LA FRASE
"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."
Sir Arthur Conan Doyle
Sir Arthur Conan Doyle
sábado, 8 de octubre de 2005
Novedad de Editorial Renacimiento
Francisco Rodríguez Marín (Osuna, Sevilla, 1855 -Madrid, 1942) era consciente de que, de entre toda su vasta obra erudita y literaria, serían precisamente sus Cantos populares españoles los que habrían de sobrevivirle y proporcionarle justa y no perecedera fama para la posteridad. Y, en efecto, esta obra se ha convertido en un gran clásico de la lírica de tipo tradicional, que ahora, al editarse en un solo volumen, se convierte en mucho más cómoda y manejable.
La presente edición ha corrido a cargo del profesor Enrique Baltanás, de la Universidad de Sevilla, quien antepone un esclarecedor y documentado Prólogo que pone de relieve la coherencia intelectual e ideológica de esta obra clásica, que, lejos de ser una mera cumulación de materiales, se presenta con la intención de mostrar una demobiografía o biografía del Pueblo, de acuerdo con los criterios e ideas establecidos por Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, amigo y maestro de nuestro Bachiller de Osuna. Machado y Álvarez, en nada ajeno al proceso de elaboración de los Cantos populares, enriqueció la obra con un importante ensayo sobre poesía popular, titulado Post-Scriptum, aquí también recogido.
Un libro, en suma, que no debería faltar en ninguna biblioteca.
martes, 4 de octubre de 2005
Con permiso de Jordá
Lo peor del nacionalismo no es el independentismo, sino el totalitarismo. Así lo ve Eduardo Jordá en su artículo de hoy. Con su permiso, lo reproduzco.
Eduardo Jordá: Cataluñator (Diario de Sevilla, 4-10-05)
UNO por uno, todos los puntos del nuevo proyecto de Estatuto de Autonomía de Cataluña parecen razonables, incluida la polémica definición de Cataluña como nación: no hay nada temible en que un territorio se dé a sí mismo ese rango administrativo, si así lo decide la mayoría de su Parlamento. Ahora bien, leído en su conjunto, este proyecto de Estatuto es la maqueta minuciosa de un Estado totalitario. Los políticos que lo han redactado y concebido son herederos directos del pensamiento romántico del siglo XIX. Y todo el mundo sabe que el espíritu romántico se mueve en el territorio de los mitos arcaicos y las leyendas febriles, cosa que quizá explique que este proyecto de Estatuto parezca en ocasiones un alambicado tratado de ciencias ocultas. Pero es que las ciencias ocultas están ahí para disimular el engranaje totalitario. Eso lo saben bien los diputados nacionalistas de ERC y CiU, que son los más inteligentes. Los demás, presuntos representantes de una izquierda que padece demencia senil o alucinaciones esquizoides, ni siquiera se han dado cuenta.
En el preámbulo de este proyecto, por ejemplo, se nos dice que Cataluña "ha definido una lengua y una cultura, ha modelado un paisaje". Cataluña, por tanto, no es un ente administrativo como España, como el reino de Tonga o como la Federación Internacional de Boxeo Amateur, sino nada más y nada menos que un Taumaturgo con poderes sobrenaturales que no sólo inventa una lengua y una cultura y la arroja generosamente a unos pobres homínidos que andaban por ahí con una barretina en la cabeza, sino que también se permite modelar un paisaje gracias a sus conocimientos de jardinería y silvicultura. O sea que no estamos hablando de una entidad administrativa sujeta a una regulación normativa pactada entre todos sus miembros, sino de una criatura mitológica que es a la vez la Gran Floricultora y la Ninfa de los Ríos y Lagunas. Como es natural, a una criatura así nadie puede exigirle que otorgue derechos a nadie. Todo lo más, hay que sacarla en procesión y arrodillarse ante ella.
Pero donde se ve el germen de Estado totalitario que hay en este Estatuto es en los extremos de control de la vida pública y privada que permite. Y es que la Generalitat se reserva la jurisdicción sobre los aeropuertos y sobre las notarías (¡las escrituras de propiedad, las herencias, los testamentos de la tía Paulina!), pero también está autorizada a meter sus pulcras narices y sus trajes de mil euros en el aula de primaria donde un profesor explica a sus alumnos que los humanos somos mamíferos (¿en qué idioma les habla?). Casi no hay aspectos de la vida diaria que no queden libres de la atenta supervisión del Gobierno de la Generalitat, desde los excedentes de la obra social de las cajas de ahorro (¡y nosotros que creíamos que las obras sociales no producían excedentes!) hasta los textos de las etiquetas de las salchichas de Fráncfort. Y la Generalitat, además, se atribuye competencias absolutas en materia de Hacienda Pública, Justicia, Inmigración y Educación (aunque éstas ya los tenía el anterior Estatuto). Quizá se me olvida alguna más. No sé si alguien, algún día, se atreverá a llevar este Estatuto hasta sus últimas consecuencias. Si es así, pobres catalanes.
