LA FRASE
"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."
Sir Arthur Conan Doyle
Sir Arthur Conan Doyle
lunes, 23 de abril de 2012
domingo, 22 de abril de 2012
PROVINCIANOS
Ahora, que apenas quedan provincianos espaciales, se multiplican los
provincianos temporales, que creen que nuestro tiempo es la repanocha y
que todo lo anterior es una antigualla. Gente que no se quita jamás la
boina de su tiempo, aunque ésta sea una gorra de beisbol o la capucha de
un chándal.
Enrique García-Máiquez en el Diario de Cádiz
Enrique García-Máiquez en el Diario de Cádiz
viernes, 20 de abril de 2012
POEMA DE AMOR CON CREMA DE LANGOSTA
“¿Y por qué no me escribes un poema de amor?”
“Todos los temas, todos los asuntos,
la guerra, la política, el feroz
huir del tiempo, la muerte y el deseo…
pero nunca el amor, porque el amor
apenas necesita de palabras
y si las usa suelen sonar cursis,
empalagosas cuando no ridículas.
¿Cómo hablar de un amor sin que se manche?”
Y no muy convencida, me parece,
vuelve a la sopa y vuelve a su silencio
como yo vuelvo al mío y a sorber
el marino sabor de la langosta.
Pero no quiero ser ningún ingrato,
y ahora al mediodía le coloco
debajo de su plato este poema.
lunes, 16 de abril de 2012
A MANO O A MÁQUINA
Leo en las bases de un premio literario que "los autores deberán presentar xxx ejemplares separados, mecanografiados o por impresión informática..."
Pero, señores míos, sólo hay dos formas de escribir: a mano o a máquina. Y el ordenador (y su impresora) es una máquina. Así que lo de "o por impresión informática" sale sobrando.
Pero, señores míos, sólo hay dos formas de escribir: a mano o a máquina. Y el ordenador (y su impresora) es una máquina. Así que lo de "o por impresión informática" sale sobrando.
martes, 10 de abril de 2012
ANTONIO MORENO: NOTAS DE ADONDEQUIERA
¿De que trata este libro de Antonio Moreno, titulado En otra casa y que acaba de publicar, en la colección Levante, La Isla de Siltolá? De todo, de nada. De la brevedad, dice su autor. Más retórica, más pomposamente, podríamos decir que de la fugacidad. Pero Antonio Moreno rehuye la retórica y abraza un estilo claro y sencillo, como claras y sencillas son las cosas que nos cuenta en su libro.
De la fugacidad, decíamos; de la brevedad, dice su autor. De pronto nos encontramos, en la página 79, con unas palabras que parecen ser el meollo o el nudo que une el tejido de este libro. Esas palabras son éstas:
Afortunadamente, todas las cosas acaban, las mejores y las peores, las que anhelamos y las que aborrecemos, y en su alternante finitud estriba lo que ellas son para nosotros. Por eso resulta poco juicioso desear que nada dure indefinidamente, inluidos nuestro nombre o nuestra vida. Hay algo de pueril en el ansia de alcanzar una existencia eterna. Es este afán una enfermedad romántica, o bien una religiosidad engañada. ¿Qué se pretende que sea inmortal? ¿El cuerpo? ¿La devanadera consciente del pensamiento? La eternidad no puede iniciarse después de nuestra hora última; la eternidad no está por delante o por detrás de nuestros pasos, cuando cesa definitivamente el flujo temporal que se inició en el momento de nuestro nacimiento. Vivimos en el seno de lo eterno, respiramos eternidad cada mañana, mientras transcurre la jornada de trabajo o nos asomamos para ver desde él las palmeras o las buganvillas. Y hay momentos que son una cresta clara porque la percibimos, nos sabemos expresión pasajera e integrante de ella. Conviene tener confianza y dejarse llevar, como el niño se deja conducir por la mano de la madre o del padre. Vinimos; un día nos marcharemos con voluntad placentera.
