Dicen que es árabe, pero enciclopedias y tratados de los que saben
aseguran que el patio no es más que el impluvium
romano, traído hasta la Bética. A nosotros, ahora, nos da un poco igual. A
nosotros, ahora, nos parece que el patio es el paraíso, tal como debe de
imaginarse el paraíso un andaluz.
No importa donde este andaluz haya nacido; no importa donde la
vida le haya hecho vivir. Cuando sueña con la felicidad, el andaluz se imagina
que se halla en un patio, rodeado de aspidistras y geranios, junto al frescor
de un pozo o de una fuente, con la casa, toda la casa, cerrada para fuera,
abierta para dentro. Con la única abertura del cielo recortado e íntimo del
patio. Ese cielo que la vela gobierna sabiamente, colando la luz de la zurrapa
del calor, dejando gotear estrellas al silencioso río de la noche.
No importa que esos patios ya no existan, o que sus metros
cuadrados se reduzcan. No importa que los emprendedores arquitectos sueñen para
nosotros paraísos demasiado artificiales, viviendas de diseño comprimido y
laberintos hipotecarios en cómodas mensualidades. El andaluz seguirá soñando
con patios y patinillos y corrales, con fuentes y con pozos, con claveles y
helechos sobre la cal luminosa. El paraíso es siempre lo que se pierde, el
lugar en donde ya no estamos, pero adonde no perdemos la esperanza de volver.
4 comentarios:
Qué bueno, y con resonancias sintácticas y de frase azorinianas.
desde que vi a Robert Taylor diciédole a Deborah Kerr aquello de te voy a cantá una copla...
voy cada año a Carmona y me arrodillo en el centro de la tumba de Servilia a llorar por la arquitectura...
No cabe mejor descripción del paraíso; de ese paraíso compartido por los andaluces. Gracias.
Ay Enrique, qué entrada más bonita. Te voy a decir una cosa, siempre vuelvo a ese lugar. Necesito volver y mirar y tocar, como cuando era pequeña.
* * *
eres_mi_cruz, me he mareado viendo esa tumba, jaja..., mientras tú, lloras por ella.
Llámame y me arrodillo contigo.
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