Y entonces, si Dios ni se ve ni se toca ni se huele ni se puede aislar o descomponer en el laboratorio ni menos flotando entre aerolitos en el cosmos, según pudo comprobar Gagarin, ¿qué les ha llevado a los hombres a inventarse esta patraña duradera?
Según Savater, recogiendo las conocidas tesis de Feuerbach, el ansia de inmortalidad. Algo que, por lo visto, y contra toda evidencia, los hombres nos empeñamos en desear. Citemos:
Según Savater, recogiendo las conocidas tesis de Feuerbach, el ansia de inmortalidad. Algo que, por lo visto, y contra toda evidencia, los hombres nos empeñamos en desear. Citemos:
"De las tres funciones clásicas que los estudiosos confieren a la religión (explicar el origen del universo y de lo que somos, confortarnos ante la muerte y brindar un vínculo moral para la comunidad a la que pertenecemos) sólo la segunda sigue sin encontrar hoy una alternativa aceptable ni siquiera en los contextos culturales donde mayor aceptación ha logrado la ilustración científica y sociopolítica." (p. 67)O, más adelante (p. 69):
"Aunque otras funciones de la religión vayan haciéndose superfluas o anticuadas, la oferta de inmortalidad sigue garantizándole una cuota importante de interés popular."
Bien, yo creo que FS se va de ligero afirmando que las otras dos funciones de la religión han perdido vigencia; de hecho, creo que la segunda está basada en la primera. Si Dios no ha creado al hombre de la nada, entonces su pretensión de inmortalidad carece de sentido y de justificación.
Y en cuanto a la muerte, todos los animales la temen, y huyen o luchan si se ven en peligro. También el hombre procura evitarla o retrasarla por todos sus medios. Pero la diferencia con el animal es que el hombre no sólo la teme, es que le repugna la idea de la muerte, es que se rebela contra ella, que la encuentra inaceptable e injusta como destino. Metafísicamente inaceptable. El hombre, a diferencia del animal, relaciona, y no puede menos que relacionar, el fenómeno de la muerte con el sentido del mundo.
Si el hombre fuese un animal cualquiera aceptaría la muerte como un mal inevitable o, mejor dicho, ni siquiera sería consciente de lo que la muerte tiene de destino. Sin embargo, no es así. Porque prevé su muerte, el hombre comienza a filosofar, es decir, comienza a preguntarse qué es la vida. De la conciencia de la muerte nace no sólo la religión, sino, y acaso en mayor medida, la misma filosofía. Creo que FS estaría de acuerdo en esto. La diferencia estribaría en que, para FS, la religión brinda un consuelo inverosímil, mientras que la filosofía (se entiende que la filosofía atea) ofrece un consuelo realista.
Ahora bien, ¿qué consuelo nos puede ofrecer la filosofía? En toda su historia, sólo ha podido ofrecer dos alternativas, y eso ya desde los griegos. Una es el hedonismo; la otra, el estoicismo. En realidad, ambas soluciones no distan tanto entre sí como parece, pues ambas están basadas en el egoísmo y en la renunciación, en una especie de aceptación fatalista del destino. Son soluciones individualistas cuyo programa no puede extenderse a toda la comunidad. Algunos hombres pueden permitirse el lujo de ser egoístas o fatalistas, pero si todos fuesen egoístas o fatalistas, tanto en el sentido estoico como en el sentido hedonista, la sociedad entera saltaría en pedazos. Y si una filosofía no ofrece un solución de alcance y valor universal, entonces no es una solución. No es una respuesta verdaderamente filosófica, sino un truco de mal jugador. Y el mal jugador puede ganar una partida, pero para ganar la siguiente, tiene que cambiar de pueblo.
La ataraxía o imperturbabilidad es la filosofía de Don Tancredo, y se comprende que nunca haya conseguido muchos adeptos ni convencido a casi nadie.
Y en cuanto a la muerte, todos los animales la temen, y huyen o luchan si se ven en peligro. También el hombre procura evitarla o retrasarla por todos sus medios. Pero la diferencia con el animal es que el hombre no sólo la teme, es que le repugna la idea de la muerte, es que se rebela contra ella, que la encuentra inaceptable e injusta como destino. Metafísicamente inaceptable. El hombre, a diferencia del animal, relaciona, y no puede menos que relacionar, el fenómeno de la muerte con el sentido del mundo.
Si el hombre fuese un animal cualquiera aceptaría la muerte como un mal inevitable o, mejor dicho, ni siquiera sería consciente de lo que la muerte tiene de destino. Sin embargo, no es así. Porque prevé su muerte, el hombre comienza a filosofar, es decir, comienza a preguntarse qué es la vida. De la conciencia de la muerte nace no sólo la religión, sino, y acaso en mayor medida, la misma filosofía. Creo que FS estaría de acuerdo en esto. La diferencia estribaría en que, para FS, la religión brinda un consuelo inverosímil, mientras que la filosofía (se entiende que la filosofía atea) ofrece un consuelo realista.