Eduardo Jordá: Cataluñator (Diario de Sevilla, 4-10-05)
UNO por uno, todos los puntos del nuevo proyecto de Estatuto de Autonomía de Cataluña parecen razonables, incluida la polémica definición de Cataluña como nación: no hay nada temible en que un territorio se dé a sí mismo ese rango administrativo, si así lo decide la mayoría de su Parlamento. Ahora bien, leído en su conjunto, este proyecto de Estatuto es la maqueta minuciosa de un Estado totalitario. Los políticos que lo han redactado y concebido son herederos directos del pensamiento romántico del siglo XIX. Y todo el mundo sabe que el espíritu romántico se mueve en el territorio de los mitos arcaicos y las leyendas febriles, cosa que quizá explique que este proyecto de Estatuto parezca en ocasiones un alambicado tratado de ciencias ocultas. Pero es que las ciencias ocultas están ahí para disimular el engranaje totalitario. Eso lo saben bien los diputados nacionalistas de ERC y CiU, que son los más inteligentes. Los demás, presuntos representantes de una izquierda que padece demencia senil o alucinaciones esquizoides, ni siquiera se han dado cuenta.
En el preámbulo de este proyecto, por ejemplo, se nos dice que Cataluña "ha definido una lengua y una cultura, ha modelado un paisaje". Cataluña, por tanto, no es un ente administrativo como España, como el reino de Tonga o como la Federación Internacional de Boxeo Amateur, sino nada más y nada menos que un Taumaturgo con poderes sobrenaturales que no sólo inventa una lengua y una cultura y la arroja generosamente a unos pobres homínidos que andaban por ahí con una barretina en la cabeza, sino que también se permite modelar un paisaje gracias a sus conocimientos de jardinería y silvicultura. O sea que no estamos hablando de una entidad administrativa sujeta a una regulación normativa pactada entre todos sus miembros, sino de una criatura mitológica que es a la vez la Gran Floricultora y la Ninfa de los Ríos y Lagunas. Como es natural, a una criatura así nadie puede exigirle que otorgue derechos a nadie. Todo lo más, hay que sacarla en procesión y arrodillarse ante ella.
Pero donde se ve el germen de Estado totalitario que hay en este Estatuto es en los extremos de control de la vida pública y privada que permite. Y es que la Generalitat se reserva la jurisdicción sobre los aeropuertos y sobre las notarías (¡las escrituras de propiedad, las herencias, los testamentos de la tía Paulina!), pero también está autorizada a meter sus pulcras narices y sus trajes de mil euros en el aula de primaria donde un profesor explica a sus alumnos que los humanos somos mamíferos (¿en qué idioma les habla?). Casi no hay aspectos de la vida diaria que no queden libres de la atenta supervisión del Gobierno de la Generalitat, desde los excedentes de la obra social de las cajas de ahorro (¡y nosotros que creíamos que las obras sociales no producían excedentes!) hasta los textos de las etiquetas de las salchichas de Fráncfort. Y la Generalitat, además, se atribuye competencias absolutas en materia de Hacienda Pública, Justicia, Inmigración y Educación (aunque éstas ya los tenía el anterior Estatuto). Quizá se me olvida alguna más. No sé si alguien, algún día, se atreverá a llevar este Estatuto hasta sus últimas consecuencias. Si es así, pobres catalanes.
lunes, 3 de octubre de 2005
Klaus Wagner
Este sábado dimos cristiana sepultura a los restos mortales del profesor Klaus Wagner, alemán de nacimiento, español de nacionalidad, sevillano de adopción. Apenas hacía un año que se había jubilado.
A mí me dio clases de lengua y literatura alemanas, luego hemos sido compañeros en la Facultad de Filología. Compartíamos despacho (él lo llamaba el zulo, por su pequeñez). No quiero hacer su necrológica, no me siento con ánimos. De su labor investigadora, de su obra científica, que hablen otros. Que era un auténtico sabio, eso está fuera de toda duda.
Por lo que yo lo recuerdo, y lo recordaré siempre, es por su sentido del humor, cada día sabía contar un chiste nuevo, una historieta, una anécdota. Carecía de toda vanidad, de toda afectación. Era un hombre cariñoso y afable. Un sabio entrañable.
Yo pensaba sorprenderle con la dedicatoria de una antología poética de Goethe que publicará próximamente la editorial Renacimiento. Era mi particular contribución al homenaje que se le preparaba. Él ya no la verá con sus ojos mortales. Pero sé que, aunque no me acuse recibo, Klaus la va a recibir. Ya me dirá, cuando nos veamos.
A mí me dio clases de lengua y literatura alemanas, luego hemos sido compañeros en la Facultad de Filología. Compartíamos despacho (él lo llamaba el zulo, por su pequeñez). No quiero hacer su necrológica, no me siento con ánimos. De su labor investigadora, de su obra científica, que hablen otros. Que era un auténtico sabio, eso está fuera de toda duda.
Por lo que yo lo recuerdo, y lo recordaré siempre, es por su sentido del humor, cada día sabía contar un chiste nuevo, una historieta, una anécdota. Carecía de toda vanidad, de toda afectación. Era un hombre cariñoso y afable. Un sabio entrañable.
Yo pensaba sorprenderle con la dedicatoria de una antología poética de Goethe que publicará próximamente la editorial Renacimiento. Era mi particular contribución al homenaje que se le preparaba. Él ya no la verá con sus ojos mortales. Pero sé que, aunque no me acuse recibo, Klaus la va a recibir. Ya me dirá, cuando nos veamos.
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