Las últimas horas del año que acaba me dejan entre las manos este poemilla:
La vida se nos escapa…
Pero, en el tiempo, que vuela,
¿se escapa el alma del alma?
Ya sé que es poca cosa, ya sé que es algo triste, y quizás inapropiado para estas fechas, pero es lo único que se me ocurre para felicitar a mis lectores, cuatro o cinco, en esta despedida, si se mira de un lado, o bienvenida, si se mira de otro.
Feliz, próspero, fecundo 2006.
LA FRASE
"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."
Sir Arthur Conan Doyle
Sir Arthur Conan Doyle
sábado, 31 de diciembre de 2005
jueves, 22 de diciembre de 2005
martes, 20 de diciembre de 2005
Julián Marías (1914-2005)
Hoy, 14 de julio de 1988, poco después de cumplir los setenta y cuatro años, me decido a volverme sobre mi vida e intentar contarla y expresarla; es decir, revivirla.
Así comienzan las memorias de Julián Marías, "Una vida presente".
Así comienzan las memorias de Julián Marías, "Una vida presente".
martes, 13 de diciembre de 2005
Ley del tabaco. Artículo único
Si el tabaco es verdaderamente tan malo y tan dañino como dicen —como dicen sus detractores—, en vez de la farragosa ley que nos preparan PSOE y PP, que en esto sí que coinciden, como que ambos son intervencionistas y estatalistas (aunque uno más que otro, es cierto), bastaría con una que contuviera un solo artículo, y que rezara así:
“Queda terminantemente prohibida en territorio nacional la producción, distribución y venta de tabaco, habiendo sido demostrado fehacientemente su carácter de droga adictiva altamente nociva para la salud”.
Ah, y una disposición adicional:
“En ningún caso la Hacienda pública podrá beneficiarse de impuestos derivados de las labores del tabaco.”
“Queda terminantemente prohibida en territorio nacional la producción, distribución y venta de tabaco, habiendo sido demostrado fehacientemente su carácter de droga adictiva altamente nociva para la salud”.
Ah, y una disposición adicional:
“En ningún caso la Hacienda pública podrá beneficiarse de impuestos derivados de las labores del tabaco.”
sábado, 10 de diciembre de 2005
viernes, 9 de diciembre de 2005
Creacionismo, evolucionismo
Se reaviva la polémica entre creacionistas y evolucionistas, según veo por noticias y artículos que aparecen ahora en la prensa. Yo nada seguro puedo decir en estas materias, en las que soy manifiestamente incompetente y ostensiblemente profano. Pero sí puedo asegurar algo que tengo por cierto, y hasta por indiscutible, si es que en este mundo hubiera algo indiscutible. Y es que esta polémica podrá ser científica, y hasta ideológica si se quiere, pero lo que no podrá ser es teológica. El evolucionismo, aunque algunos así lo quisieran, empezando quizás por el mismo Darwin, no ha sido, no es, y nunca será capaz de impugnar a Dios. Ya en el siglo XIX, y mucho antes de Theilard de Chardin, monseñor van Weddigen, uno de los más conspicuos neotomistas belgas, advertía que «la fe y la ciencia, de acuerdo, podrían aceptar un transformismo en el cual quedasen a salvo la noción de la causa creadora y la del alma espiritual y libre.» De hecho, hasta el católico más ortodoxo puede ser darwiniano. O no.
Admitido que resulta tan imposible demostrar «científicamente» la inexistencia de Dios como lo contrario, reduzcamos la cuestión del evolucionismo a su verdadera dimensión, es decir, una cuestión de tejas para abajo, una polémica científica.
El columnista de hoy afirma que «la selección natural no es una teoría, es un hecho», porque «la evidencia de la evolución es abrumadora.»
