LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

lunes, 9 de abril de 2007

Savater y el alma eterna (y 5)


Pero lo más sorprendente del libro de FS es que, al final, reivindique... ¡lo sagrado!
Y es que el ateísmo, se quiera o no, es negación. Y esto no basta. Hay que proponer una alternativa.
Por eso, escribe FS, "la principal tarea de una incredulidad realmente ilustrada es no contentarse con la mera incredulidad: a partir de ella pero más allá habría que buscar el concepto inteligible de lo inmanejable que nos asemeja y caracteriza dentro aunque también frente al resto de lo real." (p. 170)
Y poco antes (p. 168), aun más rotundo:
"Es el reconocimiento de lo sagrado lo que nos define como humanos: a diferencia de lo que cree cierto "naturalismo" ingenuo, lo sagrado no es preocupación y exigencia de los dioses sino preocupación y exigencia de los humanos."

Esto lo suscribiría cualquier creyente: que lo sagrado es exigencia y necesidad de los humanos. Ahora bien, ¿qué es lo sagrado para FS? Por supuesto, no tiene nada que ver con lo sobrenatural. Se trataría de "un sagrado inmanente a la existencia humana, que trascendiera lo utilitario y calculable pero no lo terrenal."
En realidad, FS no aporta nada nuevo con respecto a pensadores ateístas anteriores. Se trata, en definitiva, de afirmar que el verdadero dios es el hombre. Una transferencia de Dios (es decir, de lo sagrado) al hombre. La muerte de Dios diviniza al hombre.
Pero hasta el hombre más simple, pero dotado del sentido común que a veces falta en tantos intelectuales ególatras, sabe que no es Dios. En el carácter divino del emperador no creían ni los propios emperadores. Y si un hombre intenta "buscar el concepto inteligible de lo inmanejable que nos asemeja y caracteriza dentro aunque también frente al resto de lo real" entonces no tiene más remedio que acudir a lo trascendente y a lo sobrehumano. Porque, si no, somos como animales, unos animales infinitamente más desarrollados, pero también infinitamente más desgraciados, porque tenemos conciencia de la muerte.
Si nos consideramos dioses, o divinos, o sagrados, como quiere FS, entonces el problema se recrudece y agudiza, porque así nos rebelaremos aun más vivamente, aun más dolorosamente, contra nuestra definitiva aniquilación. La percibiríamos como aun más injusta.
Pero FS tiene un remedio contra la angustia de la conciencia del morir.
¿Aceptar la muerte como un hecho inevitable, ante el que debemos permanecer serenos y resignados, si podemos? No. La solución, para FS, está en el "como si". Así dice en el último capítulo, titulado "Don Quijote y la muerte":
"Para negarnos a la muerte, hay que elegir una empresa, una cruzada, un propósito que se quiera invulnerable y que nos haga deambular sobre la faz de la tierra -a nosotros, que nos sabemos mortales, que lo único cierto e inapelable que conocemos es nuestra mortalidad irrevocable- como si fuésemos inaccesibles a la muerte."
Y es que "el proyecto moral humano -sigue diciendo FS- no estriba en convertirnos en inmortales sino en vivir como si mereciésemos la inmortalidad, como si nada en nosotros estableciese complicidad con la muerte o le rindiese vasallaje".
Pues vaya chasco, tío Frasco. Huyendo de un engañifa repugnante (Savater dixit), nos encontramos con otra no menos deplorable, e incluso aun más infantil. Hagamos "como si" la muerte no fuera con nosotros. Vale, pero para eso, mejor me entrego a los estupefacientes o a la dipsomanía. Huyendo del opio de la religión, tendré que tomar opio de verdad: así ni me entero.
Huyendo de la infancia humana (es decir, de la etapa en la que el hombre aún creía en los dioses), hemos dado en el peor de los infantilismos, en el de los adultos que juegan al como si de los juegos infantiles.
E ilusión por ilusión, la gente siempre escogerá la ilusión más ilusionante, porque eso es lo propio de la ilusión, ilusionar, mejor que la ilusión savateril, cargada con el distanciamiento brechtiano del "como si". La primera, por lo menos, permite la duda. La segunda no pasa de ser una broma macabra.
Llegados a este punto, yo le deseo a Savater tres cosas: que la ETA no le roce nunca ni un pelo de la ropa, que no acaben echándolo de PRISA, y que su próximo libro esté mejor armado de argumentos, cosa que creo no le será muy difícil.

18 comentarios:

Joaquín dijo...

