En la rueda de prensa donde se da a conocer el ganador del premio de poesía que lleva su nombre, Manuel Alcántara, maestro venerable de columnistas, subraya que en este premio "la honradez es absoluta" y "las plicas se abren cuando se sabe cuál es el poema premiado".
De la honradez no dudamos, pero lo que nos extraña es el argumento: "las plicas se abren cuando se sabe cuál es el poema premiado". Como si hiciera falta abrir las plicas para saber la identidad del autor.
Tan ingenuo es el argumento, tan de principiante con acné, que casi nos llevaría a pensar en el adagio: "excusatio non petita..."
Pero hoy, Domingo de Pentecostés, no queremos permitirnos ni un mal pensamiento.
Además, el ganador de este año es Luis Alberto de Cuenca, razón más que suficiente como para no tener que justificar el galardón.
LA FRASE
"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."
Sir Arthur Conan Doyle
Sir Arthur Conan Doyle
domingo, 31 de mayo de 2009
sábado, 30 de mayo de 2009
viernes, 29 de mayo de 2009
Todos los géneros, el género
Hablando el otro día por teléfono con Enrique García-Máiquez sobre su libro Lo que ha llovido (¿he dicho ya que no se lo pierdan?), divagábamos sobre los géneros literarios, que si los blogs y los libros, que si los diarios, que si las novelas...
No recuerdo si conseguimos ponernos de acuerdo en algo; en materia tan resbaladiza, ya se sabe... se procede por tanteos... agarrándose...
Pero luego, caminando por la calle (¿o debería decir callejeando por la calle?), se me ocurrió esto:
El único género literario que existe, en realidad, es el autorretrato.
A ver, discútanmelo. Si tienen uebos (que ya se sabe que suena como huevos, pero no).
No recuerdo si conseguimos ponernos de acuerdo en algo; en materia tan resbaladiza, ya se sabe... se procede por tanteos... agarrándose...
Pero luego, caminando por la calle (¿o debería decir callejeando por la calle?), se me ocurrió esto:
El único género literario que existe, en realidad, es el autorretrato.
A ver, discútanmelo. Si tienen uebos (que ya se sabe que suena como huevos, pero no).
jueves, 28 de mayo de 2009
Nuevo poema viejo
En la sección Muestrario, cuelgo el poema, inédito hasta ahora, titulado Minotauro.
Es un poco largo, lo advierto. Más de quinientos versos de "arte mayor", o dodecasílabos fluctuantes.
Y no es reciente, lo que pasa es que no consigo recordar, al menos de momento, en qué fecha lo escribí. Desde luego, bastante antes de 2005. En todo caso, no mucho después del asesinato de Miguel Ángel Blanco, que fue en 1997.
Quizás haya perdido alguna actualidad. Quizás, de escribirlo hoy, no diría exactamente lo mismo. Pero no he querido corregirlo ni modificarlo.
[Nota erudita: según Tomás Navarro Tomás, el verso de arte mayor "consta de dos hemistiquios que tienen por base el pentasílabo dactílico, al cual se le antepone con marcada frecuencia una sílaba débil y a veces dos". Fue usado sobre todo, en el siglo XV, por Juan de Mena en su Laberinto de fortuna]
miércoles, 27 de mayo de 2009
-illa, -illa... maravilla
Qué extraña experiencia ésta de leer, al mismo tiempo, sendas antologías de Pedro Sevilla y de Juan Bonilla, ambas en la colección "de las rayas" de Renacimiento. Todo es para siempre, se titula la del primero; Defensa personal, la del segundo.
Sevilla y Bonilla son poetas muy distintos. Como poeta, Bonilla es cortante, ingenioso, contudente. Lo suyo es lo impredecible:
Es fea, bien lo sabes, tu costumbre
de computar amores en bolsas de basura.
La poesía de Sevilla, en cambio, es confesional y familiar, llena de nombres propios, y su tono es la dulzura melancólica, con dejos de ironía.
En el barro de toda biografía
sólo muy rara vez un verso encuentra
el brillo verdadero...
Qué raro que dos poetas de estilos diferentes nos gusten a la vez. Sevilla y Bonilla se unen en la rima, no crean que fácil, de la maravilla.
Y no nos maravillan menos los jugosos prólogos, el de Sevilla a cargo de un sembrado, y asombrado, Enrique García-Máiquez; el de Bonilla por un desconocido y misterioso Miguel Albero (recuerden que el libro se titula Defensa personal).