Más bien lo que resulta abrumador es que hoy por hoy, dos siglos después de Darwin, no existe consenso entre la comunidad científica sobre las pruebas y experimentos aportados. Que el modelo teórico evolucionista ha debido cambiar varias veces, por manifiesta inadecuación a los datos. Y abrumador resulta también el número de mixtificaciones y manipulaciones, cuando no flagrantes falsificaciones, de fósiles, experimentos (el de Oparin es de risa y de juguete) y «dibujitos», que pueden ser muy sugerentes para una película de dibujos animados pero no para sustentar una seria teoría científica.
Pero dejemos a los investigadores que investiguen, y a los telepredicadores que teleprediquen. Y nos nos cerremos a ninguna hipótesis científica. A ninguna debemos tenerle ningún miedo.
miércoles, 7 de diciembre de 2005
Valera, moderno
«Valera es más moderno que Galdós», ha dicho alguien. Y siento no recordar ahora el nombre de ese alguien. Pero, sí, Valera es más moderno que Galdós, por lo mismo que Galdós intentó como fuera y al precio que fuera ser moderno en su tiempo, seguir rabiosamente todas las modas, estar à la page a toda costa. Galdós, por ejemplo, sucumbe al naturalismo; Valera, no. Por eso se pudo pensar que Valera se quedaba antiguo, defendiendo periclitadas teorías del arte por el arte, la visión optimista de la vida, pese a todo, y otras cosas por el estilo. Pero no hay tal.
La actualidad, la modernidad de Valera me sigue asombrando. Ante Nietzsche y Schopenhauer tampoco se rinde, como se rindieron poco después los jóvenes noventayochos. En el prólogo a sus Tentativas dramáticas (¡de 1878!) escribe por ejemplo:
«Estos señores (se refiere a Schopenhauer, Eduard von Hartmann, Renan, David Friedrich Strauss…) son unos Budas cómicos y sin caridad, que por único consuelo a nuestros males nos ofrecen la muerte, y por único freno de crímenes y pecados el progreso futuro, que ya entrevén, el cual ha de llegar a tanta perfección, que habilite a los sabios para destruir el Universo y acabar así con nuestras maldades y miserias. Dios quiera que tarden en conseguirlo, pues lo que es a mí no me parece todo tan pésimo»
Tengo que frotarme los ojos para comprobar que es verdad que estoy leyendo lo que estoy leyendo. Valera, ¡en 1878!, predice la bomba atómica. No, claro está, que él la imaginara tal y como luego fue, pero sí que la intuyó. Vio perfectamente que la conjunción de una ciencia convertida en puro positivismo y una metafísica decaída en pesimismo ateo no podían conducir a otro lugar que a la destrucción de la Humanidad por sus propias manos. Destrucción científica y planificada. Que se ha logrado evitar, por el momento. Pero que sigue ahí, como una pesadilla de ojivas pesando sobre nuestras cabezas.
En otra página olvidada (La terapéutica social y la novela profética, 1904), intuye, o mejor dicho, ve nítidamente don Juan lo que serán más tarde los regímenes totalitarios, a los que él llama panarquías:
«Por tener seguras la posesión y el goce de lo que el Gobierno les deja, consienten sin duda los gobernados en que la mitad, o por lo menos la tercera parte de lo que producen, se lo lleven los gobernantes. Pero si los gobernantes se lo llevasen todo para repartirlo luego, según cierto sistema socialista o comunista, por muy sabio que fuese, ¿qué imperio, qué autoridad despótica no tendría que poseer? ¿Cómo sometería a los que se rebelasen?»
¿Que cómo los sometería? Véase la Rusia de Stalin, la China de Mao, la Cuba del Comandante, la Corea del sátrapa comosellame…
Reflexiona Valera:
«Basta el sentido común para afirmar, contra todo sistema socialista o comunista, por alambicado que sea, que no es anarquista, sino panarquista quien le sigue. Para elevarse por cima de todos los hombres, imponer una absurda nivelación, recoger el fruto del trabajo de todos y repartirle luego, no es posible la anarquía: es indispensable la panarquía más espantosa, el más enorme y omnímodo despotismo…»
Sí, Valera se adelantó, y mucho, a su tiempo. Veía la bomba atómica y veía el Gulag. Todo esto, Galdós ni lo olía.