Tengo un amigo que es experto en comprar carnes y pescaos, frutas, verduras y hortalizas en los mercaos de abastos tradicionales (aquí en Sevilla, en el de Triana, en el de la Feria, el del Arenal, el "provisional" de la Encarnación, el del Cerro...). Como yo no llego a tanta sabiduría y pericia, me basta calibrar, a ojo de buen cubero, lo bueno y lo malo de los libros, al peso, hojeándolos, antes de comprarlos. El último de Savater me pareció a simple vista muy flojo. Suelo examinar el índice (del que éste carece), o hacer "cata" leyendo al azar alguna página. Un libro que parece un batiburrillo de ideas, sin ideas maduras. Tomarse tan a la ligera el negocio de morir me parece muy poco serio (pero claro, tal vez un sevillano esté condicionado por el extremo opuesto, después de leer al Venerable Mañara...).

E. G-Máiquez dijo...

Muy buen remate, Enrique, a una serie memorable. Se te agradece mucho, que conste.

Anónimo dijo...

Enrique Baltanás acaba de demostrarnos que efectivamente no es hedonista y que, además, es muy disciplinado y muy trabajador. Hace falta ser todo eso para haber llegado hasta el final del libro.
Y mira que a Savater, desde lo de la lista, es que ya le paso todo, hasta que tenga un negro, porque me cuesta imaginarle diciendo eso tan chusco de "las iglesias que logran mayor audiencia son las que mejor acomodan sus pautas etc. a la salsa moral etc." ¡Si parece que habla de Tele-5! Para mí que tiene un negro y, por respetuoso y delicado, que lo es, no le ha metido mano al panfleto y sólo le ha añadido el remate: El concepto inteligible de lo inmanejable...el sagrado inmanente y el "como si". Eso ya suena a otra cosa.
El sagrado inmanente del que habla yo creo que es la conciencia, y precisamente de eso Savater tiene. La conciencia que al final nos salva y que no tiene nada que ver ni con el "denuedo de los librepensadores" ni con los "acuerdos legales democráticos", sino más bien con esas "leyes no escritas" de las que ya hablaba Antígona. Las mismas por las que él hace frente a los acuerdos y los pactos vergonzosos.

Anónimo dijo...

Perdón, me olvidaba, en relación con la Iglesia y el agradecimiento que todos le deben justamente por no acomodarse a las salsas morales de turno, el blog de Enrique Monasterio-"Pensarporlibre.blogspot.com" (lo siento, no sé hacer esos links tan chulos) publicaba ayer unas declaraciones de Einstein, que no era precisamente irracional ni tonto, sobre su sentimiento de amor y admiración por ella, por haber sido la única institución (no las universidades, no la prensa) que tuvo el coraje de defender la libertad intelectual y moral en los días del ascenso de Hitler.

Adaldrida dijo...

La gente no se resigna, qué difícil ser coherente... Lo queremos todo y nada, esto y lo de más allá... Y si eres buenísimo en una materia, en seguida piensas en mezclar churras con merinas y aprovechas la ocasión para hablar de todo lo humano y lo divino, literalmente. Al menos FS es filósofo: hoy lo que mola es preguntar opiniones políticas y teológicas a Ronaldo.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

No me suele ocurrir encontrame en desacuerdo con Savater, y no es que ahora lo esté, pero esa fórmula de "el concepto inteligible de lo inmanejable que nos asemeja y caracteriza dentro aunque también frente al resto de lo real" me suena a chino.

Muy distinto es el caso de la doctrina del "como si". Me sorprende muchísimo que no puedan ver ustedes la grandeza de espíritu que revela esa idea, la altura de esa propuesta infinitamente superior a los autoengaños consoladores.

Enrique Baltanás dijo...

Amigo Ignacio, quiero creer que sí soy capaz de admirar la "grandeza de espíritu" de Savater y otros como él.Precisamente si discuto con FS es porque lo considero no sólo inteligente, sino bienintencionado.Lo que critico es la inconsistencia filosófica de su argumento del "como si". Él dice: entreguemonos a una causa... Bien, pero ¿por qué tendría que ser una causa justa, buena y noble? Si de lo que se trata es de negar la muerte o de olvidarnos de ella "como si" no existiera, entonces cualquier cosa nos sirve: comprar compulsivamente en los grandes almacenes, pasarnos todo el día fumados o bebidos, o quemar mendigos en los cajeros. Se supone que a lo que hay que entregarse es a algo "bueno". Y si pensamos en el Bien, entonces tenemos que remitirnos a Dios... o al imperativo categórico, que es lo mismo pero disimulado por el humo de la pipa de Kant. Como decía Dostoyevsky, si Dios no existe todo está permitido. Es mi modesta opinión.

Joaquín dijo...

