LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle
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lunes, 7 de octubre de 2013

EL 7 DE OCTUBRE DE 1571

Hoy, fiesta de Nuestra Sra. del Rosario, y aniversario de la victoriosa batalla de Lepanto, os invito a leer mi traducción del poema de G. K. Chesterton, que se encuentra AQUÍ.


sábado, 30 de junio de 2012

G. K. CHESTERTON: LEPANTO





Lepanto (1911) es quizás el más conocido y celebrado poema de Chesterton. Nada más por este poema, escribe el especialista en Chesterton Dale Ahiquist, para quien se trata de una obra maestra del ritmo y de la aliteración, “Chesterton debería ocupar un lugar entre los inmortales de la literatura.” La fortuna de Lepanto en español no ha sido escasa, aunque sí desigual. Conocemos versiones de Borges (1938, en el primer número de la revista argentina Sol y luna), Luys Santamarina (Barcelona, 1948, en Solidaridad Nacional), Santiago Magariños (Barcelona, 1953, en Entregas de poesía) y, últimamente, la traducida en colaboración por Luis Alberto de Cuenca y Julio Martínez Mesanza (Lepanto y otros poemas, Renacimiento, Sevilla, 2003).

            Paradójicamente, este magno poema puede parecer, hoy, el más políticamente incorrecto de los salidos de la pluma del escritor británico, aunque no sea más que porque actualmente tendemos a mirar al mundo islámico con mayor cercanía y comprensión. Pero sería absurdo ignorar las circunstancias históricas del hecho de que trata el poema. En 1571, fecha de la batalla naval, el Turco amenazaba no ya sólo las costas italianas, sino con tomar la mismísima Roma. Cervantes, como sabemos, calificó aquella batalla como “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”. Al margen de exageraciones, y al margen incluso de los concretos hechos históricos, resulta innegable la vigencia del Lepanto chestertoniano, con su defensa de la libertad contra el destino, del valor frente al sometimiento, del héroe frente al verdugo. Pero no descenderé a comentar el poema; ya otros lo han glosado con más pericia y mayor espacio de los que pudiera disponer yo aquí.
            De mi versión, nada diré, salvo que no he pretendido remedar en absoluto la tediosa y no obstante imprescindible labor de un traductor jurado. Quiere ser la recreación poética de un poema en una lengua muy distinta de aquella en que su autor concibió su obra. Si funciona como poema en castellano, al margen del irreemplazable poema inglés, habrá logrado su principal objetivo. Aun  así, el mérito será únicamente de Chesterton. Yo sólo me he divertido un poco traicionándolo, digo, traduciéndolo.

En los cerrados patios los surtidores vierten
su luz en el palacio. El Sultán se divierte.
Como esos chorros ríe su rostro, tan temido,
y su barba se agita, que es un bosque oscurísimo,
y como media luna de sangre son sus labios.
En un mar que era nuestro, hoy campean sus barcos.
Hostigan las repúblicas de las costas de Italia.
Se atreven a alcanzar a la Venecia adriática.
Previendo ya esta pérdida, el Papa abre sus brazos
implorando sus armas a los reyes cristianos.
La reina de Inglaterra se mira en frío espejo.
De los Valois, en misa, se escuchan los bostezos.
A las islas no llegan los cañones de España.
El señor de Bizancio se ríe en nuestras barbas.



Ya se escuchan tambores desde montes lejanos
y un príncipe sin nombre su cetro ha abandonado,
de la pared descuelga las europeas armas
y oye el canto del pájaro y los gritos de alarma
que otros tiempos bajaron hacia el Sur denodados
cuando el mundo era joven y los hombres, soldados.
Por los caminos suenan los gritos de Cruzada.
Y atruenan los cañones y redoblan las cajas.
Ya se marcha a la guerra, ya se va don Juan de Austria.
Alzados estandartes desafían el viento,
la púrpura en la noche, la luz del oro viejo,
y las rojas antorchas, y los claros timbales.
Y suenan los clarines porque don Juan ya sale,
en la barba florida, pintada una sonrisa
de quien rechaza tronos, y a los libres inspira.
¡Larga vida a la España!
¡Y muerte para el África!
Y don Juan hacia el mar derecho se encamina.