Sevilla y Bonilla son poetas muy distintos. Como poeta, Bonilla es cortante, ingenioso, contudente. Lo suyo es lo impredecible:
Es fea, bien lo sabes, tu costumbre
de computar amores en bolsas de basura.
La poesía de Sevilla, en cambio, es confesional y familiar, llena de nombres propios, y su tono es la dulzura melancólica, con dejos de ironía.
En el barro de toda biografía
sólo muy rara vez un verso encuentra
el brillo verdadero...
Qué raro que dos poetas de estilos diferentes nos gusten a la vez. Sevilla y Bonilla se unen en la rima, no crean que fácil, de la maravilla.
Y no nos maravillan menos los jugosos prólogos, el de Sevilla a cargo de un sembrado, y asombrado, Enrique García-Máiquez; el de Bonilla por un desconocido y misterioso Miguel Albero (recuerden que el libro se titula Defensa personal).
martes, 26 de mayo de 2009
Con y sin
Como cirujano cardiovascular, estaba acostumbrado a abrir el pecho de sus pacientes, a pararles el corazón por unas horas, a reanimárselo después, a hacerlo latir más rápido o más lento... Ahora, eso mismo se lo estaba haciendo a él una mujer. Pero sin necesidad de bisturí. Y, además, sin anestesia.
*
A los pocos segundos de morir, compareció, como era preceptivo, ante Dios. Entre pedante y provocador, lo primero que le dijo a Dios es que había sido ateo toda su vida, es más, que ni siquiera ahora creía, que estaba seguro de que se trataba de un sueño, tal vez de una pesadilla.
Entonces Dios, con gesto apesadumbrado, le respondió: - Es cierto, hijo, pero no como tú crees. Tú mismo te has condenado a no verme más que en sueños... por toda la eternidad. Así, pues, continúa soñándome.
*
Cuando la besó en los labios, en los suyos notó un agrio regusto a azufre. Entonces el poeta decidió que escribiría un poema para contar allí lo que no podría contar a sus amigos sin que se rieran de él. Y lo escribió. Y lo tituló "El estudiante de Salamanca".
*
Estaban ya en la cama, a punto de conciliar el sueño, cuando de pronto sonaron unos golpes sordos en la puerta de la casa. Abrieron los ojos y se miraron. ¿Quién podrá ser a estas horas?, preguntó la mujer. "Es extraño, no tocan en la aldaba ni en el timbre", respondió el marido, "esperemos a ver". Pasaron unos interminables minutos. Volvieron a sonar los golpes, cada vez más débiles. Y, de pronto, dejaron de sonar. Y se durmieron.
A la mañana siguiente, al bajar al porche, descubrieron unas manchas de sangre sobre el empedrado. Como probos ciudadanos que eran, decidieron acudir a la policía, a dar parte de lo sucedido. Pero la policía los tranquilizó. "No se preocupen, no fue nada, no era nadie, un judío asqueroso que pretendía darse a la fuga."
Esa misma noche les costó conciliar el sueño.Cada vez que estaban a punto de conseguirlo, algo les despertaba. Hans y Wilhelmine seguían oyendo unos golpes sordos en la puerta de abajo. Y no bajaban a abrir.
*
A los pocos segundos de morir, compareció, como era preceptivo, ante Dios. Entre pedante y provocador, lo primero que le dijo a Dios es que había sido ateo toda su vida, es más, que ni siquiera ahora creía, que estaba seguro de que se trataba de un sueño, tal vez de una pesadilla.
Entonces Dios, con gesto apesadumbrado, le respondió: - Es cierto, hijo, pero no como tú crees. Tú mismo te has condenado a no verme más que en sueños... por toda la eternidad. Así, pues, continúa soñándome.
*
Cuando la besó en los labios, en los suyos notó un agrio regusto a azufre. Entonces el poeta decidió que escribiría un poema para contar allí lo que no podría contar a sus amigos sin que se rieran de él. Y lo escribió. Y lo tituló "El estudiante de Salamanca".
*
Estaban ya en la cama, a punto de conciliar el sueño, cuando de pronto sonaron unos golpes sordos en la puerta de la casa. Abrieron los ojos y se miraron. ¿Quién podrá ser a estas horas?, preguntó la mujer. "Es extraño, no tocan en la aldaba ni en el timbre", respondió el marido, "esperemos a ver". Pasaron unos interminables minutos. Volvieron a sonar los golpes, cada vez más débiles. Y, de pronto, dejaron de sonar. Y se durmieron.