Uno de los diálogos platónicos más leídos, estudiados y admirados, desde antiguo, es el "Fedón" (en que se relata las últimas horas de la vida de Sócrates). Es una meditación sobre la muerte. La filosofía que defiende volver la espalda a la muerte, no merece este digno nombre. Además, yo no sé si veré de cerca las ruinas de Machu Pichu, pero lo que es seguro es que me moriré. Experiencia humana universal, como el mismo nacimiento. Y aunque suene fácil... ¡sólo se puede negar la muerte afirmándola! (otra contradicción performativa).

Anónimo dijo...

Pongámonos serios: El "como si" de Savater tiene ya historia, viene de Nietzsche. Él era el que decía: “Debemos disfrutar cada momento de nuestra vida COMO SI fuera eterno, lo mejor que podamos sin dejarnos llevar por sentimientos de agobio, tristeza y otros negativos que impedirían nuestra felicidad.”
Otra cosa es lo de la grandeza de espíritu que ve Ignacio en esa idea. Nietzsche al menos no se engaña, no la viste de grandeza, sabe que es un mero juego, un consuelo necesario para habitar el sinsentido.
Así, en "Ecce Homo", habla de "aquella imperiosa necesidad de lograr un adormecimiento del sentimiento de vacío y de hambre por medio de un arte narcótico- por medio del arte de Wagner, por ejemplo-..."

Anónimo dijo...

Joaquín: hacer como si no fuéramos a morir es todo lo contrario de ignorar que nos vamos a morir (cosa que el cristiano sí hace); es mirar a la muerte de frente sin inventarse milongas consoladoras de vidas futuras, y, una vez establecidos los términos, en vez de lloriquear porque no son bonitos o atontarse con drogas o suicidarse, tratar de jugar las cartas que nos han dado con la mayor dignidad posible.

¿Que la definición de dignidad no tiene un fundamento absoluto? Pues será porque no existen fundamentos absolutos. Yo no los echo de menos, con eso me pasa como con dios o la vida eterna: a lo mejor molaría que los hubiera, pero como no los hay pues no pierdo el tiempo en añorarlos o inventarlos.

Joaquín dijo...

Ignacio: disiento, el cristiano cree en la resurrección porque reconoce que todo esto es pasajero. Por el contrario, el mundo corriente, que no respeta la vida (casos de aborto, eutanasia, accidentes de tráfico, muertes anónimas en la clínica, toxicomanías...), tampoco respeta la muerte. ¡La civilización de la muerte vive de espaldas a la muerte!

Conforme uno va braceando en la vida, reconoce mejor que se va a morir, y se espera que con naturalidad. El declinar de la vida la hace más perentoria (no renuncio a estudiar, pero ya no podré embarcarme en tal o cual estudio ambicioso...).

Y yo he visto en los ancianos que me han precedido, la convivencia cotidiana con el "memento mori", sin que ello supusiese dimitir de la vida, mientras el cuerpo alentase.

¡Qué serio es este asunto!

Anónimo dijo...

Hombre, cuando digo que el cristiano ignora la muerte me refiero (creí que quedaba claro) a que sostiene que su existencia personal no termina con ella.

La actitud personal ante lo que yo llamo muerte sin más y ustedes llamarán, imagino, muerte del cuerpo o algo así, es algo que depende más del propio talante que de las ideas, por lo que tengo observado. Encontraremos aterrados y serenos en ambos lados, y también todos los grados intermedios.

Anónimo dijo...

Sobre lo que haga el mundo corriente, pregúntesele al mundo corriente ;-)

Joaquín dijo...

Ignacio, sinceramente ignoro qué será de mi (de mí mismo), cuando me muera. Intento aferrarme a la "bella esperanza" socrática, o a la esperanza cristiana en la resurrección. De cualquier modo, hay un pasaje del Evangelio, muy curioso, en que (¿escribas, fariseos?) plantean al Maestreo qué sucederá en la otra vida con la mujer casada con el hermano de su difunto marido. La respuesta (que no puedo citar de memoria) es muy instructiva.

Enrique Baltanás dijo...

Estoy bastante de acuerdo con Ignacio cuando dice que "Encontraremos aterrados y serenos en ambos lados". Como yo he sido creyente e incrédulo (ahora no sé bien lo que soy)puedo dar fe de que tanto en una como en otra posición se puede aceptar la muerte como algo inevitable y con la resignación de lo inevitable. Por eso creo que la raíz de la religión no es el ansia de inmortalidad (de hecho, hay muchas religiones que no la prometen). Yo busco en la religión una explicación de este mundo, más que del de más allá. Lo que pasa es que este mundo no se explica, tiendo a pensar, sin el otro. O sea, sin la Trascendencia. O sea, sin Dios.

Anónimo dijo...

En el blog de Santiago Navajas se discute del libro de Dawkins, coincidente en el tiempo y en la materia con el de Savater.

http://cineypolitica.blogspot.com/2007/04/el-papa-de-los-ateos.html