La idea de Dios recorre la historia de la filosofía, de Aristóteles a Santo Tomás, de San Anselmo a Bergson, de Hegel a Sartre...
Pruebas y contrapruebas se han propuesto muchas, y de todo tipo. Quizás lo que demuestran estas pruebas, y sus contrapruebas, no es que Dios pueda ser demostrado, sino que Dios es buscado.
Juan Arana pide que florezcan mil flores y propone un nuevo argumento: el argumento de la deportividad.
Yo, animado de su ejemplo, echo mi cuarto a espadas con el argumento bibliográfico.
Es sin duda el tema más tratado, aquel sobre el que más libros se han escrito y se siguen escribiendo, ergo... no es posible pensar que la Humanidad haya estado hablando durante milenios de algo que no existe.
5 comentarios:
Entonces, espero conocer algún día a Don Quijote, al conde Drácula, a Hamlet y al Tartufo de Molière.
El argumento de Juan Arana, a la inconsistencia de todos los argumentos teístas -o ateístas,- le suma el sarcasmo del nombre. Por que es sarcasmo llamar de la deportividad, a una argumentación ventajista que presupone la necesidad de la trascendencia para demostrar la existencia de la misma.
El argumento bibliográfico, si bien no es sarcástico, adolece de los mismo: parte de la presunción de un objetivo, sentido o finalidad de la existencia; que como no puede ser otro que Dios, pues q.e.d.
Un poco de fair-play, señores.
Pues yo, estimados conblogeros, después de mucho meditarlo he llegado a la conclusión de que no puedo ser creyente porque no consigo tener fe; de que tampoco soy ateo, pues no puedo afirmar categórica y taxativamente que Dios no exista y de que no sería correcto denominarme agnóstico, stricto sensu, porque tampoco podría asegurar de manera categórica que sea imposible demostrar o no la existencia de Dios. Por todo ello he decidido adoptar un término médico y utilizarlo con sentido ontológico para definirme como agnósico, esto es, como alguien que por no saber no sabe siquiera si se puede llegar a conocer la existencia de Dios. Ahora bien, como acertadamente señala nuestro anfitrión, si tanta bibliografía se ha acumulado en torno al mismo tema… por algo ha de ser (digo yo).
¡Ah! Y conste que me siento avergonzado al confesar esto en unas fechas tan significativas como las que vamos a vivir. Y quede claro también que, a pesar de ser un negro nibelungo, tengo el espíritu navideño metido hasta los tuétanos (debe ser porque durante siglos se ha ido filtrando hasta aquí abajo a través de las rocas plutónicas), de manera que ya he puesto a trabajar a todos mis súbditos para que, en lugar de fabricarme oro y objetos encantados, se pongan a hacer bolas de navidad y todo tipo de adminículos festivos para decorar la morada nebulosa que nos vio nacer. En estos días que se avecinan, hasta las entrañas de la tierra se llenan de luz (de bajo consumo, eso sí). ¡El Nibelheim esta de fiesta!
El olímpico argumento de Arana lo habría suscrito el barón de Coubertin, y yo con él, pero ojo con ciertas metáforas, que suelen estar cargadas, como esa de las mil flores, que tanto recuerda a la de las mil rosas de Mao
Existen, Bigardo.
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