Mahoma en su edén sueña la estrella de la tarde
(mientras que don Juan de Austria para la guerra parte),
dormita en el regazo de una de sus huríes,
con su turbante enorme de colores añiles,
tejido por los mares que no han visto su ocaso.
De la siesta despierto, es más alto que un árbol
y espanta así a los pavos reales del jardín,
y es su voz como un trueno de uno a otro confín
invocando a Azrael, a Ariel y al negro Amnón,
al genio abogador
de cien alas y ojos,
por cielo, sus antojos,
reinando Salomón.



Bajan de nubes rojas en el alba rojiza,
Acuden de los templos de deidad amarilla.
Y surgen de las verdes cavernas de la mar
donde hay cielos caídos, ciegos seres del mal,
sepultos en moluscos y en marinas praderas.

Vienen envenenados del morbo de la perla,
salen color zafiro de grietas en las lomas,
y dan adoración al genio de Mahoma,
que les grita: partid de un rayo al ermitaño,
de día ni de noche dad tregua a los cristianos,
los huesos de los santos sepultad bajo arena,
porque vuelve Occidente a sembrarnos de pena.



De Salomón el sello impusimos al orbe,
con su sabiduría y su destino acorde,
pero oigo un runrún, de las montañas baja,
el que hace cuatro siglos ya nos asolara,
quien no dice “¡está escrito!”, no conoce el destino,
y es Ricardo, Raimundo, y es Godofredo mismo,
es quien arriesga y pierde, y ríe cuando pierde,
¡abatidlos y en paz nuestra tierra se quede!
¡De cañón y tambores ya oigo el redoblar!
(Y es que ya don Juan de Austria para la guerra va).
Y un repentino ¡ya!
voceado en España,
y es que ya don Juan de Austria,
parte desde Alcalá.


San Miguel en el Norte, dormido en su montaña
(mientras ya don Juan de Austria, pertrechado, se marcha)
donde la mar es gris y las olas de plata,
donde los marineros sus rojas velas alzan,
blande ya los aceros en sus alas de piedra.
Su grito en Normandía las tierras atraviesa.
Pero el grito va solo, nadie lo oye en los libros,
el Norte anda confuso, nadie quiere el martirio
si no es el de un cristiano por otro que es su hermano,
y Cristo es implacable y María no es nada.
Pero ya don Juan de Austria hacia la mar cabalga.
Y en sus labios un grito, un grito de sus labios,
que, como una trompeta, desgarra los espacios.
Y ese grito es de ¡ya!,
de Dios sea la acampada.
Y exclama don Juan de Austria,
¡las naves a la mar!



Mira el rey don Felipe, su Toisón sobre el pecho,
(y ya está don Juan de Austria en cubierta dispuesto)
las estancias de negro terciopelo vestidas,
por luto y por pecado, y enanos recorridas,
sosteniendo un cristal del color de la luna,
con que escruta el futuro lleno de veladuras,
de muerte y de derrota, y de negros presagios.
Pero ya don Juan de Austria al Turco hace pedazos.
Ha salido de caza, y sus lebreles ladran.
El fragor de aquel trueno se oye ya en toda Italia.
Cañón contra cañón,
el que acierte, acertó,
valor, valor, valor,
ordena don Juan de Austria.



