LA FRASE
Sir Arthur Conan Doyle
lunes, 7 de octubre de 2013
EL 7 DE OCTUBRE DE 1571
sábado, 30 de junio de 2012
G. K. CHESTERTON: LEPANTO
Lepanto (1911) es quizás el más conocido y celebrado poema de Chesterton. Nada más por este poema, escribe el especialista en Chesterton Dale Ahiquist, para quien se trata de una obra maestra del ritmo y de la aliteración, “Chesterton debería ocupar un lugar entre los inmortales de la literatura.” La fortuna de Lepanto en español no ha sido escasa, aunque sí desigual. Conocemos versiones de Borges (1938, en el primer número de la revista argentina Sol y luna), Luys Santamarina (Barcelona, 1948, en Solidaridad Nacional), Santiago Magariños (Barcelona, 1953, en Entregas de poesía) y, últimamente, la traducida en colaboración por Luis Alberto de Cuenca y Julio Martínez Mesanza (Lepanto y otros poemas, Renacimiento, Sevilla, 2003).
martes, 1 de junio de 2010
CHESTERTON, SHAW, BELLOC
EDITORIAL RENACIMIENTO, COLECCIÓN "EL CLAVO ARDIENDO"
Traducción de Victoria León.
Prólogo de Enrique Baltanás
En realidad, poco importa el asunto concreto que debaten aquí. Sea cual sea, lo que destaca es el placer de contender, así como la paradoja de que esa discusión sea, a la vez, encarnizada y amistosa, implacable y cortés. Algo así como una amistad personal y una enemistad intelectual, aunque tampoco sea del todo así, porque tanto el uno como el otro sintieron mutua e inequívoca admiración por sus obras literarias respectivas, y no sólo o meramente estimación de sus personas.
(del Prólogo)
jueves, 4 de febrero de 2010
El poeta convencional
"Robert Browning fue incontestablemente un hombre del todo convencional. Hay muchos que juzgan este elemento de convencionalismo a la vez lamentable y vergonzoso; han establecido, como si dijéramos, una convención de lo inconvencional. Pero este odio al elemento convencional en la personalidad de un poeta sólo les es posible a los que no recuerdan el significado de las palabras. Convención no significa más que acuerdo, pacto; y de igual modo que todo poeta tiene que buscar hacer su obra sobre un acuerdo emocional entre los hombres, todo poeta tiene que basar su obra sobre una convención. Todo arte está, naturalmente, basado en una convención, un acuedo entre el que habla y el que escucha de que no deben oponerse ciertas objeciones. El arte más realista del mundo está abierto a la objeción realista. Contra el drama más exacto y corriente que saliera jamás de Noruega todavía es posible para el realista oponer la objeción de que el héroe que comienza a hablar de un asunto y pasa a otra cosa, que sale del aposento y vuelve por su sombrero, se conduce continuamente de una manera muy excéntrica, considerando que hace todas estas cosas en una habitación en la que una de las cuatro paredes no existe y ha sido sustituida por una hilera de candilejas y una multitud de gente extraña. Contra el más pulcro dibujante de siluetas que pueda concebir la imaginación humana, puede admitirse aún que traza una línea negra en torno a la nariz de un hombre, y que esta línea es mentira. Y precisamente de la misma manera un poeta, por la naturaleza de las cosas, tiene que ser convencional. A menos que describa una emociónque los otros compartan con él, su labor será totalmente inútil. Si un poeta tuviese realmente una emoción original; si, por ejemplo, un poeta se enamorase de repente de los topes de un vagón de ferrocarril, emplearía un espacio de tiempo considerablemente superior a los setenta años de que dispone, para comunicar sus sentimientos.
La poesía trata de cosas primarias y convencionales; el hambre de pan, el amor a la mujer, el amor a los niños, el deseo de una vida inmortal. Si los hombres tuviesen de veras sentimientos nuevos, la poesía no podría tratarlos. Si un hombre, supongamos, no sintiese un amargo anhelo de comer pan, pero sintiese en cambio un fresco y original anhelo de comer guardafuegos de latón o mesas de caoba, la poesía no podría expresarlo. Si un hombre, en vez de enamorarse de una mujer, se enamorara de un fósil o de una anémona de mar, la poesía no podría expresarlo. La poesía sólo puede expresar lo que es original en un sentido: en el sentido en que hablamos del pecado original. Es original, no en el despreciable sentido de ser nuevo, sino en el sentido más hondo de ser viejo; es original en el sentido de que trata de orígenes."
