La divinidad es trinitaria, pero la humanidad es sólo dualista. Blanco o negro, frío o caliente, izquierda o derecha, cuerpo o alma...
Hegel intentó validar el tertium datur, la Aufhebung, la síntesis superior de lo uno y lo otro. No lo consiguió. O sólo de modo retórico e imaginístico. Y, a la postre, falsario.
Seguimos pensando en términos de lo uno y lo otro. Y de lo uno frente a lo otro.
Quizás conviene que así sea, por mor del pensamiento claro y distinto.
Quizás no haya más remedio porque, simplemente, así es el pensamiento humano, así funciona su lenguaje.
Pero seguimos teniendo la conciencia dolida y latente de la radical insuficiencia del pensamiento dicotómico. De que este dualismo, en el fondo, no es sino una condena de nuestra condición humana.
Y de ahí, tal vez, provenga el sic et non, el odi et amo...
Pero aún albergo la sospecha de que el hombre posea una facultad que no sé bien cómo denominar, ¿intuición, tal vez?, mediante la cual pueda aprehender, y sin apenas estudio, la verdad verdadera.
Pero, ahora que caigo, la Verdad se opone a la Mentira, y lo cierto a lo erróneo.
Así que, nada, condenados.
1 comentario:
Hay un regusto gnóstico en eso que cuentas. Ni el bien y el mal, ni la verdad y el error son simétricos. El bien tiene entidad propia y el mal carece de ella (existe únicamente como privación), y para conocer la verdad no necesitamos ni la duda metódica cartesiana ni la fasación de Popper, basta con Santo Tomás. Lo que nos permite conocer es nuestro conocimiento agente, que permite abstraer la forma de la materia sensible, y que nos ha sido dado con el alma por el Creador, ese Niño que nacerá de nuevo el próximo día 25.
Dicho lo cual, muy sugestiva entrada, amigo.
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