El Papa en su capilla, y antes que todo empiece
(pero ya a don Juan de Austria el humo le oscurece),
en la casa de un hombre donde Dios siempre vive,
por su ventana mira este mundo indecible
y como en un espejo ve ya el mar misterioso
y ve la media luna, la crueldad en sus fondos,
y la Cruz y la Roca que amenazan sus sombras
y oculta los leones de San Marcos la fronda
de naves que comandan hombres de negra barba
y encierran en su seno prisiones agobiadas
de cautivos cristianos enfermos y sin sol
y aun peor que en las minas sus fatigas ahí son.
Son como los esclavos de aquella tiranía
que alzaban las pirámides para dioses del día.
Son muchos y son mudos, sin esperanza cierta,
cual los que en Babilonia tallaban duras piedras.
Más de uno ha enloquecido en este bajo infierno
siempre con vigilancia de un esbirro en su encierro.
Más de uno ya ha perdido su fe, que nada espera.
(Pero ya don Juan de Austria ha abierto una gran brecha)
Cañonea don Juan desde el puente de muerte,
y rojo vuelve el mar que al pirata sostiene.
Corre la sangre ya por la plata y el oro,
abriendo las bodegas, rescatando su fondo.
Por miles los cautivos ya suben a cubierta,
aturdidos de sol y libres por sorpresa.
Gloria, a la España, gloria
y a Dios aun mayor gloria.
Que ya por don Juan de Austria
es devuelta la afrenta.



Y Miguel de Cervantes, deja caer su espada
(don Juan de Austria ya vuelve, laureles y guirnaldas)
y ve en sueños a un flaco caballero errabundo
los caminos de España cruzar meditabundo.
Aunque exhausto, sonriendo, ve en la vaina su espada.
(Porque ya don Juan de Austria volvió de esta Cruzada).

[Pulicado en la revista El Ciervo, núm. 718, 2011]




martes, 1 de junio de 2010

CHESTERTON, SHAW, BELLOC



EDITORIAL RENACIMIENTO, COLECCIÓN "EL CLAVO ARDIENDO"

Traducción de Victoria León.

Prólogo de Enrique Baltanás

En realidad, poco importa el asunto concreto que debaten aquí. Sea cual sea, lo que destaca es el placer de contender, así como la paradoja de que esa discusión sea, a la vez, encarnizada y amistosa, implacable y cortés. Algo así como una amistad personal y una enemistad intelectual, aunque tampoco sea del todo así, porque tanto el uno como el otro sintieron mutua e inequívoca admiración por sus obras literarias respectivas, y no sólo o meramente estimación de sus personas.


(del Prólogo)

jueves, 4 de febrero de 2010

El poeta convencional

"Robert Browning fue incontestablemente un hombre del todo convencional. Hay muchos que juzgan este elemento de convencionalismo a la vez lamentable y vergonzoso; han establecido, como si dijéramos, una convención de lo inconvencional. Pero este odio al elemento convencional en la personalidad de un poeta sólo les es posible a los que no recuerdan el significado de las palabras. Convención no significa más que acuerdo, pacto; y de igual modo que todo poeta tiene que buscar hacer su obra sobre un acuerdo emocional entre los hombres, todo poeta tiene que basar su obra sobre una convención. Todo arte está, naturalmente, basado en una convención, un acuedo entre el que habla y el que escucha de que no deben oponerse ciertas objeciones. El arte más realista del mundo está abierto a la objeción realista. Contra el drama más exacto y corriente que saliera jamás de Noruega todavía es posible para el realista oponer la objeción de que el héroe que comienza a hablar de un asunto y pasa a otra cosa, que sale del aposento y vuelve por su sombrero, se conduce continuamente de una manera muy excéntrica, considerando que hace todas estas cosas en una habitación en la que una de las cuatro paredes no existe y ha sido sustituida por una hilera de candilejas y una multitud de gente extraña. Contra el más pulcro dibujante de siluetas que pueda concebir la imaginación humana, puede admitirse aún que traza una línea negra en torno a la nariz de un hombre, y que esta línea es mentira. Y precisamente de la misma manera un poeta, por la naturaleza de las cosas, tiene que ser convencional. A menos que describa una emociónque los otros compartan con él, su labor será totalmente inútil. Si un poeta tuviese realmente una emoción original; si, por ejemplo, un poeta se enamorase de repente de los topes de un vagón de ferrocarril, emplearía un espacio de tiempo considerablemente superior a los setenta años de que dispone, para comunicar sus sentimientos.

