En la rueda de prensa donde se da a conocer el ganador del premio de poesía que lleva su nombre, Manuel Alcántara, maestro venerable de columnistas, subraya que en este premio "la honradez es absoluta" y "las plicas se abren cuando se sabe cuál es el poema premiado".
De la honradez no dudamos, pero lo que nos extraña es el argumento: "las plicas se abren cuando se sabe cuál es el poema premiado". Como si hiciera falta abrir las plicas para saber la identidad del autor.
Tan ingenuo es el argumento, tan de principiante con acné, que casi nos llevaría a pensar en el adagio: "excusatio non petita..."
Pero hoy, Domingo de Pentecostés, no queremos permitirnos ni un mal pensamiento.
Además, el ganador de este año es Luis Alberto de Cuenca, razón más que suficiente como para no tener que justificar el galardón.
7 comentarios:
Menuda sorpresa se llevarían al abrir la plica del ganador.
¡Cuánta razón tienes Enrique!
A veces, los autores se huelen a distancia, y aún con las plicas lacradas.
Pero si basta una llamada para decir "me he presentado con tal seudónimo" y listo. ¿A quién se pretende engañar?
Tengo noticia de que Fernando Iwasaki prepara un libro de relatos con el título de "España, aparta de mí estos premios", sobre el asunto. Promete ser divertido.
Sobre esto de los premios hay pa dar y regalar en cuanto anécdotas.
Aporto estas dos.
Fui jurado en un premio. Yo defendía un libro (naturalmente, sabía de quién era), pero el resto del jurado, en piña, apoyaba a otro del que no sabían nada pero decían que tenía que ser de un autor joven, por su lenguaje "rompedor". Al final, el autor joven resultó ser sexagenario y estar jubilado. El verdadero joven era el que yo defendía y no me importa decir quién era: Enrique Barrero, y su libro, sigo pensando hoy, era el mejor de todos. Lo que callaré es el nombre del premio y el resto del jurado.
Otra.
Hace poco un poeta sevillano, S., reconocido y antologado, y entre los mejores de su generación, me contó que se había presentado recientemente a un premio (de los de plica cerrada): pues el premio fue a parar a un ama de casa que llevaba seis meses asistiendo a un taller de poesía.
Visto lo visto, quizás sea lo mejor que si un buen poeta se presenta a un premio, esa información llegue a algunos, si es que no todos, los miembros del jurado.
Para evitar pifias y resbalones. Porque con algunos jurados, el mismísimo Bécquer que se presentara no lo ganaría.
He aquí el poema de Luis ALberto de Cuenca:
PASEO VESPERTINO
para Alicia
Tú y yo, amor, a caballo, por las suaves
laderas de un crepúsculo dorado
que vira a negro, tú y yo, luces tibias
frente a la oscuridad que va anegando
esta parte del mundo, rienda suelta,
sendos halcones en los puños, campo
a través, contra el tiempo de la muerte,
a favor de la vida y del verano,
contra cerrojos, contra cicatrices,
contra el silencio, contra el desamparo,
contra esos templos donde se refugian,
ávidos de mentiras, los malvados,
tú y yo solos en busca de emociones,
medievales y eternos, a caballo,
rumbo a ninguna parte, mientras brota
la orquídea de la noche a cada tranco
y queda atrás, hundiéndose en el polvo,
la borrosa silueta del ocaso,
tú y yo por los países de la bruma,
picando espuelas, dos enamorados
que unen sus corazones en la fronda
donde alumbran, gloriosos, los relámpagos,
y cabalgan oscuros por lo oscuro,
como un rey y una reina destronados.
Bueno, Enrique, entonces el problema es de los jurados, o a lo mejor esa ama de casa era una poeta eximia, mejor que el consagrado, quién sabe. En cualquier caso prefiero un fallo de esa índole en el fallo del jurado (valga la rebuznancia) a que el premio esté concedido de antemano.
