LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle
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lunes, 24 de noviembre de 2014

TÁNGER, ENTRE EL SUEÑO Y LA MEMORIA

Si el de las ruinas constituyó un característico tópico de la
poesía barroca, la modernidad, de Baudelaire a hoy,  ha hecho lo propio con el tema de las ciudades. Con la personalidad de ciertas ciudades o, como diría un modernista del siglo XX, con el "alma" de esas ciudades. Baste pensar en los casos de París, Lisboa, Nueva York, Venecia... En esa lista, que se podría alargar cuanto se quisiera, se encuentra por derecho propio, la ciudad de Tánger, definida por el también escritor Mohamed Choukri como "la más extraordinaria y misteriosa ciudad del mundo". Si siempre retiene sus encantos, fue especialmente atractiva en el período comprendido entre 1925 y 1960, cuando la ciudad de Tánger se transformó en una notoria y cosmopolita Zona Internacional, políticamente neutral y económicamente abierta.
Más allá, Tánger se titula la por ahora última entrega poética del placentino Álvaro Valverde. En ella encontramos la ciudad marroquí envuelta en la niebla del recuerdo, un recuerdo familiar -el padre, la madre...-que no se nos cuenta del todo, de otro modo sería un libro memorialístico o meramente narrativo, pero que entrevemos en la lejanía, como a través de una cortina apenas descorrida.
Es esta historia familiar recordada, la historia de una guerra perdida, la auténtica protagonista del libro, más que la propia ciudad de Tánger, apenas un escenario, pero un escenario íntimamente asociado a la historia sugerida en sus versos. Por eso:
Te espera otra ciudad
pero es en vano:
estás seguro
de que salir de Tánger
no es posible.
Hay quien habla de los poemas de este libro. A nosotros nos parece más bien que se trata de un único poema unitario, dividido tipográfica y numéricamente, eso sí. Un sólo poema hecho de flashes en la única y personal película de la memoria.



domingo, 15 de noviembre de 2009

La red

Cuando iba a dormir
-para no despeinarse-,
mi madre se ajustaba
una red en el pelo.
Aún lo hace hoy.
Pero yo, de pequeño,
pensaba que también
aquella red servía
para pescar los sueños
que esa noche soñaba.

Ginés ANIORTE, Nosotros (Renacimiento, 2009).

miércoles, 16 de septiembre de 2009

España

Quijada de Caín, bárbara España,
astifina de odio. Un sol de insidia

descuartiza los mapas, la perfidia

flamea en el raíl de tu guadaña.

Te repudian tus hijos, madre extraña,

erial de iniquidad, corral de envidia,

en ti no hay redención, toro de lidia,

derriba, empuja, embiste hasta la entraña.


En paisajes levíticos levitan

tenebrosas, aéreas catedrales

y los campos iberos se marchitan:


tierras rojas, marchitos secarrales

donde los huesos de la tribu gritan

funerarias consignas radicales.



José María JURADO, La memoria frágil, Cáceres, Diputación provincial, 2009.

martes, 14 de julio de 2009

La poesía de Víctor Jiménez

Víctor Jiménez reúne su poesía en un volumen editado en la colección Calle del Aire de la editorial Renacimiento: El tiempo entre los labios. Antología, 1984-2008 es su título.

El libro plantea un problema, digamos, teórico: no aparece ordenado según cronología, no se cita la procedencia de los poemas. Si no fuera por la contraportada, ni siquiera sabríamos que Víctor Jiménez ha publicado anteriormente seis libros de versos. El lector puede considerar éste un libro nuevo, o un libro de libros, o una ordenación nueva de la poesía de Víctor Jiménez.

No es mala idea. En la novela, la unidad es la novela, como en la comedia, la comedia. Pero en la poesía, la unidad es el poema. El autor, o el antólogo, tiene derecho a escoger los que prefiera, y a ordenarlos según nuevo criterio, no necesariamente en orden cronológico. Pero, quizás, no hubiera estado de más citar la procedencia, a pie de página o en nota aparte.

Sea como fuere, ya digo, lo que vale es el poema, cada poema, como este que hace honor al título del libro, y que no puede ser más oportuno ahora que hemos llegado a este "Fin de curso":

Se apagaron las aulas, los pasillos,
el griterío en la cafetería,
la lumbre oculta de los cigarrillos...
Se olvidaron los temas de memoria,
la Física, el Inglés, la Geografía...
Historia es ya también la misma Historia.
Y el mes de junio. Y las evaluaciones.
Tan sólo el tiempo sigue cada día
dictando, una por una, sus lecciones.

Leída de otra forma, en otra disposición, en otro orden, la poesía de Víctor Jiménez nos sigue emocionando con sus sabias lecciones sobre esa otra asignatura que jamás se estudia en clase.

domingo, 28 de junio de 2009

Rezar en verso...

... es lo que hace Enrique Barrero (jr.) en esta hermosa gavilla de poemas titulada Liturgia de la voz abandonada (yo lo hubiera dejado en La voz abandonada), publicada en la indispensable coleccción "Los Cuadernos de Sandua", que dirige el poeta cordobés Antonio Rodríguez Jiménez.