La poesía trata de cosas primarias y convencionales; el hambre de pan, el amor a la mujer, el amor a los niños, el deseo de una vida inmortal. Si los hombres tuviesen de veras sentimientos nuevos, la poesía no podría tratarlos. Si un hombre, supongamos, no sintiese un amargo anhelo de comer pan, pero sintiese en cambio un fresco y original anhelo de comer guardafuegos de latón o mesas de caoba, la poesía no podría expresarlo. Si un hombre, en vez de enamorarse de una mujer, se enamorara de un fósil o de una anémona de mar, la poesía no podría expresarlo. La poesía sólo puede expresar lo que es original en un sentido: en el sentido en que hablamos del pecado original. Es original, no en el despreciable sentido de ser nuevo, sino en el sentido más hondo de ser viejo; es original en el sentido de que trata de orígenes."

[G. K. Chesterton, Robert Browning, Sevilla, Espuela de Plata, 2010.]

jueves, 26 de marzo de 2009

Chesterton en España

¿Qué recepción tuvo la obra de Chesterton en España? No digo tiene, ahora, sino tuvo, es decir, en vida. ¿Se le tradujo entonces? No recuerdo que ninguno de los de entonces (Unamuno, Ortega, Machado, Bergamín...) se refiera a él ni siquiera de pasada.

Chesterton estuvo en España, y sobre España escribió algunos artículos (véase El color de España, recientemente editado por Espuela de Plata), pero, ¿qué atención le prestó la prensa de entonces? ¿Tuvo contactos con la sociedad literaria o fue un viaje estrictamente particular? Desde luego me consta que fue breve y que no pronunció ninguna conferencia.

Y ahora me acuerdo de aquel magnifíco Nietzsche en España, del profesor Gonzalo Sobejano, que quedó como isla solitaria. Con ese mismo título se podrían escribir muchos otros libros, mutatis mutandi. Por ejemplo, este año, ya podrían ofrecernos -alguna de nuestras tropecientas mil editoriales- un Darwin en España. No creo que caiga la breva. O sí.

martes, 17 de marzo de 2009

Paratextos y fotografías


Los pedantes de ahora llaman paratexto al conjunto de textos que anteceden, o siguen, o rodean al texto propiamente dicho. Prólogos, advertencias, epílogos, colofones, etc... forman esta cosa tan antigua que se denomina con palabra tan moderna.

Yo recomiendo al lector sagaz que nunca deje de leer los paratextos.

En este del libro de Joseph Pearce, G. K. Chesterton. Sabiduría e inocencia (Ediciones Encuentro), titulado anglosajonamente como "Agradecimientos", se puede leer esta frase prometedora:

"También merece mi agradecimiento [el Chesterton Study Centre de Bedford] por proporcionarme las fotografías inéditas que aparecen en este libro en un número inigualado hasta ahora."

Ni que decir tiene que me abalancé de inmediato para ver esas fotografías y quizás dibujos del propio Chesterton. Pero, al menos en la versión española, no hay ninguna fotografía. Nin-gu-na.

Se ve que en esta ocasión traductor y editor han ido cada uno por su lado. Y al menos esta vez el traidor no ha sido precisamente el traductor.

Nunca dejéis de leer los paratextos.

lunes, 21 de julio de 2008

La roca y el mapa



T. S. Eliot prefería denominarla como la roca.

Pero G. K. Chesterton la comparaba mejor a un mapa:

"No hay otro caso de institución inteligente continua que haya estado pensando sobre el pensamiento durante dos mil años. Como es natural, su experiencia abarca prácticamente todas las experiencias, y en especial prácticamente todos los errores. El resultado es un mapa en el cual se hallan señaladas con claridad todas las calles cortadas y las carreteras en mal estado, todas las vías que la mejor de todas las pruebas ha demostrado que son inútiles: la prueba de aquellos que las han recorrido."


(en Razones para la fe, Barcelona, Styria, 2008, p. 37. En la foto, con su esposa Francis)

viernes, 11 de julio de 2008

La energía potencial

"En el socialismo y en el comunismo está almacenada la energía potencial del futuro próximo."