[G. K. Chesterton, Robert Browning, Sevilla, Espuela de Plata, 2010.]
jueves, 26 de marzo de 2009
Chesterton en España
Chesterton estuvo en España, y sobre España escribió algunos artículos (véase El color de España, recientemente editado por Espuela de Plata), pero, ¿qué atención le prestó la prensa de entonces? ¿Tuvo contactos con la sociedad literaria o fue un viaje estrictamente particular? Desde luego me consta que fue breve y que no pronunció ninguna conferencia.
Y ahora me acuerdo de aquel magnifíco Nietzsche en España, del profesor Gonzalo Sobejano, que quedó como isla solitaria. Con ese mismo título se podrían escribir muchos otros libros, mutatis mutandi. Por ejemplo, este año, ya podrían ofrecernos -alguna de nuestras tropecientas mil editoriales- un Darwin en España. No creo que caiga la breva. O sí.
martes, 17 de marzo de 2009
Paratextos y fotografías
Los pedantes de ahora llaman paratexto al conjunto de textos que anteceden, o siguen, o rodean al texto propiamente dicho. Prólogos, advertencias, epílogos, colofones, etc... forman esta cosa tan antigua que se denomina con palabra tan moderna.
Yo recomiendo al lector sagaz que nunca deje de leer los paratextos.
En este del libro de Joseph Pearce, G. K. Chesterton. Sabiduría e inocencia (Ediciones Encuentro), titulado anglosajonamente como "Agradecimientos", se puede leer esta frase prometedora:
"También merece mi agradecimiento [el Chesterton Study Centre de Bedford] por proporcionarme las fotografías inéditas que aparecen en este libro en un número inigualado hasta ahora."
Ni que decir tiene que me abalancé de inmediato para ver esas fotografías y quizás dibujos del propio Chesterton. Pero, al menos en la versión española, no hay ninguna fotografía. Nin-gu-na.
Se ve que en esta ocasión traductor y editor han ido cada uno por su lado. Y al menos esta vez el traidor no ha sido precisamente el traductor.
Nunca dejéis de leer los paratextos.
lunes, 21 de julio de 2008
La roca y el mapa
T. S. Eliot prefería denominarla como la roca.
Pero G. K. Chesterton la comparaba mejor a un mapa:
"No hay otro caso de institución inteligente continua que haya estado pensando sobre el pensamiento durante dos mil años. Como es natural, su experiencia abarca prácticamente todas las experiencias, y en especial prácticamente todos los errores. El resultado es un mapa en el cual se hallan señaladas con claridad todas las calles cortadas y las carreteras en mal estado, todas las vías que la mejor de todas las pruebas ha demostrado que son inútiles: la prueba de aquellos que las han recorrido."
(en Razones para la fe, Barcelona, Styria, 2008, p. 37. En la foto, con su esposa Francis)
viernes, 11 de julio de 2008
La energía potencial
¿A quién pertenecen estas palabras? ¿A Largo Caballero? ¿A Andrés Nin? ¿A Enrique Líster? ¿A la Pasionaria? ¿A Max Aub? ¿A Rafael Alberti?
No: a Ramón Pérez de Ayala.
Las cita Andrés Amorós en el prólogo de su edición de Tigre Juan y El curandero de su honra (Madrid, Castalia, 1980).
Supongo que esas palabras son anteriores a 1936, pero no demasiado.
Si las copio aquí es por poner otro ejemplo de la enorme fascinación que la idea del socialismo ejerció sobre nuestros intelectuales (Unamuno, Ortega... pero también Chesterton o Péguy...).
Y de esa energía potencial, ¿qué se fizo? Ésa es otra historia.
miércoles, 18 de julio de 2007
Dios, el enano y el pigmeo
G. K. Chesterton, "The mirror", en la recopilación de artículos Lunacy and letters, próximamente en la editorial Renacimiento.
viernes, 29 de junio de 2007
Algo más sobre Blogg
Portales es un chestertoniano de pro, y en su blog (¿o blogg?) se encontrará más madera.
jueves, 14 de junio de 2007
El Renacimiento de Chesterton, o al revés
La editorial Renacimiento acaba de publicar la biografía de Blake escrita por Chesterton. La obra ha merecido algún que otro encendido elogio, creo que más que justificado. Por Blake, por Chesterton y por la versión (por primera vez al castellano). Su traductora, Victoria León, me da a leer algunas páginas del nuevo libro chestertoniano que prepara, también para Renacimiento, y me autoriza a reproducir aquí algunos párrafos. Vayan como anticipo estas píldoras de Locura y letras.