A la mañana siguiente, al bajar al porche, descubrieron unas manchas de sangre sobre el empedrado. Como probos ciudadanos que eran, decidieron acudir a la policía, a dar parte de lo sucedido. Pero la policía los tranquilizó. "No se preocupen, no fue nada, no era nadie, un judío asqueroso que pretendía darse a la fuga."
Esa misma noche les costó conciliar el sueño.Cada vez que estaban a punto de conseguirlo, algo les despertaba. Hans y Wilhelmine seguían oyendo unos golpes sordos en la puerta de abajo. Y no bajaban a abrir.
lunes, 25 de mayo de 2009
sábado, 23 de mayo de 2009
El blog como taller
Hoy voy a hacer algo que no sé si contraviene las leyes, fueros y ordenanzas de la andante bloguería. Me voy a "traer" (¿robar?) del blog de Juan Antonio González Romano, Ah de la vida, una soleá que publicó hace unos días, y que es ésta (y a la que en adelante llamaremos versión A):
Fue tanto lo que te quise
que cuando vuelvo a besarte
me saben tus besos tristes.
Yo le puse un comentario en que le sugería que cambiase el segundo verso por este otro: "que ahora que ya no te quiero". Con lo cual, la soleá (versión B en adelante) quedaría:
Fue tanto lo que te quise
que ahora que ya no te quiero
me saben tus besos tristes.
Esta variante a algunos les pareció bien y a otros no tanto. La razón por la que propuse la variante es ésta: en la versión A no queda claro qué es lo que ha pasado, porque ya no la quiere (o le, porque del sexo no se habla), eso está claro, pero parece que sigue con ella (o con él) y en ese caso los besos, creo yo, no pueden ser tristes, sino odiosos y hasta repugnantes, si es que no hipócritas y fingidos.
Con la versión B conseguimos: que quede claro que ha habido una ruptura, que ya esos besos no se dan sino que se recuerdan o se sueñan, y que en ese recuerdo o sueño aparece el dolor y la nostalgia, quizá porque un amor verdadero ("fue tanto lo que te quise") no se olvida, y así contrabalanceamos ruptura y recuerdo.
Bueno. Juan Antonio decidirá por qué versión se decanta. Quede claro, de todas formas, que el poema es suyo y solamente suyo. A mí ha habido amigos que me han regalado alguna vez un verso, como yo mismo he regalado otros.
Y ahora voy al meollo de lo que me proponía plantear aquí hoy. (Quede, pues, la discusión sobre si A o B, o quizás C, en el blog de su legítimo dueño).
Es costumbre entre poetas, cuando terminan un libro, dárselo a leer a algún colega de su confianza, para que le señale posibles fallos de cualquier tipo y le comunique su impresión.
Pero el colega es normalemente una persona ocupada, a la que asaltamos en la jaula de su tiempo, abusando de su paciencia.
Alguna vez he defendido que una de las funciones del blog podría ser la de servir de borrador, o de taller, o de tubo de ensayo, de escrituras.
¿Y si en vez de atracar el tiempo de nuestros amigos, bien escaso (el tiempo, claro, pero también los amigos), colgáramos nuestros poemas en el blog para que los lectores, los que quisieran por supuesto, le dieran "un repaso"?
Conste que esto es una reflexión, no una amenaza, así que no tembléis.
[Nota de ambiente: mientras escribo esta entrada, están repicando las campanas de la Giralda. A ver si adivináis por qué]
Fue tanto lo que te quise
que cuando vuelvo a besarte
me saben tus besos tristes.
Yo le puse un comentario en que le sugería que cambiase el segundo verso por este otro: "que ahora que ya no te quiero". Con lo cual, la soleá (versión B en adelante) quedaría:
Fue tanto lo que te quise
que ahora que ya no te quiero
me saben tus besos tristes.
Esta variante a algunos les pareció bien y a otros no tanto. La razón por la que propuse la variante es ésta: en la versión A no queda claro qué es lo que ha pasado, porque ya no la quiere (o le, porque del sexo no se habla), eso está claro, pero parece que sigue con ella (o con él) y en ese caso los besos, creo yo, no pueden ser tristes, sino odiosos y hasta repugnantes, si es que no hipócritas y fingidos.