¿A quién pertenecen estas palabras? ¿A Largo Caballero? ¿A Andrés Nin? ¿A Enrique Líster? ¿A la Pasionaria? ¿A Max Aub? ¿A Rafael Alberti?

No: a Ramón Pérez de Ayala.

Las cita Andrés Amorós en el prólogo de su edición de Tigre Juan y El curandero de su honra (Madrid, Castalia, 1980).

Supongo que esas palabras son anteriores a 1936, pero no demasiado.

Si las copio aquí es por poner otro ejemplo de la enorme fascinación que la idea del socialismo ejerció sobre nuestros intelectuales (Unamuno, Ortega... pero también Chesterton o Péguy...).

Y de esa energía potencial, ¿qué se fizo? Ésa es otra historia.

miércoles, 18 de julio de 2007

Dios, el enano y el pigmeo

"Perdido en algún punto de las inmensas llanuras del tiempo, vaga un enano que es la imagen de Dios y ha sido el artífice, a escala aun más diminuta, de una imagen de la Creación. Ese retrato enano de Dios es lo que llamamos el hombre; y su pigmeo retrato de la Creación es lo que llamamos el arte."

G. K. Chesterton, "The mirror", en la recopilación de artículos Lunacy and letters, próximamente en la editorial Renacimiento.

viernes, 29 de junio de 2007

Algo más sobre Blogg

Domingo Portales , desde Valparaíso, deja ahora un comentario en una entrada ya antigua sobre Blogg (Frances) y el libro Los Chesterton.
Portales es un chestertoniano de pro, y en su blog (¿o blogg?) se encontrará más madera.

jueves, 14 de junio de 2007

El Renacimiento de Chesterton, o al revés



La editorial Renacimiento acaba de publicar la biografía de Blake escrita por Chesterton. La obra ha merecido algún que otro encendido elogio, creo que más que justificado. Por Blake, por Chesterton y por la versión (por primera vez al castellano). Su traductora, Victoria León, me da a leer algunas páginas del nuevo libro chestertoniano que prepara, también para Renacimiento, y me autoriza a reproducir aquí algunos párrafos. Vayan como anticipo estas píldoras de Locura y letras.

"Los riesgos de enajenación mental que conlleva la literatura se deben no tanto al amor por los libros como a la indiferencia hacia la vida, los sentimientos y todo cuanto se refleja en los libros. En un estado ideal, todo caballero absorto en abstrusos cálculos y descubrimientos debería estar obligado por decreto a conversar durante cuarenta y cinco minutos con un mozo de cuadras o con la casera de una pensión y a cruzar Hampstead Heath a lomos de un burro. El estado, asimismo, habría de someterlos a un examen; pero no sobre el griego ni las antiguas armaduras que son su deleite, sino acerca del dialecto cockney y de los distintos colores de los autobuses. Así se les purgaría de todas esas tendencias que a veces conducen de la erudición a la locura, y aprenderían a convertirse en hombres del mundo, primer paso para llegar a convertirse en hombres del universo."

* * *

"La idolatría surge dondequiera que aquello que en un principio nos hacía felices acaba siendo aún más importante que la misma felicidad. La ebriedad, por ejemplo, bien puede ser descrita como un pasatiempo absorbente. Y la ebriedad verdaderamente entendida en su realidad interior y psicológica constituye un ejemplo típico de idolatría. La intemperancia esencial comienza en el punto en que una incidental forma de placer, que tiene su origen en un determinado objeto de consumo, acaba por cobrar más importancia que todo el vasto universo de los placeres naturales que, finalmente, destruye. Omar Khayyam, considerado a menudo por alguna razón inexplicable un poeta alegre y vitalista, resumía este horrible último efecto del alcohol en una estrofa de incomparable ingenio y eficacia:

Por más que el vino me volviera impío,

Me robara el vestido y el honor,

No imagino que pueda el vinatero

Vender algo mejor que lo que vende."

sábado, 9 de diciembre de 2006

Chesterton y los turistas


Como Ortega, o como Péguy, también Chesterton estuvo convencido por un tiempo de la victoria moral del socialismo. Era idea extendida en la época, la de que no había alternativa “social”, ni moral, al socialismo. Socialismo o barbarie, se decía.

