura. El profesor bueno o malo no existe.
Todo depende de las miras del alumno, de sus intereses. Que vayas a una clase y te suelten la lección del día sólo es agradable para quien ama esa asignatura. Así pues, lo importante es que usted haya disfrutado, que de no ser así sería una lástima,amando como ama las Letras.
No creo que deba sentirse un exhibicionista por enseñar enseñándose a sí mismo. La educación está en un extraño punto muerto desde hace mucho tiempo. Le envío -si mi humilde opinión le sirve- mi admiración y mis ánimos, pues todo es del color con que se mire, y puestos a echar culpas... que cada cual se lleve su parte: No todas van a ser del profesorado.(las culpas)
Estoy de acuerdo en que nada se sabe, creemos que sabemos,nada más. Pero cuando lo que sabemos nos hace felices, es suficiente. Yo tampoco creo mucho en las diferentes literaturas que estudié. Pienso que es Universal, como Ciudadanos del Mundo que somos, sin fronteras.
Ánimos pues, quien desea aprender, aprende...
Disculpe, pero mi sueño era ser profesora de literatura. De haberlo sido, ahora podría estar hablando con más causa y conocimiento, y vaya usted a saber si no estaría en crisis compartiendo penas...
Un abrazo, Don Enrique, sentido y emocionado.
Purificación.
Enhorabuena por tu Blog y por regalarnos tus reflexiones. No sabes la cantidad de veces que he pensado lo mismo que tú y la de veces que he pasado tus mismas tribulaciones cuando era profesor de... ¡Filosofía!
Ánimo. Quien hace lo que puede, hace lo que debe. Un abrazo.
Muy interesante, Baltanás, las reflexiones sobre la enseñanza. Y eso de exhibirse... es cierto. Es completamente cierto. Raro oficio el de profe. De todos modos tenemos suerte de que te guste exhibirte, porque aprendemos; en el caso contrario tenemos a esa profesora de las cavernas (como la llamó un día un vicedecano) que es Palet Plaja, señora que si no detestaba a sus alumnos tanto como su oficio, poco quedaba. Sigue así, tu exhibicionismo resulta muy constructivo. Vanna.
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