Ya olvidado su antiguo destino de granero, un buen día lo convirtieron en depósito de libros. Yo fui uno de los primeros socios de aquella recién estrenada biblioteca municipal. Mi carnet de lector era el número once. Los diez que me antecedían eran, creo, el alcalde y los concejales. Yo creo que eran socios de oficio y protocolo. Y siempre he tenido el secreto capricho de creer que, en realidad, fui yo el primer socio lector, verdaderamente lector, de aquella biblioteca. Ahora, calculo, deben de estar todos muertos. Ahora soy yo, al menos in pectore, el carné número uno. El primero de la fila.
LA FRASE
"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."
Sir Arthur Conan Doyle
Sir Arthur Conan Doyle
lunes, 18 de mayo de 2009
La biblioteca
El edificio, mandado levantar en tiempos del rey Carlos III para pósito de granos, daba a una plaza que había sido antiguamente la era del pueblo. Pero una fuente, unas palmeras, unas jacarandas, unos bancos en torno, la habían convertido definitivamente en plaza o paseo, borrando cualquier vestigio de la era antigua, que nadie vivo había conocido. Allí, conservando el nombre, aquel edificio, el pósito.
Ya olvidado su antiguo destino de granero, un buen día lo convirtieron en depósito de libros. Yo fui uno de los primeros socios de aquella recién estrenada biblioteca municipal. Mi carnet de lector era el número once. Los diez que me antecedían eran, creo, el alcalde y los concejales. Yo creo que eran socios de oficio y protocolo. Y siempre he tenido el secreto capricho de creer que, en realidad, fui yo el primer socio lector, verdaderamente lector, de aquella biblioteca. Ahora, calculo, deben de estar todos muertos. Ahora soy yo, al menos in pectore, el carné número uno. El primero de la fila.
Ya olvidado su antiguo destino de granero, un buen día lo convirtieron en depósito de libros. Yo fui uno de los primeros socios de aquella recién estrenada biblioteca municipal. Mi carnet de lector era el número once. Los diez que me antecedían eran, creo, el alcalde y los concejales. Yo creo que eran socios de oficio y protocolo. Y siempre he tenido el secreto capricho de creer que, en realidad, fui yo el primer socio lector, verdaderamente lector, de aquella biblioteca. Ahora, calculo, deben de estar todos muertos. Ahora soy yo, al menos in pectore, el carné número uno. El primero de la fila.
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