Con la versión B conseguimos: que quede claro que ha habido una ruptura, que ya esos besos no se dan sino que se recuerdan o se sueñan, y que en ese recuerdo o sueño aparece el dolor y la nostalgia, quizá porque un amor verdadero ("fue tanto lo que te quise") no se olvida, y así contrabalanceamos ruptura y recuerdo.
Bueno. Juan Antonio decidirá por qué versión se decanta. Quede claro, de todas formas, que el poema es suyo y solamente suyo. A mí ha habido amigos que me han regalado alguna vez un verso, como yo mismo he regalado otros.
Y ahora voy al meollo de lo que me proponía plantear aquí hoy. (Quede, pues, la discusión sobre si A o B, o quizás C, en el blog de su legítimo dueño).
Es costumbre entre poetas, cuando terminan un libro, dárselo a leer a algún colega de su confianza, para que le señale posibles fallos de cualquier tipo y le comunique su impresión.
Pero el colega es normalemente una persona ocupada, a la que asaltamos en la jaula de su tiempo, abusando de su paciencia.
Alguna vez he defendido que una de las funciones del blog podría ser la de servir de borrador, o de taller, o de tubo de ensayo, de escrituras.
¿Y si en vez de atracar el tiempo de nuestros amigos, bien escaso (el tiempo, claro, pero también los amigos), colgáramos nuestros poemas en el blog para que los lectores, los que quisieran por supuesto, le dieran "un repaso"?
Conste que esto es una reflexión, no una amenaza, así que no tembléis.
[Nota de ambiente: mientras escribo esta entrada, están repicando las campanas de la Giralda. A ver si adivináis por qué]
viernes, 22 de mayo de 2009
Pepe Cala, el último bohemio
Ayer, en la mesa redonda sobre "Bohemia y literatura", cuando, bajo la batuta experta de Fernando Iwasaki, disertaban sabiamente sobre la cosa Juan Manuel Bonet, Aquilino Duque y Andrés Trapiello, vi aparecer por allí la sombra escuálida y repeinada de José Cala y Fontquernie, más conocido en el ambiente como Pepe Cala, porque aquí a los títulos no los conocemos por sus títulos, sino por sus hipocorísticos. Y pensé en que ése, Pepe, sí que era un auténtico bohemio, y no Lasso de la Vega ni Eugenio Noel, anda ya, dónde va a parar.
Quizás el próximo sarao o simposio (tanto da) sobre "Bohemia y literatura" deba dedicarse a este fotógrafo sin carrete, pintor sin cuadros y casanova de mujeres imposibles.
Yo ya casi tengo preparada mi ponencia, que se titulará "Pepe Cala, poeta de servilleta" (desde una perspectiva semiótica, más que nada).
José D. Serrallé anda ultimando su tesis doctoral sobre "José Cala y Fontquernie y la bohemia azul en Sevilla".
Y sé que Javier Salvago está trabajando en la suya: "Mis silencios con Pepe Cala".
Ya sólo falta que Alfredo Valenzuela, máxima autoridad mundial en raros sevillanos, se anime a organizar la cosa, digo, el simposio.
jueves, 21 de mayo de 2009
Feria del Libro en Sevilla
La Consejería
Será el sábado 23 de mayo a las 21:00 h.
miércoles, 20 de mayo de 2009
El filósofo en el campo
El laberinto y el sueño no es un libro para lectores apresurados ni para amantes de aventuras y acciones trepidantes. Antonio Moreno, su autor, que no hace mucho reunió su poesía completa con el título de Intervalo (La Veleta, 2007), nos entrega aquí su tercer libro de prosa. Y digo de prosa, y no en prosa, porque en prosa ha publicado algo más, como aquel sugestivo ejercicio de crítica literaria titulado Los espejos del domingo.
Dos años de aislamiento en un pueblo perdido de la sierra norte de Alicante, por razones profesionales o más bien burocráticas, le sirven a Antonio Moreno para hilar un hermoso y a ratos deslumbrante relato de esa peripecia vulgar, de donde, en principio, otro que no fuera Antonio Moreno no hubiera visto más que una experiencia negativa o una contrariedad digna de olvidarse en el menor tiempo posible.
Narración, diario, poema en prosa o meditaciones sobre lo humano y lo divino, todo eso, por partes y a la vez, es El laberinto y el sueño. Es un libro de calma azorianiana, es decir, un libro donde se palpa la tragedia, la tragedia de la vida, pero se la digiere bien, como un yantar frugal, como una refacción cotidiana y necesaria. No es Antonio Moreno partidario de aspavientos y estridencias, en él todo va por dentro, como en silencio, audible sólo para los que además de oír, escuchan.
