Uf, como la entrada anterior es tan deprimente, y no por el texto en sí de Nietzsche, o por su persona, que al fin y al cabo es un ser digno de piedad y conmiseración, sino porque ha habido y hay quien se lo toma en serio, quien lo sigue y admira, y hasta quien pretende ponerlo en práctica, he decidido tapar hoy mismo la entrada con otra que cambie el paso, la atmósfera, no sé.
Como no se me ocurre ahora nada mejor, copio un poema propio, que no recuerdo de cuándo data, porque yo carezco de la manía migueldorsiana de la fecha exacta, inédito, pero inédito de esos que nunca saldrán de inéditos. Se me dirá que ahora, al darlo aquí, ya pierde su condición de inédito. Y, bueno, técnicamente, sí. Pero el blog, que tantas funciones tiene, tiene también la de papelera. Es como si quemara el poema con la cerilla del blogger. Pues, nada, véanlo ustedes arder. Les prevengo, es una bagatela.
TÚ acompasas el paso de la gente,
la sístole y diástole del cruce
de avenidas, ahora en que reluce
la ciudad encendida de repente.
me dejas de aquel ojo que traduce
la urbana voluntad que nos conduce
a todos por las calles civilmente.
luz verde a mi esperanza que quizás
a un hogar o a un amor no llegue tarde.
angustia siembra tu fulgor hialino,
que no hay quien al amor le diga: «Aguarde».
Ahora están en su perfecto derecho de disparar al pianista. Todo sea por olvidar (de momento) a Nietzsche.