"Los riesgos de enajenación mental que conlleva la literatura se deben no tanto al amor por los libros como a la indiferencia hacia la vida, los sentimientos y todo cuanto se refleja en los libros. En un estado ideal, todo caballero absorto en abstrusos cálculos y descubrimientos debería estar obligado por decreto a conversar durante cuarenta y cinco minutos con un mozo de cuadras o con la casera de una pensión y a cruzar Hampstead Heath a lomos de un burro. El estado, asimismo, habría de someterlos a un examen; pero no sobre el griego ni las antiguas armaduras que son su deleite, sino acerca del dialecto cockney y de los distintos colores de los autobuses. Así se les purgaría de todas esas tendencias que a veces conducen de la erudición a la locura, y aprenderían a convertirse en hombres del mundo, primer paso para llegar a convertirse en hombres del universo."
* * *
"La idolatría surge dondequiera que aquello que en un principio nos hacía felices acaba siendo aún más importante que la misma felicidad. La ebriedad, por ejemplo, bien puede ser descrita como un pasatiempo absorbente. Y la ebriedad verdaderamente entendida en su realidad interior y psicológica constituye un ejemplo típico de idolatría. La intemperancia esencial comienza en el punto en que una incidental forma de placer, que tiene su origen en un determinado objeto de consumo, acaba por cobrar más importancia que todo el vasto universo de los placeres naturales que, finalmente, destruye. Omar Khayyam, considerado a menudo por alguna razón inexplicable un poeta alegre y vitalista, resumía este horrible último efecto del alcohol en una estrofa de incomparable ingenio y eficacia:
Me robara el vestido y el honor,
No imagino que pueda el vinatero
Vender algo mejor que lo que vende."
sábado, 9 de diciembre de 2006
Chesterton y los turistas
Como Ortega, o como Péguy, también Chesterton estuvo convencido por un tiempo de la victoria moral del socialismo. Era idea extendida en la época, la de que no había alternativa “social”, ni moral, al socialismo. Socialismo o barbarie, se decía.
“Me consideraba socialista —dice Chesterton en su Autobiografía—, porque la única alternativa a ser socialista era no serlo. Y no ser socialista era algo absolutamente espantoso.”
Chesterton no pudo tener noticia del Gulag ni conocer la maravillosa vida en las democracias populares. Tampoco pudo leer a Hayek, Friedman o Popper. Tampoco le hizo falta.
Por cierto que, al releer la Autobiografía, encuentro esta distinción entre el viajero y el turista:
“El viajero ve lo que ve; el turista ve lo que ha ido a ver.”
No se puede decir mejor.
lunes, 18 de septiembre de 2006
Algo sobre Blogg
Acusa a Frances de haber hecho profundamente infeliz a G. K., de haberlo alejado del mundo y de la realidad, de haberlo infantilizado, de haberle privado de vida sexual, de haber contribuido a su enfermedad y de luego no saber cuidarlo... Bueno, prácticamente la acusa de todo. Ada Jones llega a sugerir que Chesterton debió haberse separado o divorciado de ella, y sólo se explica que no lo hiciera por el atávico sentido de la fidelidad de los Chesterton.
Tampoco el propio G. K. sale demasiado bien parado en su retrato.
Quien sale naturalmente mejor favorecido es Cecil Chesterton.
Pero el libro se detiene en muchos otros personajes, famosos unos, desconocidos otros, en el mundillo literario y periodístico de Fleet Street.
La propia Ada Jones es un personaje de película.
No se lo pierdan.
miércoles, 13 de septiembre de 2006
Chaqueteros y conversos
Hay gente que nunca cambia, que se mantiene fiel hasta el final a sus convicciones juveniles. Pero hay otros muchos que experimentan cambios, metamorfosis, dolorosas a veces, transformaciones traumáticas y decisivas.
Y no me refiero, como es natural, a los que mudan de opinión o de convicciones por interés egoísta, por conveniencia, por oportunismo. Esos son aquellos a los que el pueblo mira con tanto desprecio, y con razón, llamándoles chaqueteros. Esos que ahora, con la boga del eufemismo para todo, llaman, de manera más cursi y menos gráfica, transfugas (no estoy seguro de dónde acentuar esta palabra).
A los que me refiero, por supuesto, es a aquellos que, en un momento dado, revisitan su pasado, someten a un duro examen sus ideas y ciernen con un colador muy fino sus creencias. Y deciden que estaban (más o menos) equivocados. Que la verdad estaba en otra parte. Quizás justo enfrente.