Y ya que hablamos de silencio, terminemos esta nota de lectura con una meditación sobre el que Antonio Moreno ha escuchado en su destierro, o sea, en su desierto:
Todo recuerda a una cartuja. Sobre la aldea predomina la altitud del campanario; sobre él, la veleta que señala la dirección de los vientos es una imagen del arcángel San Miguel alanceando al demonio. Cada tarde, a las seis en invierno y una hora más tarde en verano, llaman las campanas al rosario vespertino. Y el silencio, el silencio es tan cerrado y único... [...] Me acuerdo del Robinsón de Defoe en su extremo del mundo. Yo no reúno pólvora seca, ni las tablas, bidones y herramientas que ha escupido el mar. Sólo recojo palabras de la orilla, y no sé si son una lucha contra el anonimato que es cada hombre o si son una parte más de este silencio.
Antonio Moreno no ha necesitado vivir ninguna aventura exótica en algún extremo del mundo para escribir unas páginas que, más que de un paisaje o de un lugar, son el retrato de un hombre. Un hombre colocado en un lugar de extrañamiento. Un hombre en un desierto, que es, que ha sido desde siempre, el sitio idóneo para contemplar, a la debida distancia, el fulgor y la sombra de la vida.
martes, 19 de mayo de 2009
lunes, 18 de mayo de 2009
La biblioteca
El edificio, mandado levantar en tiempos del rey Carlos III para pósito de granos, daba a una plaza que había sido antiguamente la era del pueblo. Pero una fuente, unas palmeras, unas jacarandas, unos bancos en torno, la habían convertido definitivamente en plaza o paseo, borrando cualquier vestigio de la era antigua, que nadie vivo había conocido. Allí, conservando el nombre, aquel edificio, el pósito.
Ya olvidado su antiguo destino de granero, un buen día lo convirtieron en depósito de libros. Yo fui uno de los primeros socios de aquella recién estrenada biblioteca municipal. Mi carnet de lector era el número once. Los diez que me antecedían eran, creo, el alcalde y los concejales. Yo creo que eran socios de oficio y protocolo. Y siempre he tenido el secreto capricho de creer que, en realidad, fui yo el primer socio lector, verdaderamente lector, de aquella biblioteca. Ahora, calculo, deben de estar todos muertos. Ahora soy yo, al menos in pectore, el carné número uno. El primero de la fila.
Ya olvidado su antiguo destino de granero, un buen día lo convirtieron en depósito de libros. Yo fui uno de los primeros socios de aquella recién estrenada biblioteca municipal. Mi carnet de lector era el número once. Los diez que me antecedían eran, creo, el alcalde y los concejales. Yo creo que eran socios de oficio y protocolo. Y siempre he tenido el secreto capricho de creer que, en realidad, fui yo el primer socio lector, verdaderamente lector, de aquella biblioteca. Ahora, calculo, deben de estar todos muertos. Ahora soy yo, al menos in pectore, el carné número uno. El primero de la fila.
sábado, 16 de mayo de 2009
Cenando con Susana Fortes junto a la Giralda
Se la veía algo tensa, no demasiado, y controlando muy bien sus emociones, aunque apenas si probó de ningún plato. En la mesa, la charla seguía animada, aunque ella, y se comprende, participara poco. Juan Luis hablaba del futuro de la prensa digital y del presente de la prensa sevillana, de la que vaticina que pronto sólo quedarán dos diarios, se supone que uno será aquel en donde escribe. Juan nos hablaba de sonetos eróticos, y Victoria nos informaba de su nuevo Chesterton en Espuela de Plata, la pieza teatral sobre el Doctor Johnson. Que, al parecer, promete.
De pronto comenzaron a sonar las campanas de la Giralda sobre el patio del Real Alcázar. Era ya el final de la velada, y el jurado, con su portavoz Carlos Pujol ya sobre el escenario, estaba a punto de comunicar su veredicto.
Y sí, la ganadora era Susana Fortes, y su novela Esperando a Robert Capa la que se alzaba con el XIV Premio Fernando Lara de novela. Besamos y felicitamos a Susana, antes de que se dirigiera rápidamente hacia el escenario y hacia los focos.
En algún otro lugar, en alguna otra mesa, alguien acaso estaría pensando que las campanas de la Giralda, al menos esa noche, no estaba sonando para él.