Se trata, es evidente, de la declaración de un credo filosófico. Porque este libro, aun por encima de sus cualidades literarias, que no son pocas, es un libro de filosofía. Antonio Moreno no se detiene a demostrar la certeza o la verdad de sus afirmaciones, con pruebas y argumentos. Por eso no es un libro de filosofía en sentido estricto. Pero no por ello deja de ser un libro filosófico, con envoltura poética. O un libro poético con almendra filósofica.
Y en esta filosofía me quedo pensando, mientras cierro las tapas del libro.
domingo, 8 de abril de 2012
ÚLTIMA HORA
Crucifíxus etiam pro nobis sub Pontio Pilato; passus et sepultus est, et resurrexit tertia die, secundum Scripturas, et ascendit in cælum, sedet ad dexteram Patris.
sábado, 7 de abril de 2012
miércoles, 4 de abril de 2012
UNA TEORÍA DEL ARTÍCULO
Lo abrí, claro. No pude vencer la tentación de conservarlo íntegro. Así que lo fui leyendo, el opúsculo de Fernandez de la Mora.
Que comienza por el principio, que es por donde conviene empezar siempre. Y el principio es la etimología. Y con esta irrefragable declaración de principios:
Nos explica enseguida que artículo, en latín, era el diminutivo de "artus", que significaba miembro o articulación. En suma, piececilla pequeña que forma parte de un todo.
¿Y de qué todo forma parte nuestro artículo? De una filosofía, de una determinada concepción del mundo. Porque Fernández de la Mora sólo le otorga entidad de verdadero artículo al conceptual o al crítico, y parece desdeñar al puramente literario o divagatorio. Y así lanza el siguiente aviso para navegantes:
Precisamente por esta razón, "su destino final es ser articulado en un libro":
Sugestiva teoría del artículo ésta que nos propone Gonzalo Fernández de la Mora. Que no sé si tiene discusión posible.
Que comienza por el principio, que es por donde conviene empezar siempre. Y el principio es la etimología. Y con esta irrefragable declaración de principios:
Hay viejos y apretados vocablos que son como semillas; llevan en sus entrañas la huella de antepasados extintos y el germen de seres venideros. A veces la magia del filólogo nos permite vencer al espacio y al tiempo y zambullirnos en ese alucinante microcosmos que es la palabra. Y desde muy dentro vemos cómo las raíces verbales se desencadenan e independizan de sus adherencias, pierden sus arrugas y se aniñan, se desnudan de sus significaciones recientes y descubren las originarias, van como devanándose y alumbrando su azarosa e insospechada historia.
Nos explica enseguida que artículo, en latín, era el diminutivo de "artus", que significaba miembro o articulación. En suma, piececilla pequeña que forma parte de un todo.
¿Y de qué todo forma parte nuestro artículo? De una filosofía, de una determinada concepción del mundo. Porque Fernández de la Mora sólo le otorga entidad de verdadero artículo al conceptual o al crítico, y parece desdeñar al puramente literario o divagatorio. Y así lanza el siguiente aviso para navegantes:
Y si no está virtualmente inserto en una concepción del mundo coherente, o respaladado por una tabla de valoración inmutable, degenera en juego ideológico que será cierto o incierto según la perspectiva. Y son pocos los articulistas famosos que han escapado a la justa reacción popular de no ser tomados conceptualmente en serio; sólo los que tenían una visión panorámica y total de las cosas. De los demás apenas sobreviven la huella de su estilo y el recuerdo de sus mentales acrobacias.
Precisamente por esta razón, "su destino final es ser articulado en un libro":
La tara del artículo no está en ser simple página o entrega de un tratado, sino precisamente en la posibilidad de no serlo, y de nacer, por tanto, condenado y tullido.
Sugestiva teoría del artículo ésta que nos propone Gonzalo Fernández de la Mora. Que no sé si tiene discusión posible.
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