Escribió uno hace tiempo, en este mismo sitio (concretamente AQUÍ), un comentario, si no despectivo, sí que desdeñoso, y hasta un pelín borde, hacia la poesía de Claudio Rodríguez, a propósito de cierta antología suya de reciente aparición.
Lo cierto es que no he vuelto a releer su poesía. Tampoco entra entre mis planes hacerlo, al menos por ahora. Con que no sé qué pensaría ahora de esta poesía.
Lo que sí leo es una emotiva entrevista en Poesía Digital con su mujer (ella no acepta el título de viuda), Clara Miranda, y aparece otro Claudio Rodríguez, el de la intimidad, el de los amigos, el joven estudiante, el marido... el hombre.
Debemos diferenciar entre el poeta y el hombre, o entre la obra y su autor. Pero la proposición contraria también es verdad, incluso más verdad. Y en cualquier caso, el hombre vale siempre más, por ser hombre, y sólo por eso, y aunque sólo sea por eso, que la obra, pequeña o grande, que pudo salir de sus manos.
Cierto que yo no atacaba al hombre, y que creía que el crítico debe ser implacable, pero me olvidé de que el verbo procede de la carne, en este caso, y que la obra procede de un hombre, con mujer, familia, amigos... Por eso canto aquí hoy la palinodia.
Una palinodia relativa, porque no me desdeciría gran cosa hoy de lo que entonces dije, pero hubiera quizás debido decirlo de otro modo... más caritativo, si se me entiende la expresión.
Menudo dilema el del crítico, que se mueve entre el Scila de la espada y el Caribdis del apósito.
LA FRASE
"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."
Sir Arthur Conan Doyle
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miércoles, 7 de octubre de 2009
miércoles, 13 de abril de 2005
Alto jornal
Decepción, ahora, al releer la poesía de Claudio Rodríguez en la antología que, bajo el título de uno de sus más celebrados poemas, "Alto jornal", ha preparado y prologado Vicente Gallego en Renacimiento. Bien es verdad que la poesía de Rodríguez nunca fue santo de mi devoción. Pero esperaba, o deseaba, mejor, que ahora se me revelara su conque, que se me cayera la venda de los ojos o se me abriera el corazón o se me afinara un gusto quizás estragado por los apresuramientos o el olvido. No lo he podido conseguir. Me parece ahora, aún, Rodríguez un poeta palabrero, con el encanto del borracho ingenioso y decidor que oímos en las altas madrugadas ociosas. Acierto, eso sí, en el fraseo personal, pero vacío de médula y almendra.
Quizás la razón de este despego por su poesía me la brinda el propio antólogo: "Resulta imposible -dice VG en un prólogo que titula "Acción de gracias"- leer a Claudio Rodríguez desde fuera, desde la razón, desde la inteligencia."
Reseño, eso sí, un poema que sí que me ha gustado: el titulado "Eugenio de Luelmo".
En cambio, el celebérrimo "Con media azumbre de vino" me ha parecido digno de los juegos florales de la vendimia de Toro (Zamora).
Quizás la razón de este despego por su poesía me la brinda el propio antólogo: "Resulta imposible -dice VG en un prólogo que titula "Acción de gracias"- leer a Claudio Rodríguez desde fuera, desde la razón, desde la inteligencia."
Reseño, eso sí, un poema que sí que me ha gustado: el titulado "Eugenio de Luelmo".
En cambio, el celebérrimo "Con media azumbre de vino" me ha parecido digno de los juegos florales de la vendimia de Toro (Zamora).
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