Así son los premios literarios. Digo, así es la vida.
jueves, 14 de mayo de 2009
miércoles, 13 de mayo de 2009
Sobre La Celestina (nota bibliográfica)
Como parece que ha suscitado algún interés (AQUÍ y AQUÍ y también AQUÍ), doy aquí los datos de la publicación en papel de mi artículo:
«El matrimonio imposible de Calisto y Melibea. Notas a un enigma», en Pedro M. Piñero (ed.), Dejar hablar a los textos. Homenaje a Francisco Márquez Villanueva, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2005, pp. 281-307.
En la red está disponible AQUÍ, que es donde primero se publicó.
Contra la nada, lo imposible
Podrás amor (Renacimiento, 2009) no es el primer libro de versos de Guillermo López Lacomba, granadino de nacimiento y onubense de residencia, pero sí el más intenso de los suyos. Puede leerse como un largo poema unitario, pero yo prefiero detenerme en sus calambres instantáneos:
Contra la nada, lo imposible.
[...]
A las sombras que vienen, ojos grandes.
O en esta soleá sin rima (y ni falta que le hace):
Quien quiera saber sus señas:
todo seguido de frente,
doblar donde dobla el aire.
Contra la nada, lo imposible.
[...]
A las sombras que vienen, ojos grandes.
O en esta soleá sin rima (y ni falta que le hace):
Quien quiera saber sus señas:
todo seguido de frente,
doblar donde dobla el aire.
lunes, 11 de mayo de 2009
El tamaño sí importa
Supongamos que el director de un periódico le encarga a usted una columna semanal, y que usted acepta. ¿Cuándo empezamos? La semana que viene. Y a la semana siguiente se presenta usted con un artículo... de diez páginas. Imagínese la cara del director, y cuántos segundos tardaría en comprender que se había equivocado de hombre.
En un blog no hay apenas limitación de espacio, ni hay directores ni jefes de redacción. Volamos sin paracaídas. En lo que sí hay limitación es en la paciencia del lector, en su capacidad de atención. El lector de blogs es un lector apresurado, que lee en pantalla, que ojea más que hojea.
Por eso creo que una entrada de blog debe ser breve. Como primera providencia, eso, breve.
Ahora, ¿cuánto de breve? Aquí ocurre como ocurre con los cuentos, las novelas o los poemas. Que depende. De su calidad, naturalmente: de su interés, de su interés para el lector. Ochocientas páginas pueden parecernos pocas; cincuenta, demasiadas.
Nadie nos va a decir aquí, desde luego, cuántos caracteres se nos admiten. Pero, si escribimos para que nos lean, y no se me alcanza para qué otra cosa se pueda querer mantener un blog, bueno será que pensemos en los que nos leen o pudieran leernos. Más largo o más corto, sin cifra fija, pero el texto siempre embridado, bajo control, como los perros peligrosos.
Y es que en el blog, la cantidad es cuestión de... calidad. Vamos, en el blog como en todo.
En un blog no hay apenas limitación de espacio, ni hay directores ni jefes de redacción. Volamos sin paracaídas. En lo que sí hay limitación es en la paciencia del lector, en su capacidad de atención. El lector de blogs es un lector apresurado, que lee en pantalla, que ojea más que hojea.
Por eso creo que una entrada de blog debe ser breve. Como primera providencia, eso, breve.
Ahora, ¿cuánto de breve? Aquí ocurre como ocurre con los cuentos, las novelas o los poemas. Que depende. De su calidad, naturalmente: de su interés, de su interés para el lector. Ochocientas páginas pueden parecernos pocas; cincuenta, demasiadas.
Nadie nos va a decir aquí, desde luego, cuántos caracteres se nos admiten. Pero, si escribimos para que nos lean, y no se me alcanza para qué otra cosa se pueda querer mantener un blog, bueno será que pensemos en los que nos leen o pudieran leernos. Más largo o más corto, sin cifra fija, pero el texto siempre embridado, bajo control, como los perros peligrosos.
Y es que en el blog, la cantidad es cuestión de... calidad. Vamos, en el blog como en todo.
domingo, 10 de mayo de 2009
Pañuelo al viento para Andrés Mirón
La revista Puerto Norte y Sur, que se publica o publicaba en Albion (Michigan, USA), dedicó su número de primavera de 1998 al poeta sevillano Andrés Mirón (Guadalcanal, 1941 - Sevilla, 2004). Participé en el homenaje con este poema cuyo título es el mismo de la entrada:
Querido Andrés: me piden unos versos
amigos que hoy fondean en el puerto
abrigado y seguro de tu obra,
que es árbol alto de inmarchitas hojas.
