Se quejan los libreros -según me informa Álvaro Salvador, mi presentador en Granada- de que la Feria del Libro de este año se ha saldado con menos ventas que en anteriores ediciones, debido a su traslado al Parque Federico García Lorca, lejos del centro.
Yo, en cambio, no me quejo del poco público de la presentación -la hora no podía ser menos a propósito-, ni de los escasos ejemplares firmados. Me conformo con haber paseado de nuevo por el Albaicín, con haber podido ver atardecer junto a alguien que nunca había visto, desde el Mirador de San Nicolás, el oro viejo de las torres de la Alhambra, cuando el sol se despide de Granada. Con que la noche de Granada nos haya envuelto bajo su manto de estrellas invisibles.
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