LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

sábado, 16 de junio de 2007

Dios no es evidente

Y no lo es por, al menos, cinco buenas razones.

1.- Si Dios se pudiera "demostrar", probar, comprobar, experimentar, sentirse con los sentidos, entonces Dios sería "algo", una proteína, una ley física, una fuerza magnética, un teorema matemático... sería "una cosa", un objeto.

2.- Si Dios fuera evidente, el hombre ya no sería verdaderamente libre. Estaría obligado a aceptarlo. Como todos aceptamos la evidencia de la circulación de la sangre o el teorema de Pitágoras o la de la ley de la gravedad, por ejemplo.

3.- Si Dios fuese evidente y demostrable, entonces se estaría dirigiendo sólo a nuestra mente. Nunca a nuestro corazón. No se ama a un silogismo, ni a una ley física, ni a una fórmula matemática. Si Dios existe, tiene que dirigirse al hombre entero, a su alma y a su cuerpo, a su corazón y a su cabeza. Y debe ser asequible a todos, a los muy sabios y a los muy ignorantes, a los inteligentes y brillantes y también a los oscuros y a los pobres de espíritu.

4.- Si a Dios pudiera captarlo plena y suficientemente la razón humana, entonces lo divino no sería ya Dios, sino la Razón misma, que deberíamos escribir siempre con mayúscula y rendirle culto, en efecto, como Diosa Razón.

5.- Dice Girard que si Dios se impusiera a los hombres por la fuerza, "o incluso por el prestigio, por el contagio mimético, en suma, no se distinguiría de Satán". (Veo a Satán caer como el relámpago, ed. Anagrama, p. 239)

Dios, pues, no es evidente, et pour cause!
Ahora bien, ¿en dónde está escrito que el pensar humano se cierre y circunscriba a lo evidente?
Si el hombre se hubiera conformado y atenido siempre a "lo evidente" no sería el hombre, sino el animal que nunca traspasa el umbral de lo evidente instintivo.
El hombre, en la ciencia, en la filosofía, en el arte, en la religión... siempre va más allá, caminando con sus dos piernas: la física y la metafísica, el cuerpo y el alma, el corazón y la cabeza.

15 comentarios:

Joaquín dijo...

Dios no se presenta como un objeto evidente o demostrable, sino que se manifiesta (Rm 1,19.20). Si comparásemos la razón con un instrumento óptico, diríamos que cuanto más precisa pretende ser, más se estrecha su campo de visión. Así, el de Aquino sería un "gran angular" y Kant un microscopio. Ambos son consistentes, a su nivel. En el límite (por emplear una expresión del gusto de los matemáticos) el agnosticismo es una solución correcta: no podemos saber. Por eso el salto del agnosticismo al ateísmo es ilegítimo.

Pero el agnosticismo contradice la experiencia (por tanto, ¡nada más anticientífico que ser agnóstico!). No sólo sabemos cosas sin acertar a explicarlas, o sin haber obtenido evidencia de su verdad, sino que hemos venido a la tierra equipados de un afán de saber, como enseñan los filósofos antiguos. Pablo en medio del Areópago lo dijo bien: "Lo que sin conocer veneráis, esto os anuncio yo".

Enrique Baltanás dijo...

Magnífico comentario. O, más que comentario, co-entrada. Muy interesante lo de que el agnosticismo contradice la experiencia.
Gracias por la luz.

Joaquín dijo...

Claro, por no hablar de que los escépticos como Protágoras incurrían en contradicción nada más abrir la boca. Pero esa es otra historia.

Ángel Ruiz dijo...

Quizá te pueda gustar esto, que es complementario

Anónimo dijo...

1. Cierto, pero también se puede demostrar la existencia de algo, o al menos tener indicios razonables de su existencia, por sus efectos. Sería razonable suponer que una Entidad que, al parecer, da tanta importancia a cierto tipo de normas morales (amor, abnegación, caridad, protección a los débiles...), dejase en su Creación algún rastro de ellas, aparte de nuestros propios deseos, claro. Yo creo que por eso en la Edad Media se creaban esas Historias Naturales fantásticas de animales que se humillaban ante la virginidad de una doncella, minerales que al abrirlos dejaban ver la forma de la Cruz, y de ahí también la necesidad de las imágenes que lloran sangre, las curaciones milagrosas, etc.: serían ese Indicio. La Naturaleza, sin embargo, es despiadadamente ajena a esos nuestros deseos.