Sonetos de hechura clásica y regusto áureo, con el recuerdo al fondo del estremecido y estremecedor Lope en sus Rimas sacras. Rosario de sonetos que valen, en efecto, igual como poesía que como oración. Porque quizás la mejor poesía no sea sino, en el fondo, eso, oración: penitencial, rogatoria, celebratoria.

Algún poema parece que disuena del tono y contenido del conjunto:

¿Qué quedará mañana de mi vida
cuando esté bajo tierra y haya muerto
y una tumba desnuda a cielo abierto
dé fe de mi existencia consumida?


Quedará el mundo con su vieja herida
que amé de la esperanza al desconcierto.
Mis hijos quedarán. Quedará el cierto
aluvión de esa sangre renacida.

De esta vida escindida y tan honrada
sobre el crisol del tiempo silencioso
quedarán unos versos por testigo.

Quedará mi memoria sepultada
y cada vez más vago y más borroso
el recuerdo fugaz de algún amigo.

¿No se niega aquí la inmortalidad del alma o la resurrección de la carne? ¿No se afirma que la única manera de quedar es através de los hijos, del recuerdo que dejamos, de la vida de la fama manriqueña?

La aparente contradicción, sí, es sólo aparente. Lo que tal vez diría una cosa como exento, revela su significado verdadero engastado en el conjunto. Lo que Enrique Barrero nos recuerda es el viejo y eterno pulvus eris..., lo que queda de la vida... cuando no se cree en otra.

Quizás todo el libro pueda resumirse en estos dos versos:

No permitas jamás, nunca consientas
que se extinga la fe dentro del pecho.

Sabio artífice y sabio de sencilla y compleja sabiduría, Enrique Barrero nos ha entregado aquí un libro que lo mismo podríamos leer bajo la sombra de una encina que en la penumbra silenciosa de alguna capilla.

miércoles, 20 de mayo de 2009

El filósofo en el campo


El laberinto y el sueño no es un libro para lectores apresurados ni para amantes de aventuras y acciones trepidantes. Antonio Moreno, su autor, que no hace mucho reunió su poesía completa con el título de Intervalo (La Veleta, 2007), nos entrega aquí su tercer libro de prosa. Y digo de prosa, y no en prosa, porque en prosa ha publicado algo más, como aquel sugestivo ejercicio de crítica literaria titulado Los espejos del domingo.

Dos años de aislamiento en un pueblo perdido de la sierra norte de Alicante, por razones profesionales o más bien burocráticas, le sirven a Antonio Moreno para hilar un hermoso y a ratos deslumbrante relato de esa peripecia vulgar, de donde, en principio, otro que no fuera Antonio Moreno no hubiera visto más que una experiencia negativa o una contrariedad digna de olvidarse en el menor tiempo posible.

Narración, diario, poema en prosa o meditaciones sobre lo humano y lo divino, todo eso, por partes y a la vez, es El laberinto y el sueño. Es un libro de calma azorianiana, es decir, un libro donde se palpa la tragedia, la tragedia de la vida, pero se la digiere bien, como un yantar frugal, como una refacción cotidiana y necesaria. No es Antonio Moreno partidario de aspavientos y estridencias, en él todo va por dentro, como en silencio, audible sólo para los que además de oír, escuchan.

Y ya que hablamos de silencio, terminemos esta nota de lectura con una meditación sobre el que Antonio Moreno ha escuchado en su destierro, o sea, en su desierto:

Todo recuerda a una cartuja. Sobre la aldea predomina la altitud del campanario; sobre él, la veleta que señala la dirección de los vientos es una imagen del arcángel San Miguel alanceando al demonio. Cada tarde, a las seis en invierno y una hora más tarde en verano, llaman las campanas al rosario vespertino. Y el silencio, el silencio es tan cerrado y único... [...] Me acuerdo del Robinsón de Defoe en su extremo del mundo. Yo no reúno pólvora seca, ni las tablas, bidones y herramientas que ha escupido el mar. Sólo recojo palabras de la orilla, y no sé si son una lucha contra el anonimato que es cada hombre o si son una parte más de este silencio.

Antonio Moreno no ha necesitado vivir ninguna aventura exótica en algún extremo del mundo para escribir unas páginas que, más que de un paisaje o de un lugar, son el retrato de un hombre. Un hombre colocado en un lugar de extrañamiento. Un hombre en un desierto, que es, que ha sido desde siempre, el sitio idóneo para contemplar, a la debida distancia, el fulgor y la sombra de la vida.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Contra la nada, lo imposible

Podrás amor (Renacimiento, 2009) no es el primer libro de versos de Guillermo López Lacomba, granadino de nacimiento y onubense de residencia, pero sí el más intenso de los suyos. Puede leerse como un largo poema unitario, pero yo prefiero detenerme en sus calambres instantáneos:

Contra la nada, lo imposible.
[...]
A las sombras que vienen, ojos grandes.

O en esta soleá sin rima (y ni falta que le hace):

Quien quiera saber sus señas:
todo seguido de frente,
doblar donde dobla el aire.