Ahora bien, ¿qué consuelo nos puede ofrecer la filosofía? En toda su historia, sólo ha podido ofrecer dos alternativas, y eso ya desde los griegos. Una es el hedonismo; la otra, el estoicismo. En realidad, ambas soluciones no distan tanto entre sí como parece, pues ambas están basadas en el egoísmo y en la renunciación, en una especie de aceptación fatalista del destino. Son soluciones individualistas cuyo programa no puede extenderse a toda la comunidad. Algunos hombres pueden permitirse el lujo de ser egoístas o fatalistas, pero si todos fuesen egoístas o fatalistas, tanto en el sentido estoico como en el sentido hedonista, la sociedad entera saltaría en pedazos. Y si una filosofía no ofrece un solución de alcance y valor universal, entonces no es una solución. No es una respuesta verdaderamente filosófica, sino un truco de mal jugador. Y el mal jugador puede ganar una partida, pero para ganar la siguiente, tiene que cambiar de pueblo.
La ataraxía o imperturbabilidad es la filosofía de Don Tancredo, y se comprende que nunca haya conseguido muchos adeptos ni convencido a casi nadie.
13 comentarios:
¿Y de dónde sale que tiene que haber solución, que tiene que haber sentido, que tiene que haber consuelo?
No parece muy racional ni muy adulto ese modo de llegar a conclusiones.
A propósito de Savater, creo que hoy se hace mucha filosofía (como "se hace" mucha poesía), pero la sabiduría verdadera está muerta. Se parlotea demasiado, y se adoptan poses de cara a la galería. O como diría un castizo, se brinda al sol. La "filosofía" (la propensión al saber) no es un asunto que se estudie, o del que se escriba o diserte. Tiene que hacerse de carne y hueso con el filósofo. Los escritos ¿filosóficos? que nos venden en las librerías nos parecen falsos porque no arrancan de un pensamiento verdaderamente sentido, sino impostado. El filósofo tiene que mirarse en el espejo y contarnos qué ha visto, sinceramente. Pero la filosofía no se consume en un exabrupto del estilo "creer en Dios es una paparruchada". Eso no es filosofía; es directamente una simpleza y una ordinariez.
EL FILÓSOFO SALTARÍN:
El primer salto lo pega sobre un principio básico del derecho llamado algo así como "onus probandi", que viene a significar que al que acusa de engañifa le corresponde demostrar la engañifa: ¿De dónde sale que el acusado tenga que demostrar su inocencia? Que demuestre Savater la inexistencia de Dios o que se deje de engañifas y ofensas.
El segundo salto lo pega directamente sobre la argumentación, cosa que se supone que es su oficio: ¿Desde cuándo la indemostrabilidad de la existencia demuestra la inexistencia? No parece muy racional ese modo de llegar a conclusiones (adulto desgraciadamente sí, de lo más). El Sr. Savater podríamos decir que se inventa -y se calla- la mayor (Siento mucho no identificar el silogismo, más que nada por quedar bien delante de Ignacio para que no me llame irracional, pero hace muchos años del Disamis-Datisi...y no me siento capaz). El silogismo que Savater plantea, si no nos saltamos la primera, sería éste:
Premisa 1: Si Dios existe ha de ser demostrable.
Premisa 2: No es demostrable.
Conclusión: Luego no existe.
Vale. ¿Pero ha dicho alguien que la existencia de Dios tenga que ser demostrable?
Insisto: que demuestren ellos su inexistencia, pero científicamente, nada de ilustraciones sociopolíticas ni genialidades por el estilo. Por cierto ¿la "función" de brindar un vínculo moral a la comunidad está entre las que han encontrado una alternativa aceptable (???) o quizá entre las que van haciéndose superfluas o anticuadas?
Creo que hay que "separar el trigo de la paja". Hay gente que publica libros para que ignorantes podamos progresar en el Conocimeinto, libros que nos simplifican las inmensas dificultades de los progresos de la frontera. Permítanme ponerle algunos ejemplos:
He sido incapaz de comprender el "Tractatus Logico-Philosoficus" de Ludwig Wittgenstein en las varias ocasiones que lo he intentado. Sin embargo el libro de Ray Monk sobre este filósofo me pareció fundamental para comprender lo fundamental que fue su "aportación al Conocimiento" del siglo XX.