2. Si Dios fuera evidente (o un poco menos improbable, diría yo) seguiríamos siendo libres; porque no se trataría solo de una simple aceptación intelectual, como en el caso del Teorema de Pitágoras o las Leyes de Murphy, sino de toda una forma de vivir. ¿Cuántas personas saben perfectamente que algún acto suyo va a tener a largo plazo, o incluso a muy corto plazo, consecuencias desastrosas, y sin embargo, no saben resistirse al atractivo de lo inmediato?

3. ¿Si Dios fuese evidente y demostrable, entonces se estaría dirigiendo sólo a nuestra mente? Claro: de todos es sabido que la presencia evidente y demostrable de una hermosa mujer, de un amigo, de un paisaje, de un cochinillo al horno y una botella de rioja sólo hablan a nuestra mente, y dejan nuestra parte carnal y sentimental bostezando de indiferencia.

4. Tal vez sea cierto que si a Dios pudiera captarlo plena y suficientemente la razón humana, entonces lo divino ya no sería Dios, sino la propia Razón; pero en todo caso, ya no se trata (como antes decía) tanto de una comprensión plena y suficiente, sino de tener un simple indicio razonable de su existencia. En nuestra vida, pocas veces (nos) exigimos esa comprensión total: casi todo el mundo acepta la Teoría de la Relatividad, o la estructura atómica de la materia, por ejemplo, porque los datos de la realidad parecen confirmarlas, pero sólo son una minoría los que la captan plena y suficientemente.

5. ¿Si Dios se impusiera a los hombres por la fuerza, o incluso por el prestigio, por el contagio mimético, en suma, no se distinguiría de Satán? La más astuta treta del argumentador aquí es colarnos de rondón a Satán como algo existente más allá de las ingenuas mitologías de los pueblos del desierto (y de Mijail Bulgákov, Dios le bendiga). Y si Satán existe ¿cómo no va a existir su viejo y poderoso Rival, su ex-Jefe?


Reciba un cordial saludo (y perdone el anonimato, que desde que he visto el Código da Vinci en el cine, les tengo pánico a los del Opus; hasta voy a misa dominical en la iglesia de mi barrio, no quiero llamar la atención, no vaya a ser que me fichen por ateo...)

Joaquín dijo...

Este bienhumorado y anónimo comentario confirma punto por punto todo lo dicho más arriba, esto es, que a Dios no se le encuentra por el discurso racional (q.e.d.). Para no abusar de las citas bíblicas, ya que esto no es una predicación, os remito a la "despedida" que dispensaron a Pablo los atenienses (Hch 17,32), que también tuvo su aquél.

Anónimo dijo...

la Creación está llena de rastros de Dios, por no decir que toda ella lo es: el amor abnegado que sienten los padres por sus hijos, o la vocación por lo bueno, lo verdadero y lo bello,o esa íntima asociación entre el sentimiento de bienestar y la generosidad, la entrega y el cuidado de los otros; o la delicadeza y el derroche de maravillas en la naturaleza: ¿quién no se conmueve a la vista del primer almendro florecido, puntuales incluso bajo la nieve? etc.; y su evidencia depende, como en todo proceso de conocimiento, de la disposición y la apertura al conocimiento, y de su necesidad.

Y después, la evidencia se hace mayor, puesto que se trata de un Dios personal, en el trato o en la relación con Él. También nosotros nos cruzamos todos los días con gente a la que ni vemos ni nos ve, hasta que nos la presentan, o hasta que nos pegamos un topetazo con ellos. Después los vemos cada día y nos parece imposible no habernos dado cuenta antes de su existencia.

Y en esa relación personal es donde más claramente se aprecian los efectos y se obtienen los indicios razonables. ¿Cómo puede empezar esa relación?: Pues una manera muy natural es, como empiezan tantas otras, simplemente hablando. Así me reencontré yo con Él, como te encuentras con un amigo al que no ves hace veinte años y te sigue la conversación en el punto en que la dejaste. Así me ha llevado ayer por ejemplo, en un momento de agobio imposible, hasta un libro que nunca había cogido y que abierto al azar me dice lo que necesitaba oír... Y cosas de estas, casualidades para unos y providencia para otros, pasan constantemente.
Quien quiera que pruebe: que se quede a solas, que se arrodille -más que nada porque en esa postura la prepotencia y la disposición a ridiculizar y a juzgar quedan como bloqueadas- y que Le hable. Que Le diga: Si estás ahí, escúchame (a partir de ahí ya es cosa suya). A ver qué pasa. Porque pasa.
Ya sé que es mucho más fácil reirse o pontificar sobre la fantasía y la sugestión y bla bla bla. Pero ¿qué se puede perder?

