LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle

viernes, 15 de junio de 2007

El mito de la democracia incruenta

Muy bien que se celebren los treinta años de la Transición, de la Constitución, de las elecciones... Pero, entre tanto autobombo, un hecho sangrante (literalmente):
"Llevamos varias décadas sufriendo las brutales consecuencias del terrorismo, sufriendo sus extorsiones y amenazas. Hoy las seguimos soportando."
Sí, la democracia española era y es una democracia vigilada, pero no por el Ejército, como se ha visto, sino por la banda criminal.
Y las brutales consecuencias no son sólo las directas, muertos y heridos, sino las indirectas, que son en realidad las buscadas, las políticas.
El título octavo es ya una primera concesión política a la banda de las pistolas. Unos mueven el árbol... La banda, en realidad, actúa como delantero del equipo nacionalista. Y no sólo del vascongado, sino de todos los demás.
Por eso está de más el voluntarismo miope:
"Treinta años de democracia son ya muchos para dejar claro, una vez más, que la violencia terrorista nunca conseguirá sus objetivos."
Ojalá fuera cierto.
No los habrá conseguido aún todos, pero sí ya bastantes. Los suficientes para mantener su sórdida esperanza. Ahí está Navarra, ya casi al alcance de la mano. Ahí el nuevo Estatuto de Cataluña.
Las víctimas no son las víctimas de un accidente. Son los mártires de la democracia. Es su sangre la que mantiene viva lo que nos queda de democracia.

3 comentarios:

Paços de Audiência dijo...

Una real orden de 12 de junio de 1851 ya habla del problema del nacionalismo. La existencia del terrorismo, hace que no exista democracia, en las tres provincias vascas. Pero creo que alguna solución había que dar a un problema de 120 años. Para mí, el reconocimiento de nacionalidades, en la constitución, era inevitable. Sin embargo, si que es cierto, que mientras esta gente siga matando, no tiene sentido hablar de democracia en toda España.

canalsu dijo...

La Democracia sí que existe en España y la prueba la tenemos -bien que les pesa aunque morimos nosotros- en esas bestias pardas incapaces de comprenderla. Otra cosa es nuestra democracia sea tan mojigata como para no plantarse con todos los medios legales a defenderse y garantizar la Libertad.

No creo que sea una Democracia vigilada por eso, Enrique, sino más bien por la oligarquía partidista que a todos nos está quitando el entusiasmo de hace treinta años concediendo, como bien dices, trocear el Estado entre unas cuantas pandillas de políticos profesionales a los que importa los derechos de la ciudadanía tanto como los ciudadanos han demostrado en los últimos procesos electorales importarles ellos: un bledo.

El pueblo español no tiene por qué decirme lo que tengo que ser, dicen, ¿y quien es usted para decirle al pueblo español lo que tiene que decir o dejar de ser? Porque algo tendremos que decir también nosotros ¿No?. Si todos estamos de acuerdo, excelente, eso es Democracia.

Y encima tenemos que aguantar a tontos más enriquecidos que el uranio como el Cebrián dándonos el coñazo con lo de una, grande y libre. Como si todos tuviéramos una PRISA.

Fuera complejos.

Natalia Pastor dijo...

La ausencia de libertad y de democracia no se reduce exclusivamente a las Vascongadas. Matar, matan en toda España. Pero el enemigo no es sólo ETA, ellos representan la parte asesina, haciendo más palpable -por cuantificable- el daño. Allá donde los nacionalismos se han hecho fuertes -por mor del nefasto Título VIII que menciona Enrique-, los márgenes de libertad sufren una tremenda sangría. Allá donde los gobiernos no mutan -como en Andalucía-, también hay extorsión; muchos votos son producto de ella, pero es "políticamente" aceptada. Es liberticida, como ciertos aspectos de la legislatura de Zapatero, que también está demoliendo elementos soporte de la democracia.
Los propios partidos secuestran la voluntad de los españoles, traduciéndola y manejándola como les viene en gana. Tenemos la libertad que ellos estiman que debemos desarrollar, ni un ápice más que pueda afectar su poder.