OFERTA: ¿Podría definirse la poesía como aquel género literario en el que la oferta supera siempre con creces a la demanda? En escribir un mal poema se pueden tardar diez minutos escasos, pero incluso para escribir una mala novela se necesitan varios meses. Ergo, siempre habrá más poetas que novelistas. Lo cual no quiere decir que la poesía sea el único género con exceso de oferta, como sabe bien cualquiera que haya intentado colocar una novela en una editorial o en un premio, y como saben, mejor que nadie, los editores.
PREMIOS: Existen tres clases de premios de poesía: los que buscan publicidad gratis para un libro, los que buscan sólo cuadrar el balance de una institución en el apartado de gastos sociales y los que aspiran a convertir un valor político en un valor poético (o al revés, que es casi lo mismo). Los primeros los suelen convocar las editoriales, los segundos las instituciones financieras o las administraciones locales, los terceros la academia sueca, el ministerio de cultura o las consejerías autonómicas del ramo de agitación y propaganda.
PUBLICIDAD: Las editoriales no suelen gastarse mucho dinero en publicidad para sus libros de poesía. Sí abundan, en cambio, las reseñas. Pero, ¿quién se cree ya las reseñas? Claro que esta pregunta nos lleva derechos a otro binomio no menos porblemático e imposible de tratar aquí: crítica y mercado. Dejemos tan sólo apuntada una de las funciones de la crítica: dar publicidad. Y no es la menos honrosa de sus funciones.
PRODUCTO: El objeto o producto que se compra y vende en el mercado poético no puede ser la Poesía o la Belleza, sino algo más restringido, concreto y objetivado, del mismo modo que cuando adquirimos un coche no adquirimos la Velocidad, sino determinado número de cilindros, ni la Libertad, sino una mayor movilidad potencial, ni lo Aerodinámico, sino un determinado diseño de la carrocería. En poesía, el objeto mercantil es inevitablemente un poema o conjunto de poemas al que accedemos a través de un soporte físico. En ese poema, o poemario, habrá cierta dosis de Poesía pero, como en el caso del vehículo de motor, el propietario del soporte y usuario del contenido, valorará, de manera imprevisible y aleatoria, las diferentes dimensiones implícitas en el objeto que ha adquirido. Por ejemplo, puede valorar más el soporte que el contenido.
PRODUCTOR: El lírico firmante. Sus herederos. Eruditos descubremanuscritos y anotalotodo. Juanramonianos a destajo, pessoístas de baúl y antólogos por cuenta y riesgo.
SECTOR PUBLICO: ¿Deben retirarse del mercado todas las consejerías, consistorios provinciales o municipales, cajas, kutxas y caixas, además de fundaciones mil, dejándolo todo en manos particulares? No. Primero, porque están en su derecho. Segundo, porque, si no siempre literario, cumplen un inestimable cometido de bienestar social y terapia recreativa. Aunque inflen la nómina hasta el aburrimiento y confundan, por lo general, la poesía con la egiptología.
SECTOR PRIVADO: El editor de poesía, propiamente dicho, es sólo el de poesía nueva. Los demás editan clásicos, textos escolares o éxitos de venta. Sólo el editor de poesía apuesta por la poesía. Desgraciadamente, sólo suele apostar por la poesía, sin que le preocupe mucho —aunque de otra cosa se nos queje— venderla.
UTOPÍA: ¿Cuál puede ser nuestra utopía? ¿Que desaparezca el mercado? ¿O, por el contrario, que el mercado se amplíe —mejor oferta, mayor demanda— y que la poesía, ya que acude a la plaza, se rija por sus leyes? Desde luego, esto último mejor que aquello. Primero, porque para que haya mercado tiene que haber libertad. Segundo, porque el mercado implica responsabilidad, marca, garantía. Y tercero, porque el mercado comporta variedad: de calidad, de gamas, de precios. Basta de poéticas, de generaciones, de manifiestos. Pidamos, simplemente, libertad de mercado para la poesía. Y ya que eso sea necesario, pero no bastante, y siguiendo las recomendaciones de la OCDE, deseemos que a ese mercado concurran empresarios competitivos y competentes. Esos que saben arriesgar y apostar, pero no a tontas ni a ciegas y, sobre todo, jamás se permiten otro criterio para editar que el de la cuenta de resultados. No es buena poesía aquella que no produce beneficios. Y en euros contantes y sonantes. Lo demás es, claro, literatura.
6 comentarios:
Creo que todos los poetas, los editores, las fundaciones y la cajas deberían leer estas reflexiones. ¡Ojalá haya más de esto en tu bitácora! Un abrazo
Que yo sepa, la poesía “nueva” es un género de ventas mínimas en cualquier país occidental y con mercado libre. A menos que hablemos de un Seamus Heaney o un Ted Hughes. Los únicos países en los que esta poesía se vendía masivamente eran los del telón de acero, probablemente porque en sus desoladas librerías sólo se podía escoger entre el plan quinquenal del comité central del PC de Kajastán y un ocasional libro de versos. La poesía es y será un género de minorías. Por mucho marketing que puedan hacer sus editores, se venderá poco. Lo que sí podría ampliarse es el número y el conocimiento de sus lectores (ya que no su sensibilidad). Termino: todos sabemos que en España las reseñas que se publican son puro ajuste de cuentas, ya en el debe o en el haber. En los últimos meses me sorprendió mucho la diligencia con que algunos folletones culturales reseñaron el libro del actual ministro de cultura. En eso no hay derecha ni izquierda.
La verdad, Enrique, en lugar de tres entradas, podrías haber presentado más de una docena, porque son tantos los contenidos en cada una de ellas, tantas las sugerencias, que es difícil elegir para comentar. Me quedo, por ejemplo, con la crítica. Está claro que la "especializada" no es fiable (los intereses editoriales son tantos que hacen casi imposible su imparcialidad), pero surge una nueva crítica en blogs bastante prestigiosos que puede modificar esa tendencia.
Yo he hablado con algún editor de premios poéticos que reconoce que no ganan los premios los mejores o no se publica siempre lo de más calidad, sino que hay muchos intereses creados.
Esta desengañada serie es un auténtico parricidio literario de 'la poesía realmente existente'. Alquien te pedirá una palinodia, Enrique...
Lo mejor de esta miniserie han sido vuestras opiniones. Me temo que tendremos que seguirle dando vueltas al asunto. ¿Puede tener la poesía un hueco en el mercado? ¿O acaso ni lo neceita ni le conviene?
Me ha parecido muy interesante tu análisis microeconómico de la poesía, Enrique. Discrepo contigo justo en tu última afirmación: "No es buena poesía aquella que no produce beneficios". Las leyes del mercado no miran la calidad, sino la cantidad y el precio. Por ejemplo, coincidirás conmigo en que las tertulias de la telebasura no son buenos programas, y sin embargo son los que dejan mayores beneficios a las televisiones.
En cuanto a la intervención pública, no creo que proporcionen demasiado bienestar, salvo a los que reciben los premios y ven editadas sus obras. En general soy poco partidario del intervencionismo, salvo en casos extremos. Pienso que la poesía no necesita del Estado para gozar de buena salud; siempre ha sobrevivido a tiempos de crisis, y ahora también saldrá adelante, aunque sea gracias a blogs que se escriben por el mero placer de compartir poemas. Creo firmemente que el poeta, al menos por ahora, debe olvidarse de ganarse la vida con sus versos. La ley del mercado es inapelable.
Un abrazo.
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