Y, aunque torpe, inseguro, tropezando
en acentos y en rimas, un abrazo
quiero enviarte a ti y a tu poesía,
que en mi tiniebla ha sido llama viva
que alumbra y da calor en esas horas
turbias e inciertas en que un hombre añora
un no sé qué, un vago sentimiento
que el poeta modula, verso a verso.
Tú bajaste de la alta serranía
a la llana muralla de Sevilla,
y hoy te alejas de nuevo, en ese barco
que une orillas de sangre y verbo hermano.
Feliz viaje, Andrés, de sur a norte,
que te eligió quien sabe y quien conoce
la ley del oro que en tu verso brilla,
y se cotiza al alza en dos orillas.
Tú no mires el ripio, mira sólo,
Andrés, amigo, la amistad sin dolo
que transforma mi pluma en un pañuelo,
diciendo adiós, diciendo buen regreso,
y feliz singladura a vida y obra,
a que aún deseo sus mejores horas.
Andrés Mirón falleció en accidente de tráfico el ocho de octubre de 2004, cuando la vida parecía sonreirle por fin en tantos aspectos (vida y obra...). Hoy he querido acordarme o, mejor dicho, me he acordado sin querer, de este buen amigo y excelente poeta, cuya ausencia aún duele.
Querido Andrés: me piden unos versos
amigos que hoy fondean en el puerto
abrigado y seguro de tu obra,
que es árbol alto de inmarchitas hojas.
Y, aunque torpe, inseguro, tropezando
en acentos y en rimas, un abrazo
quiero enviarte a ti y a tu poesía,
que en mi tiniebla ha sido llama viva
que alumbra y da calor en esas horas
turbias e inciertas en que un hombre añora
un no sé qué, un vago sentimiento
que el poeta modula, verso a verso.
Tú bajaste de la alta serranía
a la llana muralla de Sevilla,
y hoy te alejas de nuevo, en ese barco
que une orillas de sangre y verbo hermano.
Feliz viaje, Andrés, de sur a norte,
que te eligió quien sabe y quien conoce
la ley del oro que en tu verso brilla,
y se cotiza al alza en dos orillas.
Tú no mires el ripio, mira sólo,
Andrés, amigo, la amistad sin dolo
que transforma mi pluma en un pañuelo,
diciendo adiós, diciendo buen regreso,
y feliz singladura a vida y obra,
a que aún deseo sus mejores horas.
Andrés Mirón falleció en accidente de tráfico el ocho de octubre de 2004, cuando la vida parecía sonreirle por fin en tantos aspectos (vida y obra...). Hoy he querido acordarme o, mejor dicho, me he acordado sin querer, de este buen amigo y excelente poeta, cuya ausencia aún duele.
sábado, 9 de mayo de 2009
Clarín, número 80
Impagable nuevo número de la revista Clarín, ya el 80 (el 80 ya, ¡cómo pasa el tiempo). Artículos de Andrés Trapiello y Felipe Benítez Reyes, la segunda parte de la biografía de Serafín Ferro por Antonio Rivero Taravillo, poemas de Juan Lamillar, la corte de los poetas de Obama (es un decir) traducidos y seleccionados por Hilario Barrero, una interesante entrevista con Javier Gomá hecha por Javier Fresán... y muchas otras cosas bien jugosas. No se la pierdan.
viernes, 8 de mayo de 2009
Ay, estos hijos
* Un alumno de segundo de bachillerato, al que pregunto si sabe en qué fecha murió Antonio Machado, me responde que bueno, que... el año no lo sabe fijo, pero que murió fusilado en la guerra civil...
Yo me doy a pensar que quizás por su tiernísima edad, este chico debe de creer que nadie se muere así porque sí, sin que nadie lo mate. O que en las guerras ya no mata el enfisema o la arterioesclerosis, sino sólo las balas, que tienen barra libre.
(El chico es vástago de una ilustre familia de derechas de toda la vida....).
* Pregunto a los alumnos de quinto de filología qué están leyendo ahora. Aclaro que excluyendo las lecturas obligatorias de clase. Nada. Ninguno. Ni erasmos ni nacionales. Que no les da tiempo. Que sólo pueden leer lo que les mandan leer los profesores. Les digo que les comprendo. Lo que en verdad comprendo es que me dan muchísima pena. Pero no sé por qué.
