Soy de esas personas que se creen más listas que nadie, que siempre encuentran respuestas para todo. Pero hoy no he sido capaz y cuando me preguntan qué medidas habría que tomar para salir de la crisis actual me he visto obligado a responder: “No lo sé”.Así escribe J. L. García Martín en su blog Café Arcadia. Y a punto estuve de escribirle o de llamarlo para ofrecerme a darle unas clases particulares de economía política, unas clases que sólo requerirían tres tardes, como aquellas que Jordi Sevilla se ofreció a darle a Zapatero.
Pero enseguida me contuve. Sé por experiencia ajena y propia que los consejos, si no son pedidos, se reciben mal, y sí pedidos, geneneralmente también.
Pero no me resisto a ofrecer aquí a dejar el guión de las tres clases, o tres tardes:
PRIMERA TARDE.- Reducir al mínimo el gasto público.
SEGUNDA TARDE.- Reducir los impuestos al mínimo.
TERCERA TARDE.- Seguir a rajatabla el principio de que el Estado no haga nada de lo que la Sociedad pueda hacer por sí misma y por sí sola (pensiones, sanidad, educación, carreteras...).
¿Y por qué estas soluciones son improbables? Porque no hay nadie dispuesto a acometerlas. Si lo que Mariano Rajoy lo que pretende es salvaguardar la viabilidad del "Estado del binestar"... hasta subiendo impuestos...
11 comentarios:
Son tres recetas muy sabias. Lástima que no se pusieran en práctica desde hace tiempo, cuando lo del plan E. En 2007 España tuvo un superávit del 1,9% del PIB, y una deuda del 36,1%, frente al 0,3% y el 64,9 % de Alemania, respectivamente. Y nos dedicamos (bueno, se dedicaron) a tirar el dinero a ver si se creaba empleo. Resultado: nos quedamos sin dinero y con el doble de desempleados. ¡País...!
Un abrazo, lástima que el otro día no pude verte en Alcalá. ¡Acabé perdiéndome por esas calles endemoniadas!
No sé si son improbables pero tampoco me ha quedado tan claro que sean soluciones. Quizá si me lo argumentase con un poco de rigor podría convencerme de que esas son las soluciones pero lo que dice no va a tener ningún sentido para quien no esté previamente convencido.
En todo caso doy por supuesto que sería inevitablemente partidario de dejar caer bankia. Y estoy, desde el otro extremo ideológico, muy de acuerdo con usted. Lo que creo que demuestra que los extremos se tocan con facilidad, cuando no son lo mismo.
Mis felicitaciones: cuando puede entretenerse haciendo volutas con el humo de la crisis es que esta no le ha afectado quizás todavía demasiado, como les ha pasado a muchas otras personas, no todas vagas inútiles que se lo tenían merecido por ser unos gandules. Nieves
Grandes ínfulas, minúscula inteligencia. El traje que se pone le viene muy grande a su reducida capacidad intelectual. Por favor, siga hablándonos de los hermanos Machado y de Foxá, que hasta ahí sí le alcanza dignamente...
jajajaja
Si ellos nos hunden a nosotros, me pregunto si pudiera ocurrir al revés; que los ciudadanos hundan a los políticos.
¿Cómo se hace esto? ¿dejando de votar?.
¿Dependemos tanto de ellos?...
No sé, qué lío!
Qué facilidad tiene J.M.M para medir capacidades intelectuales y para hablar de dignidad.
En fin Enrique:
una tostada con aceite, ajo o tomates para desayunar, cenar y almorzar..., jeje.
No desearía vivir en esa sociedad "liberada". Son soluciones fundamentadas en un concepto de libertad desfigurado.
La descrita aquí como deseable es una sociedad que puede resumirse en una sola frase: tanto tienes, tanto vales. Esa sanidad, educación, etc., en que no se quiere ver intervenir al estado, será tanto mejor cuanto más cara (o, al revés, tanto peor cuanto menos cueste). Todo, por tanto, para quien tenga con qué comprarlo, y nada para quien no esté en el caso. Un poco la sociedad que fustigaba Dickens, pero más a lo bestia y sin controles. Que le aproveche.
A los tiempos de Dickens hemos regresado ya. ¿No ha oído hablar de los comedores de Cáritas? ¿No sale a la calle y ve a los mendigos registrando los contenedores de basuras? ¿Y tantas otras sombras como oscurecen este supuesto estado de bienestar?
Tanto vales cuanto tienes... ¿no es así ya, ahora?
Gente que ha necesitado la ayuda social para poder comer o mendigos que buscan sustento en la basura los ha habido incluso en los tiempos en los que se ataban los perros con longanizas. Efectivamente en este momento hay mucha más gente que ha llegado a esta situación pero de ahí a determinar que hemos llegado a los tiempos de Dickens hay un rato. Lo argumentaba Félix de Azúa en su blog hace unas semanas aportando datos sobre la vida en aquel tiempo; un tiempo en el que se ponían en práctiya ya sus milagrosas "soluciones"
El argumento filosófico-moral contra el poder estatal me parece más interesante que el estrictamente económico. Personalmente no lo comparto, pero tampoco comparto su demonización- hoy día tan extendida entre amplios sectores de la izquierda.
Un viaje me ha impedido leer hasta ahora los comentarios posteriores al mío. El de Enrique Baltanás a mi intervención anterior parece, a lo que entiendo, limitarse a asegurar que en tiempos como los de Dickens ya vivimos ahora, lo que parece una conspicua muestra de ignorancia tanto de unos como de otros. Pero lo más curioso no es eso, sino que se nos proponga que, puesto que según él hemos vuelto a esos tiempos, eliminemos cualquier intento de protección de los derechos de quienes tienen menos, limitando (supongo) nuestra acción a los ejercicios de caridad privada -tan respetables-, cosa que por cierto ni siquiera entonces ocurría al 100%, y nos empeñemos en considerar feliz y maravilloso el resultado. Supongo que, de acuerdo con esa lógica atroz, EB vería con gusto la reaparición de la prisión por deudas -fuera hipocresías: si ya estamos en los tiempos de Dickens, que sea con todas las magníficas consecuencias; o, acaso mejor todavía, la de la esclavitud por la misma causa, como en los tiempos del Imperio Romano (¡imagine EB lo que nos ahorraríamos en salarios!). El problema no es, como dice el título de la entrada, que se trate de "soluciones improbables", sino que se trata de soluciones (suponiendo que lo sean: el Imperio Romano se hundió a pesar de todo) de una atrocidad e injusticia que deberían avergonzar ya no a un cristiano, sino a un ser humano a secas.
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