Estoy "liado" con "El Camino a la realidad", de Roger Penrose, si no fuera por este libro, tendría que renunciar a intentar acercarme a entender la Teoría de Cuerdas.
He llegado a la conclusión de que no se puede trivializar sobre ciertas cuestiones, y lo que es más importante sobre ciertos seres humanos, casi todos desconocidos para la mayoría de la gente.
Mi conclusión actual, que deriva de mi ignorancia y que está sujeta a que hoy, mañana o nunca alguién más inteligente sea capaz de hacer un razonamiento o argumento que la desarme, es que el problema de la transcendencia es irrelevante. Como leí hace ya algún tiempo, es un problema cuyo esfuerzo conduce a la melancolía, por inútil.
Lopera, pon que te enamoras profundamente de alguien. ¿Piensas que puede aparecer alguien más inteligente que tú y desplegarte un razonamiento que te desarme el amor? Y dejando lo del enamoramiento, que desde el niño de la venda tiene mala prensa, piensa en algo como la vocación, por ejemplo: Hay gente que tiene la suerte de saber que tiene que dedicar su vida a "esto", que todo los lleva hacia allí, su afición, sus talentos... que sólo así tendrá sentido y serán felices. ¿De qué clase de razonamiento o argumentación procede ese conocimiento? ¿te parece que es provisorio, válido sólo mientras no aparezca otro más listo y más leído que pueda demostrar que se equivocan?
Otro ejemplo: Pon que te vas a la nieve un día de lo más nublado y vuelves con la cara quemada. Que la cara te abrasa es un hecho; que te quemó el sol escondido es una conclusión, no lo has visto, tan no se le veía que ni te dabas cuenta de que te estabas quemando. ¿Qué te parecería que llegara Savater debajo de una gorra a decirte que tu engañifa le ofende personalmente, o el intelectual más profundo y exquisito empeñado en demostrarte con la biblioteca bajo el brazo que las chapetas son irracionales y, por lo demás, completamente irrelevantes?
¿Irrelevante el problema de la trascendencia? Suscribo punto por punto la argumentación de CB. ¿Por qué será que los que van de racionales se agotan al primer razonamiento? ¡Qué poco lógica que es la lógica de los que van de lógicos!
Esa última analogía es especialmente reveladora: tenemos razones de todo tipo para concluir que ha sido el sol el responsable de las chapetas. Que no se viera tras las nubes es irrelevante frente a la acumulación de datos a favor.
Difícilmente puede aplicarse la comparación al caso del dios personal de los cristianos, ese ser contradictorio en sí mismo que reúne los atributos inmutables y solidificados de las descripciones filosóficas del Todo (Motor inmóvil, Causa última, etc) y los propios de un ser vivo en el tiempo y consciente (sentimientos, criterios, decisiones)... Sobre ese individuo resulta que además de no vérsele no hay ningún dato que abone su existencia, por no decir ya su descripción.
¿Demostrar la impostura? Me basta con señalar lo llamativamente improbable e irracional que es. No puedo demostrar que es imposible que el Betis gane la liga este año, pero estoy seguro de ello; y con seguro quiero decir seguro, al cien por cien. En la vida diaria descartamos cientos de improbabilidades extremas cuya imposibilidad total es indemostrable por medios lógicos.
Colocar en el cincuenta por ciento la probabilidad racional de que tal ser exista (porque los creyentes dicen que existe de verdad, no que sea una metáfora o un artificio útil), como si no hubiera indicios que valorar, es una falacia de lo más torpe que no cuela hace siglos.
Demuestren ustedes más bien por qué no son reales otras fantasías alternativas (Odín, los elfos, el spaghetti volador), o concédanles el mismo nivel de certeza, el que deriva de la voluntad del creyente.
¿Tan difícil es aceptar que las creencias son antirracionales y defenderlas desde ahí, como hace cb en su segundo post, que hace inútil el primero?
(Por cierto, nadie ha contestado a mi primera pregunta)
Que Dios no sea evidente, no convierte su existencia en una creencia irracional. Se puede creer en Dios, y fundar racionalmente la fe. E incluso ambas cosas dos por separado. Pero si Dios fuese evidente, de tal modo que hiciese fuerza a creer en Él, la religión perdería toda su gracia. Porque lo bueno de creer (como las mejores cosas en la vida) es ser "de gratis" y enteramente libre. Que haya ateos, escépticos, indiferentes, hedonistas, impasibles y todo lo demás, no reduce en nada la gracia de creer.
Joaquín: que Dios no sea evidente como un axioma o una prueba de laboratorio no es que no tenga gracia, sino que quedaría negada la libertad humana. Todos estaríamos obligados a aceptarlo. Y además, Dios ya no sería Dios, sino "una cosa".
