LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

lunes, 28 de agosto de 2006

Libros y autores olvidados

[Fotografía: Libros muy viejos, de Sebastián Vicencio Núñez]

Constantemente, machaconamente, los tesinandos, los eruditos, los profesores (que no necesariamente son siempre lo anterior), los editores... cualquier becario... hablan del injusto olvido de un libro, de un autor. Naturalmente, siempre se proponen reivindicarlo. Sacarlo del olvido. Encajarlo en el canon, encaramarlo en la cucaña, de la que un día desgraciadamente, silenciosamente, el autor se cayó.
Porque hay millones de libros olvidados. Y ahora Google se propone rescatarlos.
¡Que va a rescatar! Vamos, anda. Lo que se podrá hacer es trasladarlos. Trasladarlos desde los anaqueles polvorientos a los anaqueles electrónicos. Y que allí sigan durmiendo, con ligeros sobresaltos en forma de clic.
Es un gran paso, no puede caber duda. Porque permitirá que un lector acceda a un libro sin tener que viajar a un lejano monasterio benedictino o a una rara biblioteca capitular ni llenarse de polvo mugriento en un archivo.
Está bien, muy bien.
Pero, ojo: que no se nos olvide que el olvido existe, y nadie va a terminar con él. Porque si no existiera el olvido, tampoco existiría la memoria.
La misión de los profesores, de los críticos, de los escritores, de los editores, es levantar de vez en cuando la pesada alfombra del olvido. Pero la alfombra volverá a caer sin remisión sobre las frías losas del pavimento.
En una página perdida por entre sus obras completas, Azorín nos habla de un autor, fray Jerónimo Saona, agustino, y de un libro suyo, Hierarchia celestial, publicado en Barcelona en 1599. Este libro, como cabe deducir del título, trata de los ángeles, asunto interesantísimo y de trascendental importancia (lo digo sin ironía). Azorín lo califica de "admirable libro, de tan fina prosa". No se duda, no lo dudo yo al menos, pero, aparte de Azorín, ¿alguien más ha leido este libro? ¿Dónde se custodiarán los ejemplares que queden del libro de Saona? ¿Lo volverá a rescatar alguien dentro de unos años? ¿Quién lee hoy a Camilo Bargiela, a Ángel María Dacarrete, a José Antonio Zunzunegui... y la lista aun podría tener nombres más raros? Aun más, ¿quién lee hoy a Azorín, rescatador de tantos libros viejos y olvidados?
A mí me consuela creer, sin embargo, que existe un Lector insaciable cuya memoria es infinita, y que ya ha leido todos los libros, y que los ha entendido a la perfección, y hasta entre líneas. Siempre abiertos, y siempre entendidos. Todos. Borges acaso lo decía mejor:
Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria.
Y cifra en su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.

Todo el mundo, todos los libros, desde el modesto tratado de ebanistería al opúsculo científico, pasando por el blog y por el drama, por el poema y por la novela, desde el poeta excelso hasta el poetastro voluntarioso y torpón, gozan de un Lector infatigable, al mismo tiempo riguroso y misericordioso, exigente y comprensivo. Un Lector que no se ha dejado, que no se dejará sin leer ningún libro.
Y, ahora, yo me pregunto, ¿para quién escribimos?

7 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Hermosa entrada, consoladora y a la vez exigente. Para no olvidarla nunca.

GFO dijo...

Carlos Ruiz-Zafón, en "La sombra del Viento",ya plantea esa biblioteca donde se acumulan los libros olvidados por el paso del tiempo,cubiertos de polvo y huerfanos de memoria.
En Boston,(Masachussets/USA),existe una biblioteca que guarda todos aquellos libros publicados y que el inexorable paso del tiempo,ha acumulado en el baul polvoriento de los recuerdos.
Allí conviven desde ediciones únicas,a autores que lograron publicar su obra,y nunca mas se supo.
Un cementerio de elefantes,negro sobre blanco.

Anónimo dijo...

Una entrada muy interesante ciertamente... Ha mejorado mucho su blog, estimado Baltanás, con imágenes, y enlaces.
Creo que es interesante esa labor de rescate de los olvidados. Es importante, porque simpre puede ser que un rescate se imponga, y sobresalga (al menos por un tiempo). Pasó con San Juan de la Cruz... por poner un ejemplo.
Por otra parte, no deja de ser romántica la imagen de eruditos / doctorandos rescatando autores olvidados. Hasta usted podría ser víctima o agraciado de un rescate...

P.S.: Por cierto, en su interesante encuesta sobre el 27 me parece que ha olvidado algunos autores como E. Prados, J. M. Hinojosa, o Ernestina de Champourcin..., ¿no?

Enrique Baltanás dijo...

A Guti: en la Librería del Congreso de Washington también se guardan libros de todo el mundo. Pero el problema, claro, no es guardar, sino leer... Ay.
A Mora-Fandos: se escribe para un lector ideal, que posiblemente sea uno mismo, y se escribe lo que uno quisiera leer... y estoy de acuerdo, se escribe desde una tradición y para una tradición. Se escribe por muchas razones, pero esto quizás sea largo y merezca otra entrada aparte.
A Asimov: Gracias por valorar las mejoras en el blog, mis horillas me han costado...
Y sí, hasta yo podría ser beneficiario de la operación rescate, aunque entonces se debería llamar misión imposible.
Esta encuesta es una primera prueba. Debí añadir más opciones: Otros, Ninguno... Y sí, faltan nombres, aunque quizás estos nombres que apunta tuvieran pocas posibilidades.

Enrique Baltanás dijo...

Y a EGM, gracias, que se me olvidaba.

Jesús Beades dijo...

Hermosísima entrada. Me recuerda la visión tan particular que Hopkins tenía de la individualidad de cada ser, como el sabor de una fruta, irrepetible, que sólo los labios de Cristo conocen. Muy consolador, si se caen las escamas de nuestros ojos, las vanidades del mundo, y de nuestro mundo interior.

Buentes dijo...

Sin duda interesantísima entrada con un gran final con el que coincido plenamente.
Al hilo de los comentarios, creo que una persona escribe para sí misma tal y como decía Mora-Fandos [tu nombre me trae resonancias toreras, porqué??] aunque también es muy correcta la concepción de Baltanás del lector potencial que puede ser -siempre es, de hecho- uno mismo.
Creo que cuando uno escribe para sí mismo el texto adquiere más calidad porque cada persona tiene una especie de "amor propio" y tiende a una centralización en sí mismo que le hace cuidar el texto más que si fuese dirigido a un público del que él no formara parte, creo que esto es lo que le pasa a muchos escritores de relumbrón que después de grandes libros bajan el nivel al pensar los libros siguientes para los gustos de los demás y no de si mismos. Esto es una valoración personal, no sé que opinaréis.