Yo le diría aol comentarista anónimo que, una vez conocido, su amistad, su cercanía y su bondad, incondicional y constantes, son de una evidencia total, pero siempre personal e intimísima. Y que es una evidencia que le deseo que algun día alcance de todo corazón.

Jesús Beades dijo...

Para Adán y Eva (supongámoslos), ¿Dios no era evidente? Si lo era, y desobedecieron, ¿cómo se explica eso?

La teología escolástica parte de lo que perciben los sentidos, y de los principios lógicos elementales, pero considera que la existencia de Dios no es evidente. De ahí las cinco vías famosos del Aquinate.

Jesús Beades dijo...

Ah, y eso del Código da Vinci y el opus, don anónimo, no lo he entendido bien. ¿Supone usted que Baltanás es del opus? ¿o teme a potenciales lectores de este blog, que lo sean? Un tanto enigmático el final de su comentario.

Isaac García Expósito dijo...

Enrique, Dios no es evidente para los sabios. Para los pequeños, los de la fe del carbonero, como mi madre, es real.

Al contrario de lo que piensa Joaquín, el agnosticismo, ¿no será soberbia?.

El Dios cristiano se hizo carne. Gran misterio. Caminó, habló, comió y bebió entre nosotros. Murió. Resucitó. ¿Qué más se necesita para creer?.

La solucíon está en la parábola del rico Epulón: están Moisés y los profetas. Aunque se le aparezcan muertos, seguirán sin creer.

Enrique Baltanás dijo...

Agradezco y celebro todos los comentarios. Esto es como una tertulia, pero también como una clase. Una clase en la que el maestro, aparentando enseñar, lo que hace en realidad es aprender.
Creo que en mi entrada mezclaba dos cosas diferentes: evidencia y demostración. Lo que es evidente no necesita demostración.
Claro que ahí iba: que si Dios no es evidente, entonces es necesario demostrarlo. Pero, ¿cómo? Pues ahí está el quid.
Por lo demás, los comentarios recibidos son tan densos que necesito tiempo para pensarlos.

Anónimo dijo...

La cabeza sirve para lo que sirve, nos va de primera como servidora para ayudarnos a pagar el, digamos "alquiler", por el uso de las instalaciones de este mundo

Pero es una servidora curiosa, con muchísimas ínfulas y pretensiones de ser la verdadera dueña del cotarro

Por ejemplo del tema que hablas, Dios, no entiende ni papa

Enrique Baltanás dijo...

Pues sí, estoy por darte la razón, Amigo de las Plantas. Por lo menos ahora, cuando son las 14.00 horas de este día. Sí... qué humillación para la sirvienta... tan orgullosa ella.

Calzasachos dijo...

Lo del Opus y el Código da Vinci es una broma inocente, don Jesús: una eutrapelia, como decía Valera.
Los miembros (¿se dice así? ¿o numerarios?) del Opus en general no me inspiran otra cosa que –valga el oxímoron- una amistosa envidia por su firme creencia en un Poder invisible vigilantemente paternal.
La verdad es que no he leído El Código da Vinci, ni he visto la película, ni entra por ahora en mis planes hacerlo (hay tantas cosas interesantes que hacer, ver, leer, conocer, y la vida es tan corta...); pero no he podido evitar tener alguna noticia del hilo argumental de la obra (esta vez, con minúscula), y de varios de sus personajes principales.
Tampoco sé si el señor Baltanás es del Opus, aunque las posiciones intelectuales y religiosas que se reflejan en su blog no parecen, al menos a ojos de un lego en esa materia –y en casi todas- como yo, incompatibles con esa militancia (intuyo que no se dice así, pero no me viene ahora la palabra idónea); por otra parte, algunos de los lectores no ya potenciales, sino “in actu”, y asiduos, del blog del señor Baltanás, no tienen reparo en hablar a veces de la Obra como cosa propia en sus respectivas bitácoras; pero eso tampoco representa para mí un especial motivo de preocupación: es simplemente que soy así de graciosillo, discúlpeme.

Enrique Baltanás dijo...

Información para Anónimo y/o Dekarde: yo (de momento) a la única asociación a la que pertenezco es a la Sociedad General de Náufragos.
Otro día le contaré dónde y cuándo tuvo lugar mi naufragio.