Lopera: me sorprende que alguien que lee a Roger Penrose (pienso en sus teorías sobre la mente)crea que la trascendencia es irrelevante.
Ignacio: sí, se me olvidó que aparte del hedonismo y del estoicismo, hay otra alternativa: el nihilismo. Pero Cioran, que se pasó la vida aconsejando a todo el mundo que se suicidara porque la vida no tenía sentido, nunca se cortó las venas ni se enchufó al grifo del gas.
Verá: es que yo, tal vez ingenuamente, creo que el diagnóstico ha de ser independiente de los sentimientos y la voluntad.
Uno (primero) percibe, deduce, concluye, ve que no hay nada parecido a un sentido, un propósito, un destino último.
Y (luego) uno se hace un programa de vida, lo mejor que sabe, a partir de lo que es, no de lo que le gustaría que fuera.
Cambiar el orden es lo que me parece pueril e indefendible.
Y por otra parte: ¿suicidarse? ¿por qué? A mí me parece que la vida sin sentido es aceptable... o mejor, que es lo que es, lo que tenemos, un material con el que trabajar. He nacido, estoy en el mundo, tengo instintos, afectos, raciocinio, hay otros como yo, en la misma situación, con los que relacionarme y organizarme. Creo que con ese menú hay que ser idiota para aburrirse. No echo en falta un sentido, ni siquiera sé qué es exactamente un sentido.
Muy mal me explico: en ningún momento he planteado la fe como algo irracional, sino como una certeza a la que no se llega por la vía del raciocinio. En el segundo post simplemente hablaba del modo de acceso a ese conocimiento, que al no proceder de la argumentación tampoco es desmontable por ella.
Dios no es demostrable al modo lógico matemático, pero sí es mostrable, y en ningún modo es contrario ni a la experiencia (hay multitud de indicios a favor, sólo hay que querer verlos, o, mejor dicho, sólo hay que no negarse a verlos) ni desde luego a la razón.
Lo que es irracional es que los que nos acusan de a-científicos, se desmarquen de la demostración científica, se escurran por el cálculo de probabilidades, salten de la improbabilidad a la imposibilidad, se descuelguen con chorradas tipo elfos, y sin embargo sigan creyéndose en posesión de la racionalidad en exclusiva. No queda un poquito para Kant, ni una miga para Ratzinger, nada para la inmensa nómina de científicos creyentes que encuentran en la física y en la química y en las leyes que rigen el mundo el rastro de un Creador... todos ellos irracionales y tontos. Ignacio y Savater han dicho.
A que tenga que haber sentido apunta el simple hecho de percibir el sin-sentido como tal. Y el que lo hay, y también consuelo. He dicho, que también tengo derecho.
Vamos a ver, lo que yo digo es que son ámbitos inconmensurables.
La razón y el sentido común señalan el absurdo de la idea, pero es una idea impermeable a la crítica, porque en realidad se trata de un sentimiento disfrazado. No se pueden contraargumentar el amor ni la fe, está claro.
Pero tampoco se los puede presentar como argumentables sin insultar a la inteligencia (una señora, por cierto, que se deja insultar sin represalias).
Los sabios que son creyentes lo serán, imagino, con el lado del cerebro que se dedica a los sentimientos, y tendrán, imagino, el buen gusto de no pretender otra cosa. Afirmarán tranquilamente cosas contradictorias y dirán, qué sé yo, que sólo lo son para nuestra visión limitada, que los contrarios se funden en el absoluto, words to that effect. Pero no pueden decir, sin ponerse en ridículo, que sean creencias razonadas y razonables. Es que simplemente no lo son.
(Y otra cosa que son esas creencias es recibidas. Eso se olvida muy a menudo. Todos los cristianos que hay en el mundo lo son porque los han adoctrinado otros cristianos, que no me vengan con milongas de experiencia directa. Eso, el sentimiento que llaman fe, viene después. Pero primero te lo cuentan personas a las que se lo han contado otras personas que lo han leído en libros escritos por personas. Y sobre las ideas recibidas existe una muy buena costumbre: cuestionarlas).
En fin, insisto, ¿en qué se diferencian los ángeles de los elfos, o el dios de la biblia de Júpiter tonante, por qué habría de ser racional creer en unos y no en otros?
Y por cierto, el rechazo de la improbabilidad elevadísima como método de descarte de ideas es una muestra especialmente evidente de nihilismo. Y conduce a la inacción intelectual: nada es refutable al cien por cien, basta con señalar los límites del lenguaje o de la mente para dejar abierto un resquicio a cualquier cosa.
Los seres racionales usamos probabilidades y aproximaciones todo el tiempo, no veo por qué hay que renegar de ellas.
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