LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

martes, 24 de julio de 2007

Los dédalos del novelista

Mi vida es tan monótona y anodina, y encima mi dotes de imaginación están tan resfriadas y escuálidas que, para escribir mis novelas o, al menos, acumular materiales para cuando me decida a escribirlas, no tengo más remedio que provocar a la vida, ya que la vida no me provoca a mí.
He pensado en salir a la calle y hacer todo tipo de experimentos. Dentro, por supuesto, del respeto a las buenas costumbres y a la legalidad vigente. Qué remedio, cuando uno es una persona pusilánime y de orden.
El otro día, de paseo, estuve tentado de abordar a una joven que caminaba a mi lado, o levemente adelantada, y de la que me llamó la atención su piel blanquísima, láctea, intensamente nívea. No era que fuese nórdica o pelirroja. Su tipo era perfectamente latino, e incluso tenía el pelo negro. Pero su piel era como si nunca la hubiese mancillado ni el más tímido rayito de sol.
Durante unos metros dudé si dirigirme a la chica y preguntarle.
- Bella señorita, me llama mucho la atención la blancura de su piel, en esta ciudad meridional en que vivimos. ¿Podría explicarme a qué se debe? Le aseguro que es sólo curiosidad, no se vaya a creer.
No sé, imaginaba uno que se trataba de una monja de clausura que estaba de vacaciones y de incógnito, o que recién hubiese colgado los hábitos. O quizás, que fuese una huerfanita que cosía por las noches para alimentar a sus hermanitos pequeños. Tal vez su piel padecía un extraño desarreglo de la melanina, o era su alma la que le imponía un oscuro dominio sobre el sol...
Otra vez se me ocurrió parar mi coche junto al negro del semáforo y someterlo a una exhaustiva entrevista. Su vida en África. Su vida aquí. Su familia. ¿Era polígamo? ¿Era animista? ¿Cómo nos ve a los españoles? ¿Cómo ve su futuro? Etc., etc...
Por supuesto, le hubiese comprado, en agradecimiento y en compensación al negocio desatendido, lo menos sesenta euros de pañuelos de papel.
Pero ni en uno ni en otro caso me he atrevido.
En lo de la chica, no fuera a pensar que era un sátiro metafísico, o un violador de fantasía o, simplemente, un loco de la peor especie, esa en la que la locura no se sabe precisar muy bien en qué consiste.
En el caso del negro del semáforo, porque siempre llevaba prisa, tenía que trabajar, había quedado con alguien...
Así no hay manera. Me temo que mis posibles novelas se van a quedar en eso, en posibles o, quizás, en improbables.

2 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Tendrías que haberles preguntado, hombre. No tanto por la novela, sino por nosotros. Qué curiosidad ahora.

GFO dijo...

Baltanás,véngase a Roma a pasar unos dias,y le presento gente variopinta y con pasados dignos de ser esculpidos en forma literaria.
Ahora,con el "ferroagosto",no notará el cambio con Híspalis.