Todos admiramos el célebre y memorable soneto de Quevedo titulado "A Roma sepultada en sus ruinas":
Buscas en Roma a Roma ¡oh peregrino!
Y en Roma misma a Roma no la hallas:
Cadáver son las que ostentó murallas,
Y, tumba de sí proprio, el Aventino.
Yace, donde reinaba, el Palatino;
Y limadas del tiempo las medallas,
Más se muestran destrozo a las batallas
De las edades, que blasón latino.
Soló el Tíber quedó cuya corriente
Si ciudad la regó, ya sepoltura
La llora con funeste son doliente.
¡Oh Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura
huyó lo que era firme, y solamente
lo fugitivo permanece y dura.
Pero ocurre que este soneto de Quevedo no es de Quevedo, sino una versión de un poema latino escrito en la segunda mitad del XVI por Janus Vitalis Panormitanus (o sea, Giovanni Vitali de Palermo):
El poema de Vitali alcanzó tanta fortuna, que al menos conocemos once versiones en cinco lenguas distintas. Una de las más célebres, y anterior a la de Quevedo, es la de Joachim du Bellay (1522-1560):
Les Antiquités de Rome
Nouveau venu, qui cherches Rome en Rome
Et rien de Rome en Rome n'aperçois,
Ces vieux palais, ces vieux arcs que tu vois,
Et ces vieux murs, c'est ce que Rome on nomme.
Vois quel orgueil, quelle ruine : et comme
Celle qui mit le monde sous ses lois,
Pour dompter tout, se dompta quelquefois,
Et devint proie au temps, qui tout consomme.
Rome de Rome est le seul monument,
Et Rome Rome a vaincu seulement.
Le Tibre seul, qui vers la mer s'enfuit,
Reste de Rome. ô mondaine inconstance !
Ce qui est ferme, est par le temps détruit,
Et ce qui fuit, au temps fait résistance.
Uno observa estas cosas y se pregunta: ¿En qué diablos consiste la originalidad? Y se responde, después de mucho pensarlo, no crean, que cualquiera sabe.
11 comentarios:
La verdad es que hoy me siento defraudado con Quevedo. El soneto a Roma era uno de los pocos suyos que me sabía de memoria, junto con “Amor constante más allá de la muerte” y algunos más (desgraciadamente, no se me da nada bien citar a los poetas de memoria), y yo había leído, en efecto, que este poema estaba inspirado en unos versos escritos en latín (lo cual me parece absolutamente normal, dado que en el Barroco, al igual que en el Renacimiento, eran habituales las imitaciones de los clásicos griegos y latinos y de los humanistas italianos), pero desconocía que hubiera once versiones de este soneto en cinco lenguas diferentes. Sin duda, esto no hubiera pasado si los arquitectos de la torre de Babel jamás hubieran intentado levantarla.
Por otro lado, nunca debiera olvidarse que la originalidad absoluta no existe. Todo poeta es hijo de una tradición, que influye más o menos en su obra, y una obra absolutamente original, es decir, que hubiera quebrado todos los vínculos con esa tradición, podría ser absolutamente incomprensible para los lectores. Quizá, en vez de lamentar la escasa originalidad que demuestra Quevedo en este soneto, debiéramos celebrar que el humanismo italiano haya sido tan fértil que diera lugar a once versiones de un solo poema escrito en latín.
Un saludo.
Puede ser que tengamos una idea errónea de lo originario, y de lo original. Cada vez que un poeta imita, y repite un tema, una forma, una expresión, regresa al origen, y en ese sentido puede calificarse de original.
Pues me toca usted una de mis mayores deudas (soy poco amiga del autoenlace, pero en esta ocasión no me he podido contener).
Quevedo for ever.
El que sepa "imitar" así, que lo haga.
De un burdo ladrón a un poeta que reinterpreta su tradición y sus lecturas hay trechos muy largos que no siempre llevan a Roma. Ni todo el mundo es Quevedo.
Pero Roma es de todos, como las palabras.
Interesantísima entrada.
Saludos.
Ramiro: También yo admiro mucho este soneto y es de hecho uno de los pocos que me sé de memoria.
Joaquín: Me gusta eso de que ser original es ir al origen.
Y, por supuesto, Olga, una cosa es la imitatio, y la tradición, y otra el plagio sin genio.
¡Tomá! Una muestra más de que lo que no es tradición es plagio. El soneto sigue siendo genial y, que tenga que ajustarse a un precedente, a mi modo de ver lo hace tanto o más valioso.
Y, ojo, que Borges dice que el "polvo serán, más polvo enamorado" Quevedo lo tomó de uno de los clásicos (Ovidio, creo recordar).
Muy buena entrada Enrique, muy buena.
A veces a Quevedo se le quedó una sola cara.
Yo no veo problema alguno en las imitaciones, y ésta de Quevedo es genial, simpre que se citen las fuentes. Si no, la cosa se acerca peligrosamente al plagio, por muy buena que sea.
Hombre, que la versión sea más o menos afortunada (en este caso, más, más) no quita para que siga siendo versión. El hallazgo verbal de buscar a Roma en Roma y la paradoja de que el río que fluye sea lo único que a la postre queda corresponden al autor original.
Y lo demás, lo de enmedio, con mis respetos para don Francisco, es carpintería, o en este caso ebanistería fina.
Para mí lo más relevante de esto es que eso de que lo fugitivo permanece y dura, no es una idea ( ni en el contenido ni en la forma) de Quevedo, pues eso lo copio tal cual.
Gracias, Enrique, por tus revelaciones.
Carlos.
Enrique, mejor es que quites del blog mi comentario anterior. Lo de permanece y dura es de Quevedo, pero con la distribución del soneto y las prisas leí el soneto como si no fuera de Quevedo... En fin mejor que quites este y el anterior comentario de tu blog.
Carlos.
Pues lo siento Carlos, pero acabo de autorizarlos. De todas formas, creo que se pueden eliminar, aunque tampoco veo por qué. Quevedo nos muestra el límite tan díficil de precisar entre la tradición y el plagio. Su soneto es magnífico, aunque no sea "origianl" (sea eso lo que sea).
Si eres el Carlos que imagino (Tiempo al tiempo...) un fuerte abrzo. Y si no, también.
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