Como cirujano cardiovascular, estaba acostumbrado a abrir el pecho de sus pacientes, a pararles el corazón por unas horas, a reanimárselo después, a hacerlo latir más rápido o más lento... Ahora, eso mismo se lo estaba haciendo a él una mujer. Pero sin necesidad de bisturí. Y, además, sin anestesia.
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A los pocos segundos de morir, compareció, como era preceptivo, ante Dios. Entre pedante y provocador, lo primero que le dijo a Dios es que había sido ateo toda su vida, es más, que ni siquiera ahora creía, que estaba seguro de que se trataba de un sueño, tal vez de una pesadilla.
Entonces Dios, con gesto apesadumbrado, le respondió: - Es cierto, hijo, pero no como tú crees. Tú mismo te has condenado a no verme más que en sueños... por toda la eternidad. Así, pues, continúa soñándome.
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Cuando la besó en los labios, en los suyos notó un agrio regusto a azufre. Entonces el poeta decidió que escribiría un poema para contar allí lo que no podría contar a sus amigos sin que se rieran de él. Y lo escribió. Y lo tituló "El estudiante de Salamanca".
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Estaban ya en la cama, a punto de conciliar el sueño, cuando de pronto sonaron unos golpes sordos en la puerta de la casa. Abrieron los ojos y se miraron. ¿Quién podrá ser a estas horas?, preguntó la mujer. "Es extraño, no tocan en la aldaba ni en el timbre", respondió el marido, "esperemos a ver". Pasaron unos interminables minutos. Volvieron a sonar los golpes, cada vez más débiles. Y, de pronto, dejaron de sonar. Y se durmieron.
A la mañana siguiente, al bajar al porche, descubrieron unas manchas de sangre sobre el empedrado. Como probos ciudadanos que eran, decidieron acudir a la policía, a dar parte de lo sucedido. Pero la policía los tranquilizó. "No se preocupen, no fue nada, no era nadie, un judío asqueroso que pretendía darse a la fuga."
Esa misma noche les costó conciliar el sueño.Cada vez que estaban a punto de conseguirlo, algo les despertaba. Hans y Wilhelmine seguían oyendo unos golpes sordos en la puerta de abajo. Y no bajaban a abrir.
6 comentarios:
Qué bueno el segundo. Me encanta.
Una mujer cruel, un hombre condenándose a sí mismo, poetas y cobardes. Mucho en pocas palabras.
El título de la entrada supongo que los une, todos parecen hablar de algo cuya presencia o cuya falta cambia radicalmente cada situación: ¿corazón, fe, poesía, valor?
No sé.
Me quedo releyendo:-)
Me gustan.
El cuarto es el más narrativo y me gusta más que los otros. El segundo es estremecedor.
Muy buenos, el segundo es el que más me llega, excelente.
A mí me gusta mucho el primero, elegante y evocador. El segundo, también. Me ha recordado al famoso sueño de San Jerónimo, que cuento aquí para quienes no lo conozcan. Andaba el bueno de Jerónimo (aún no era San) leyendo a los autores paganos más de lo debido y una noche soñó que era conducido al Juicio Final. Dios le preguntó: "¿Tú eres cristiano?". A lo que él respondió que sí. Pero Dios le reconvino: "Tú no eres cristiano, tú eres ciceroniano". Aquel sueño no sólo le hizo volver a la senda de las Escrituras, sino que inició una tradición de sueños semejantes que recorre toda la Edad Media.
Un abrazo.
El primer microrrelato podría acabar con moraleja: donde las dan, las toman.
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