Traduje este poema de Jorge de Sena el veinte de agosto de 1999, según reza en mis cuadernos amarillos. Ahora lo rescato de allí para traerlo a esta bitácora, que nunca amarilleará, lo cual no quiere decir que algún día no enmudezca. Confieso que entonces no logré comprender el poema, sólo que me impactó, quizás por su sórdido tremendismo. Ahora, no sé bien por qué, me he acordado de Jorge de Sena, he vuelto a leer su poema y hasta creo haberlo comprendido. Pero con una comprensión intuitiva, que no sabe dar explicaciones. Bastará, pues, con releerlo.
LA TUMBA DESEADA
En un sendero de los arrabales
de la ciudad habréis de sepultarme.
Y que mi tumba
sea el lugar escondido de las citas.
Que el joven apenado y solitario
vaya allí a masturbarse;
que aquel enamorado que carezca
de un cuarto donde seducirla
lleve hasta allí a su enamorada
y la fuerce y la viole sobre el mármol;
que el invertido vaya a arrodillarse
en ella ante quien vende esperma,
o se baje los pantalones y se entregue,
con las manos buscando apoyo en esta piedra.
Que bandas de bandidos allí lleven
a la muchacha que raptaron y la dejen
allí tendida chorreando sangre.
Que las prostitutas arrastradas, piojosas,
goteen sobre la lápida al correrse
con los pobres viejos a los que se venden.
Que los niños que vayan jugando
jueguen a mi vera, sin pisar en las esquinas
el excremento, más apestoso que la propia muerte,
que es la memoria humana de esos arrabales,
y que allí justamente descubran, apenas señaladas,
las huellas secas de lo que fue violencia,
o fue deseo, o lo que llaman vicio,
y las laven riéndose con su orina caliente
resonando en la piedra que me cubre
(y regresen un día a renovarlas).
25/12/1970