Querido Andrés: me piden unos versos
amigos que hoy fondean en el puerto
abrigado y seguro de tu obra,
que es árbol alto de inmarchitas hojas.
Y, aunque torpe, inseguro, tropezando
en acentos y en rimas, un abrazo
quiero enviarte a ti y a tu poesía,
que en mi tiniebla ha sido llama viva
que alumbra y da calor en esas horas
turbias e inciertas en que un hombre añora
un no sé qué, un vago sentimiento
que el poeta modula, verso a verso.
Tú bajaste de la alta serranía
a la llana muralla de Sevilla,
y hoy te alejas de nuevo, en ese barco
que une orillas de sangre y verbo hermano.
Feliz viaje, Andrés, de sur a norte,
que te eligió quien sabe y quien conoce
la ley del oro que en tu verso brilla,
y se cotiza al alza en dos orillas.
Tú no mires el ripio, mira sólo,
Andrés, amigo, la amistad sin dolo
que transforma mi pluma en un pañuelo,
diciendo adiós, diciendo buen regreso,
y feliz singladura a vida y obra,
a que aún deseo sus mejores horas.
Andrés Mirón falleció en accidente de tráfico el ocho de octubre de 2004, cuando la vida parecía sonreirle por fin en tantos aspectos (vida y obra...). Hoy he querido acordarme o, mejor dicho, me he acordado sin querer, de este buen amigo y excelente poeta, cuya ausencia aún duele.
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