* A estos mismos alumnos, cuando sale la palabra "potro" en una comedia de Lope de Vega. No, tampoco sabe ninguno a que puede referirse. Cuando les digo "potro de tortura", alguno hace gestos de que ahora sí. Pero, ¿sabrán en qué consistía este artilugio exactamente? Esto ya no me atrevo a preguntarlo.
Yo me doy a pensar que quizás por su tiernísima edad, este chico debe de creer que nadie se muere así porque sí, sin que nadie lo mate. O que en las guerras ya no mata el enfisema o la arterioesclerosis, sino sólo las balas, que tienen barra libre.
(El chico es vástago de una ilustre familia de derechas de toda la vida....).
* Pregunto a los alumnos de quinto de filología qué están leyendo ahora. Aclaro que excluyendo las lecturas obligatorias de clase. Nada. Ninguno. Ni erasmos ni nacionales. Que no les da tiempo. Que sólo pueden leer lo que les mandan leer los profesores. Les digo que les comprendo. Lo que en verdad comprendo es que me dan muchísima pena. Pero no sé por qué.
* A estos mismos alumnos, cuando sale la palabra "potro" en una comedia de Lope de Vega. No, tampoco sabe ninguno a que puede referirse. Cuando les digo "potro de tortura", alguno hace gestos de que ahora sí. Pero, ¿sabrán en qué consistía este artilugio exactamente? Esto ya no me atrevo a preguntarlo.
jueves, 7 de mayo de 2009
Hipótesis
Cervantes, cuando vivía, nunca llegó a darse cuenta de que era Cervantes. En sus momentos más optimistas, y ya al final de su vida, creyó que por fin se había convertido... en el autor de un best-seller.
Aunque algo se sospechaba... tal vez. No estoy seguro.
Aunque algo se sospechaba... tal vez. No estoy seguro.
lunes, 4 de mayo de 2009
sábado, 2 de mayo de 2009
La magia de los números
El contador de visitantes que hay en la parte inferior de esta bitácora acaba de marcar una cifra redonda: 150.000. Ese contador lo puse algo después de haber abierto el blog, así que no se trata de un número exacto; tampoco sé muy bien lo que implica esa diferencia entre "páginas vistas" y "visitantes únicos", ni me importa gran cosa.
No me interesa la estadística sino la magia del número. Y no porque crea que aniversarios, centenarios, cincuentenarios... signifiquen algo por sí mismos. Son, como sabe Vila-Matas, tan sólo un pretexto (¿quizá por eso que publicara "Para acabar con los números redondos" en la editorial de los pretextos?) y a veces una paliza y una pesadez.
Pero, a lo que vamos: aquí la magia no se encuentra en el número, sino en vosotros, pacientes lectores, callados o parlantes, habituales o esporádicos, concordes o discrepantes, faltones o cortesanos... de aquí y de acullá.
Pues esa magia es la que hoy quería celebrar y, sobre todo, agradecer. Porque sin este diálogo, aunque sea sin palabras, ¿existiría algo? No esto ni aquello, nada. Y menos que nada, esta bitácora.
(Por cierto, y hablando de números, y aunque sé que no me lee porque no he conseguido aún que se enganche al internet, hoy cumple mi padre sus primeros ochenta y seis años de vida: felicidades, papá).
No me interesa la estadística sino la magia del número. Y no porque crea que aniversarios, centenarios, cincuentenarios... signifiquen algo por sí mismos. Son, como sabe Vila-Matas, tan sólo un pretexto (¿quizá por eso que publicara "Para acabar con los números redondos" en la editorial de los pretextos?) y a veces una paliza y una pesadez.
Pero, a lo que vamos: aquí la magia no se encuentra en el número, sino en vosotros, pacientes lectores, callados o parlantes, habituales o esporádicos, concordes o discrepantes, faltones o cortesanos... de aquí y de acullá.
Pues esa magia es la que hoy quería celebrar y, sobre todo, agradecer. Porque sin este diálogo, aunque sea sin palabras, ¿existiría algo? No esto ni aquello, nada. Y menos que nada, esta bitácora.
(Por cierto, y hablando de números, y aunque sé que no me lee porque no he conseguido aún que se enganche al internet, hoy cumple mi padre sus primeros ochenta y seis años de vida: felicidades, papá).
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