Nunca he celebrado los cumpleaños propios; prefiero, de lejos, la onomástica.
Y es que siempre me llamó la atención ese fetichismo de lo anual. ¿Y por qué no cumplesemestres, o cumplemeses, y, hasta en determinadas circunstancias, cumpleminutos?
Tiene algo el cumpleaños como de rito laico e institucionista, de hoja de Registro Civil napoleónico.
Y es algo azaroso, triste o alegre, según las tocas, según las coyunturas y sazones.
En cambio, con el patrón se siente uno más anclado y protegido, sin el baile de horas y de años. Con el patrón que nos da su nombre y su abogacía, quizás desde generaciones, siente uno la sensación como de que el tiempo no pasa.
Y si pasa, no importa.
6 comentarios:
Muy bueno, y muy de acuerdo.
La madre de Borges murió a los 99 años, y, al darle el pésame al apenado Jorge Luis, un paisano le dijo "¡Qué pena que no llegase a los 100!". La respuesta fue digna del maestro: "Señor, exagera usted las virtudes del sistema métrico decimal".
Veo que no sólo comparto contigo santo patrón, sino fobias y filias. Lo que me alegra muchísimo. Gran entrada y ¿felicidades?
Acepto, y agradezco, las felicidades. Auunque verdaderamente no haya de qué.
Entiendo y me gusta. El aniversario es muy "laico" frente al onomástico.
De todos modos me permito sugerir que no desdeñe las "correspondencias cósmicas" en la vida del hombre; un año es una vuelta al sol y algo habrá en ello que ni el santo de devoción escapa a ello: todos los años se celebra para la misma fecha.
Soy lector hace tiempo a través de Rayos y Truenos. Saludos desde Argentina.
Saludos desde España, Juan Ignacio. La lectura es mutua.
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