“Me consideraba socialista —dice Chesterton en su Autobiografía—, porque la única alternativa a ser socialista era no serlo. Y no ser socialista era algo absolutamente espantoso.”

Chesterton no pudo tener noticia del Gulag ni conocer la maravillosa vida en las democracias populares. Tampoco pudo leer a Hayek, Friedman o Popper. Tampoco le hizo falta.

Por cierto que, al releer la Autobiografía, encuentro esta distinción entre el viajero y el turista:

“El viajero ve lo que ve; el turista ve lo que ha ido a ver.”

No se puede decir mejor.

lunes, 18 de septiembre de 2006

Algo sobre Blogg

Dura requisitoria sobre Frances Blogg, la esposa de Gilber Keith, la que presenta en este libro, que acaba de sacar Renacimiento, Los Chesterton, su cuñada Ada Jones (casada con Cecil) .
Acusa a Frances de haber hecho profundamente infeliz a G. K., de haberlo alejado del mundo y de la realidad, de haberlo infantilizado, de haberle privado de vida sexual, de haber contribuido a su enfermedad y de luego no saber cuidarlo... Bueno, prácticamente la acusa de todo. Ada Jones llega a sugerir que Chesterton debió haberse separado o divorciado de ella, y sólo se explica que no lo hiciera por el atávico sentido de la fidelidad de los Chesterton.
Tampoco el propio G. K. sale demasiado bien parado en su retrato.
Quien sale naturalmente mejor favorecido es Cecil Chesterton.
Pero el libro se detiene en muchos otros personajes, famosos unos, desconocidos otros, en el mundillo literario y periodístico de Fleet Street.
La propia Ada Jones es un personaje de película.
No se lo pierdan.

miércoles, 13 de septiembre de 2006

Chaqueteros y conversos

[La conversión de San Pablo, por Murillo. Museo del Prado]

Hay gente que nunca cambia, que se mantiene fiel hasta el final a sus convicciones juveniles. Pero hay otros muchos que experimentan cambios, metamorfosis, dolorosas a veces, transformaciones traumáticas y decisivas.

Y no me refiero, como es natural, a los que mudan de opinión o de convicciones por interés egoísta, por conveniencia, por oportunismo. Esos son aquellos a los que el pueblo mira con tanto desprecio, y con razón, llamándoles chaqueteros. Esos que ahora, con la boga del eufemismo para todo, llaman, de manera más cursi y menos gráfica, transfugas (no estoy seguro de dónde acentuar esta palabra).

A los que me refiero, por supuesto, es a aquellos que, en un momento dado, revisitan su pasado, someten a un duro examen sus ideas y ciernen con un colador muy fino sus creencias. Y deciden que estaban (más o menos) equivocados. Que la verdad estaba en otra parte. Quizás justo enfrente.

Yo he oído muchas veces a gentes que me decían que ellos ya eran comunistas “desde que estaban en el vientre de su madre”. Y también he oído muchas veces la expresión, acusadora, of course, de “fascista biológico”. He mirado siempre estas declaraciones con mucha desconfianza. Me han parecido siempre un desagradable revoltijo de las ideas con las vísceras, o de la gimnasia con la magnesia. Vamos, de la biología con la ideología. Habrá quien piense que el hombre piensa lo que piensa según lo que coma, o según los genes, o según sus intereses. Yo tengo para mí que el pensamiento es libre, y que se explica mal, o no se explica en absoluto, acudiendo a estos determinismos reduccionistas. Las cosas son más complicadas. O más sencillas, según se mire.

Si echamos la mirada atrás, lo que vemos es que la historia está llena de conversos. Desde el mismísimo San Pablo o el mismísimo San Agustín hasta Edith Stein, o Chesterton, o Newman, o Péguy, o Claudel, o Bloy…

Estas metamorfosis no se reducen a lo religioso, sino que se extienden a lo filosófico, a lo literario, a lo político.

