Quizá
el mejor resumen del panfleto sobre la mujer del futurista en el
frente Filippo Tommaso Marinetti lo hayan encontrado sus amigos y
correligionarios Bruno Corra y Emilio Settimelli en el prólogo que
escribieron conjuntamente para Cómo se seduce a la mujeres
(Come si seducono le donne, 1917). Según estos, el libro se
propone: «Combatir contra los fantasmas románticos que se llaman
Mujer única, Amor Eterno, Fidelidad, es un
intento de liberar nuestra raza latina de las corrosiones venenosas
del claro de luna y de la sucia prisión de los celos.»
«Podría
parecer con esto -prosiguen- que el libro de Marinetti […] es un
documento de cinismo y de grosería. En cambio, es un libro de
agasajo y de liberación a favor de la fuerza y la libertad de la
mujer»
Entre
tanto, Marinetti, de cama en cama, y entre aventuras sicalípticas que
hay que suponer ficticias en su inmensa mayoría, nos desliza perlas
como esta: «Le mujer que no cambia de macho se pone fea antes de
tiempo, destruye su potencia magnética sexual y contribuye a
deteriorar la raza.»
En fin,
a qué seguir. Uno, que es de antiguo fiel partidario del axioma de
Quohelet, ya saben, aquello de que bajo el sol nada hay nuevo, por
mucho alarde de futurismo que quiera exhibir Marinetti, por mucho
vanguardismo que muestre, no pertenece él sino a la larguísima saga
de los lujuriosos y libertinos, a los que ya retrató Dante en su Infierno, con su
amplia panoplia de trucos y recetas para lo mismo.
Eso sí,
quizá contribuyó Marinetti con su grano de arena al desorden sexual
actualmente vigente en nuestras sociedades. Pero la saga sigue.
Después del futurismo, después de Marinetti.
(en Caín&Abel Asociados, Sevilla, Los Papeles del Sitio, 2019)
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