Hace unos días he vuelto a confirmar mi vieja hipótesis de que una ciudad es un universo que no se acaba de conocer nunca. Incluso una ciudad provinciana y medianita como Sevilla. Constantemente hace uno descubrimientos.
Hasta hace poco, de Juan Arana no conocía yo ni tan siquiera el nombre. Andaba yo estos días queriendo escribir, o comenzar a escribir, un ensayo que provisionalmente titulaba “La unidad del mundo y la pluralidad de los saberes” y en el que, a ciencia cierta, yo mismo no sabía lo que quería decir ni de qué iba a tratar. Precisamente por eso quería escribirlo, pues ya se sabe que muchas veces no sabe uno lo que piensa hasta que no lo pone por escrito, en cláusulas y párrafos. Vamos de la intuición a la razón, como otras veces, menos desde luego, vamos en sentido inverso, de la razón a la intuición. Y, claro, antes de nada, me di a leer lo que sobre “el asunto” hubiera escrito. Y así me fui a dar de bruces con El caos del conocimiento. Del árbol de las ciencias a la maraña del saber, que así se titula el libro del catedrático de filosofía de la universidad de Sevilla, Juan Arana. En una primera lectura me pareció que ya no tendría que escribir mi ensayo porque… ya estaba escrito. Pero luego me he dado cuenta de que el problema que el profesor Arana se plantea en su libro es parecido, pero no idéntico, al que yo me proponía tratar. Que sigo sin saber cuál es exactamente, y por eso sigo necesitando ponerme a escribirlo.
No voy a hacerlo ahora, ni voy a examinar las tesis y propuestas del profesor Arana, que eso ya lo haré en el ensayo (al que ahora titularé quizás “La unidad del saber y la pluralidad de los mundos”), si efectivamente llego a escribirlo.
De lo que quería dar cuenta ahora es de la sorpresa que me ha causado este libro, el que exista, el que sea tan claro y a la vez tan profundo (aunque no estoy seguro de que comparta algunos de sus postulados), y que su autor sea un profesor de mi misma Universidad, y que yo no le conociera ni de oídas, siendo así que posee un dilatado currículo y una larga lista de publicaciones, cuyos títulos hacen presumir su enjundia, y que por supuesto yo no he leido, pero leeré.
Y una última sorpresa: que el profesor Arana resulte ser el padre de la joven autora de Pampaluna.
Definitivamente, una ciudad, aunque sea tan medianita y tan provinciana como Sevilla, es un inmenso universo que nunca acabamos de descubrir, que nunca deja de brindarnos sorpresas. Algunas veces, agradables.
4 comentarios:
Y es el marido de una bellísima señora, que conocerás: Marita Caballero.
Te recomiendo el último libro del Profesor Arana: "Filosofía de lo cotidiano. Hojas de calendario". Son artículos sobre variados temas, muy enjundiosos y amenos de leer.
No es de extrañar que en la ciudad universitaria hispalense se den tales desconocimientos, donde tanto reina "el caos del desconocimiento".
Ánimo con su ensayo, al menos el título es sugerente...
Muchas gracias, Enrique, por hablar de mi padre en tu blog. Te recomiendo lo citado por Beades, Hojas de Calendario, y lo último que ha escrito, los filósofos y la libertad. Y también El centro del laberinto, sobre los motivos filosóficos en la obra de Borges...
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