Estoy de acuerdo con Jose Miguel Ridao, ya es hora de que empiece a importar más la obra que los nombres.
Señorita María, es falsa la disyuntiva que plantea: lo que importa es siempre la obra, los nombres son nombres por la obra que los sustenta. O lo que es lo mismo, los jurados premian, de eso se trata al menos, las obras merecedoras o acreedoras de un nombre.
A mi entender, hay varias clases de problemas. Uno puede residir en el planteamiento de los concursos: Los que premian un solo poema se arriesgan a conceder el premio al poema "sonó la flauta"; pienso que a eso se refería el amigo Baltanás, que seguro que no tiene nada en contra de las amas de casa.
El otro problema reside, como apunta el Sr. Ridao, en la composición y cualificación de los jurados, y, a la vez, en lo que este jurado busca en las obras presentadas: ¿voces nuevas, originalidad, fuerza y calidad poética? Para todo ello, lo mínimo que debe tener un jurado es precisamente "olfato", un sentido que lleva su tiempo adquirir y que requiere no sólo sentido poético, sino amplias lecturas y conocimientos de poesía, que lamentablemente no todos los poetas poseen. El olfato que permite oler a un autor a distancia, que en este caso efectivamente se olía sin necesidad de chivatazo, no es mala cosa, sino todo lo contrario. Permite detectar a los autores presentes y también a los depredados. Un jurado así, que hubiera "olido" la manipulación de Colinas, habría sido de agradecer en el caso del premio otorgado a la Srta. Etxevarría.
Lo que me lleva al tema que últimamente me ocupa: la eclosión de nuevos poetas en la Red, deslumbrante para los que creemos que la poesía es una necesidad del alma, y sin embargo... Qué a menudo se echa en falta la ausencia de ese jurado, la ausencia del filtro que, pese a todos los inconvenientes, representan las editoriales con sus grises y olfativos profesionales que pasan la vida entre versos... Porque, junto a algunas voces auténticas, de factura irreprochable y sorprendente hondura, generalmente con una larga trayectoria privada y que salen a la luz gracias a las nuevas tecnologías, cuántas otras apresuradas, jaleadas y aplaudidas, haciéndose un hueco en el Parnaso por la vía rápida, parásitas de algún "nombre", sin honestidad intelectual alguna y sin nariz que las detecte.
A una de estas, no diré nombres, me permití recomendarle el uso de cursivas o el reconocimiento de sus "préstamos": "soles repetidos", "patrias desoladas", "lentos petroleros", junto a multitud de trincheras, mayos en lo que se es algo, muertes en combate, mapas, descampados, mendigos, vertederos, victorias aladas, rectas, laberintos... e incontables mixtificaciones. Le hablé de la línea que separa la influencia del saqueo y de que sería noble por su parte no agradecer las alabanzas referidas a los "préstamos" y remitirlas a su verdadero autor. Y me atreví a aconsejarle, pues talento no le falta, que trabajara para labrarse con paciencia un léxico personal y su propia red simbólica, esa red en la que se entreteje la vida realmente vivida y la peculiar forma de entenderla que señalan al buen poeta. La voz, dejémoslo así, se ofendió, citó de pasada, como si de una amenaza anónima se tratara, mi absolutamente paternal comentario, que, por supuesto, no publicó, y orgullosa de su obra y de su meteórico ascenso, se despachó indignada con algo sobre la injusta existencia de dos varas de medir. No sé si me sugería que fuese a acusar de plagio al poeta saqueado. Este es el problema que plantean los jurados populares, por así decirlo, los compuestos por una buena gestión de relaciones interblogs "te comento-me comentas, te alabo-me alabas".
Disculpa, estimado Enrique, la extensión del comentario, que obviamente puedes reservar si lo consideras conveniente. Y benditos jurados y otros filtros capaces de oler a distancia.
Saludos afectuosos
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