Ha habido (¡muchísimos!) comunistas que se han hecho anticomunistas (y, por cierto, de los más beligerantes). Ha habido (¡muchísimos!) aristócratas y multimillonarios que se ha hecho comunistas.

Luis Alberto de Cuenca dejó un día de escribir a lo novísimo y se puso a componer poemas como si fuesen bocadillos de cómics con notable éxito de crítica y público.

¿Cuántos cambios no dio José Martínez Ruiz? Penduló del anarquismo al maurismo, del republicanismo al franquismo. Eso sí, sin inmutarse. Fue muy longevo Azorín.

Julio Camba no fue siempre el conservador escéptico que ha congelado su retrato más conocido como residente varado en el Palace. En su juventud rozó el atentado con bomba.

Las piruetas de mi amigo Jon Juaristi (que no son piruetas, sino ejercicios de equilibrio moral) las cuenta él mismo en sus memorias, tituladas Cambio de destino.

Los de mi quinta (gentes nacidas en los cincuenta, con la cartilla de racionamiento recién suprimida y los primeros seiscientos en la calle) nos educamos en una serie de tópicos que alegremente abrazamos la mayoría. Y no se crea que irresponsablemente, no. Muchos nos quemábamos las cejas en el desciframiento de tochos indesentrañables. Éramos muy serios y muy tontos. Y también bastante ignorantes.

Quizá fue mala suerte. En vez de leer a Pascal, leíamos a Althusser. En vez de a San Agustín, a Marcuse y a Wilhelm Reich. Y en vez de a Popper, pongo por caso, descifrábamos, o intentábamos descifrar, a Georg Lukács (y lo pongo también por caso, especialmente en el mío) o a Karel Kosik. Eso cuando hilábamos fino, que algunos se contentaban con los Conceptos elementales del materialismo histórico de Marta Harnecker (por cierto, otra conversa: del catolicismo al marxismo) o con el manualito estalinista de Georges Pulitzer. (No dudo de que la mayoría de mis lectores se preguntarán: ¿Y éste quién es? -No importa).

Yo veo que hay gentes de mi generación (cuánto odio esta palabra, generación) que se han mantenido sobre poco más o menos en el mismo carril. También veo a gentes mucho más jóvenes que quizás tampoco se vean obligados a cambiar de sentido, porque han tenido más suerte. También he visto viejos que se han arrepentido de lo que quizás nunca tuvieron que arrepentirse.

No digo más. Que esto es un blog, no un libro.

Quizás Dios ha puesto a caminar a algunos por un camino real, y a otros los ha enviado por trochas zigzagueantes, por callejones pedregosos, por fragosidades laberínticas. Él sabrá por qué. Los caminos del Señor son inexcrutables.

Lo que importa es llegar a la meta con la camisa limpia. Vieja o mudada. Pero limpia.

lunes, 4 de septiembre de 2006

De las cosas que dejó dichas Inocencio Herrero

Dicho por Innocence Smith (o Inocencio Herrero), el protagonista de Manalive (Hombre vivo), la novela de Chesterton, según el testimonio de un jefe de estación ruso:

“—De lo que me ha convencido —dijo con los mismos ojos soñadores— es de por qué está tan mal de verdad y es tan peligroso para un hombre huir y abandonar a su mujer.

—¿Y por qué es peligroso? —inquirí.

—Pues porque ya nadie puede encontrarle —replicó aquel extraño personaje—, y todos deseamos ser encontrados.”

martes, 18 de julio de 2006

Primavera de Chesterton

Después de décadas fuera de ellos, Chesterton inunda los escaparates y copa los anuncios de novedades en los catálogos de las editoriales. Vuelve Chesterton. Estupendo, pero, ¿por qué?
Sencillamente, porque sus derechos de autor han decaído, una vez transcurridos los convenientes años de su fallecimiento.
¿Sólo por eso? No; es porque, además de barato, también es bueno y bonito.