La actualidad, la modernidad de Valera me sigue asombrando. Ante Nietzsche y Schopenhauer tampoco se rinde, como se rindieron poco después los jóvenes noventayochos. En el prólogo a sus Tentativas dramáticas (¡de 1878!) escribe por ejemplo:
«Estos señores (se refiere a Schopenhauer, Eduard von Hartmann, Renan, David Friedrich Strauss…) son unos Budas cómicos y sin caridad, que por único consuelo a nuestros males nos ofrecen la muerte, y por único freno de crímenes y pecados el progreso futuro, que ya entrevén, el cual ha de llegar a tanta perfección, que habilite a los sabios para destruir el Universo y acabar así con nuestras maldades y miserias. Dios quiera que tarden en conseguirlo, pues lo que es a mí no me parece todo tan pésimo»
Tengo que frotarme los ojos para comprobar que es verdad que estoy leyendo lo que estoy leyendo. Valera, ¡en 1878!, predice la bomba atómica. No, claro está, que él la imaginara tal y como luego fue, pero sí que la intuyó. Vio perfectamente que la conjunción de una ciencia convertida en puro positivismo y una metafísica decaída en pesimismo ateo no podían conducir a otro lugar que a la destrucción de la Humanidad por sus propias manos. Destrucción científica y planificada. Que se ha logrado evitar, por el momento. Pero que sigue ahí, como una pesadilla de ojivas pesando sobre nuestras cabezas.
En otra página olvidada (La terapéutica social y la novela profética, 1904), intuye, o mejor dicho, ve nítidamente don Juan lo que serán más tarde los regímenes totalitarios, a los que él llama panarquías:
«Por tener seguras la posesión y el goce de lo que el Gobierno les deja, consienten sin duda los gobernados en que la mitad, o por lo menos la tercera parte de lo que producen, se lo lleven los gobernantes. Pero si los gobernantes se lo llevasen todo para repartirlo luego, según cierto sistema socialista o comunista, por muy sabio que fuese, ¿qué imperio, qué autoridad despótica no tendría que poseer? ¿Cómo sometería a los que se rebelasen?»
¿Que cómo los sometería? Véase la Rusia de Stalin, la China de Mao, la Cuba del Comandante, la Corea del sátrapa comosellame…
Reflexiona Valera:
«Basta el sentido común para afirmar, contra todo sistema socialista o comunista, por alambicado que sea, que no es anarquista, sino panarquista quien le sigue. Para elevarse por cima de todos los hombres, imponer una absurda nivelación, recoger el fruto del trabajo de todos y repartirle luego, no es posible la anarquía: es indispensable la panarquía más espantosa, el más enorme y omnímodo despotismo…»
Sí, Valera se adelantó, y mucho, a su tiempo. Veía la bomba atómica y veía el Gulag. Todo esto, Galdós ni lo olía.
lunes, 5 de diciembre de 2005
Costumbre
«¡Repetición, sustancia de la dicha!»
La exclamación es de Unamuno. La idea es más antigua. La idea, en rigor, es eterna. Por eso me resulta tan actual.
La exclamación es de Unamuno. La idea es más antigua. La idea, en rigor, es eterna. Por eso me resulta tan actual.
jueves, 1 de diciembre de 2005
Fechas cruzadas
Ayer, 30 de noviembre, se cumplieron ciento setenta y dos años del Real Decreto que organizaba territorialmente España en cuarenta y nueve provincias.
Y ayer, 30 de noviembre, comenzó a emitir en España la televisión digital terrestre.
Y ayer, 30 de noviembre, comenzó a emitir en España la televisión digital terrestre.
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