El aforismo, después de todo, quizás no sea más que una frase. Una frase breve que nos deslumbra, por un momento o perdurablemente. Una frase feliz. Del tipo que sea, porque ya se sabe que la felicidad puede tener rostros muy distintos. Pero sólo eso, una frase.
Y tal vez por eso el aforismo no pueda constituirse en género. Porque una frase puede ser de cualquier género. O sea, encontrarse embutida en cualquier género, narrativo, lírico, ensayístico.
Estaba leyendo ahora La invención de la pólvora, un estupendo libro de recuerdos y evocaciones de Aquilino Duque, y a cada paso, me voy encontrando con frases que son como hachazos, como aforismos.
Por ejemplo, ésta:
Lo peor de la pubertad no es que la vida se complique, sino las ganas que se tienen de vivir complicadamente.
O estotra:
Nunca pierden su hechizo los lugares en los que nunca se estuvo.
Y es que, donde menos lo esperas, salta la frase, digo, el aforismo.
2 comentarios:
He sentido lo mismo que tú en muchas lecturas: poemas que terminan con un aforismo, novelas que subrayan el argumento con una frase aforística, anotaciones de diarios... eso denota el carácter transversal del aforismo y su plena vigencia actual. A mí, el aforismo me encanta: es un ejercicio de filosofía liliputiense que ayuda a percibir lo que nos pasa a diario. Un fuerte abrazo, Enrique.
Muchas gracias por tu inteligente lectura y un fuerte abrazo,
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