Yo he oído muchas veces a gentes que me decían que ellos ya eran comunistas “desde que estaban en el vientre de su madre”. Y también he oído muchas veces la expresión, acusadora, of course, de “fascista biológico”. He mirado siempre estas declaraciones con mucha desconfianza. Me han parecido siempre un desagradable revoltijo de las ideas con las vísceras, o de la gimnasia con la magnesia. Vamos, de la biología con la ideología. Habrá quien piense que el hombre piensa lo que piensa según lo que coma, o según los genes, o según sus intereses. Yo tengo para mí que el pensamiento es libre, y que se explica mal, o no se explica en absoluto, acudiendo a estos determinismos reduccionistas. Las cosas son más complicadas. O más sencillas, según se mire.
Si echamos la mirada atrás, lo que vemos es que la historia está llena de conversos. Desde el mismísimo San Pablo o el mismísimo San Agustín hasta Edith Stein, o Chesterton, o Newman, o Péguy, o Claudel, o Bloy…
Estas metamorfosis no se reducen a lo religioso, sino que se extienden a lo filosófico, a lo literario, a lo político.
Ha habido (¡muchísimos!) comunistas que se han hecho anticomunistas (y, por cierto, de los más beligerantes). Ha habido (¡muchísimos!) aristócratas y multimillonarios que se ha hecho comunistas.
Luis Alberto de Cuenca dejó un día de escribir a lo novísimo y se puso a componer poemas como si fuesen bocadillos de cómics con notable éxito de crítica y público.
¿Cuántos cambios no dio José Martínez Ruiz? Penduló del anarquismo al maurismo, del republicanismo al franquismo. Eso sí, sin inmutarse. Fue muy longevo Azorín.
Julio Camba no fue siempre el conservador escéptico que ha congelado su retrato más conocido como residente varado en el Palace. En su juventud rozó el atentado con bomba.
Las piruetas de mi amigo Jon Juaristi (que no son piruetas, sino ejercicios de equilibrio moral) las cuenta él mismo en sus memorias, tituladas Cambio de destino.
Los de mi quinta (gentes nacidas en los cincuenta, con la cartilla de racionamiento recién suprimida y los primeros seiscientos en la calle) nos educamos en una serie de tópicos que alegremente abrazamos la mayoría. Y no se crea que irresponsablemente, no. Muchos nos quemábamos las cejas en el desciframiento de tochos indesentrañables. Éramos muy serios y muy tontos. Y también bastante ignorantes.
Quizá fue mala suerte. En vez de leer a Pascal, leíamos a Althusser. En vez de a San Agustín, a Marcuse y a Wilhelm Reich. Y en vez de a Popper, pongo por caso, descifrábamos, o intentábamos descifrar, a Georg Lukács (y lo pongo también por caso, especialmente en el mío) o a Karel Kosik. Eso cuando hilábamos fino, que algunos se contentaban con los Conceptos elementales del materialismo histórico de Marta Harnecker (por cierto, otra conversa: del catolicismo al marxismo) o con el manualito estalinista de Georges Pulitzer. (No dudo de que la mayoría de mis lectores se preguntarán: ¿Y éste quién es? -No importa).
Yo veo que hay gentes de mi generación (cuánto odio esta palabra, generación) que se han mantenido sobre poco más o menos en el mismo carril. También veo a gentes mucho más jóvenes que quizás tampoco se vean obligados a cambiar de sentido, porque han tenido más suerte. También he visto viejos que se han arrepentido de lo que quizás nunca tuvieron que arrepentirse.
No digo más. Que esto es un blog, no un libro.
Quizás Dios ha puesto a caminar a algunos por un camino real, y a otros los ha enviado por trochas zigzagueantes, por callejones pedregosos, por fragosidades laberínticas. Él sabrá por qué. Los caminos del Señor son inexcrutables.
Lo que importa es llegar a la meta con la camisa limpia. Vieja o mudada. Pero limpia.
lunes, 4 de septiembre de 2006
De las cosas que dejó dichas Inocencio Herrero
Dicho por Innocence Smith (o Inocencio Herrero), el protagonista de Manalive (Hombre vivo), la novela de Chesterton, según el testimonio de un jefe de estación ruso:
“—De lo que me ha convencido —dijo con los mismos ojos soñadores— es de por qué está tan mal de verdad y es tan peligroso para un hombre huir y abandonar a su mujer.
—¿Y por qué es peligroso? —inquirí.
—Pues porque ya nadie puede encontrarle —replicó aquel extraño personaje—, y todos deseamos ser encontrados.”
martes, 18 de julio de 2006
Primavera de Chesterton
Sencillamente, porque sus derechos de autor han decaído, una vez transcurridos los convenientes años de su fallecimiento.
¿Sólo por eso? No; es porque, además de barato, también es bueno y bonito.