LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle
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martes, 24 de febrero de 2009

"Memoria" contra Historia


Ayer, en la lista de correos de la USE se recibió este correo:

"Muy buenas,

Hace unos meses me sorprendió ver que en el vestíbulo de entrada del Colegio Mayor Hernando Colón de la Universidad de Sevilla aún había colgada una gran placa que decía:

"Este edificio fue solemnemente inaugurado el día 7 de octubre de 1948, bajo el signo del glorioso caudillo de España Francisco Franco Bahamonde, siendo ministro de educación nacional el Exmo. Señor D. José Ibáñez Martín, con motivo de la conmemoración del VII Centenario de la reconquista de Sevilla y de la Fundación de la Marina Castellana".

Desde aquí pido al Rectorado de esta Universidad Pública que siguiendo el espíritu de la Ley de Memoria Histórica retire de una vez esta placa que ofende a muchos que perdimos a familiares y amigos luchando por la democracia.

Saludos,"
Pero, vamos a ver, esa placa, ¿dice acaso algo que no sea verdad? ¿No se inauguró ese edificio en tal fecha? ¿No era caudillo de España Franco y no era miles gloriosus? ¿No era entonces ministro de educación nacional Ibáñez Martín? ¿No se conmemoraba el
VII Centenario de la reconquista de Sevilla ese año de 1948?

No, si ahora va a resultar que el Colegio Mayor lo inauguró Fernando de los Ríos bajo el signo glorioso de don Manuel Azaña.


sábado, 13 de septiembre de 2008

Arturo Serrano Plaja, entre el Soviet y el Cristo


El caso de Arturo Serrano Plaja (San Lorenzo de El Escorial, 1909-Santa Bárbara, California, 1979) es el de un poeta que consiguió una proeza que son dos. Durante la guerra civil publicó el mejor poema marxista de la literatura española, El hombre y el trabajo (1938) y, años después, en 1965, con La mano de Dios pasa por este perro, el poema cristiano menos empalagoso de una época y de un país en que la poesía religiosa estaba tan confitada de almíbares, por no decir que de agua bendita y olores a alcanfor de sacristía.

Si El hombre y el trabajo lo rescató en 1978 Francisco Caudet en una edición facsímil —con los dibujos de Ramón Gaya—, no sucedía lo mismo con el resto de la producción de Serrano Plaja. Ahora, Serge Salaün y José Ramón López García —este último se encarga además del estudio introductorio— nos ofrecen una cuidada edición de la producción poética de Serrano Plaja desde 1939 hasta 1970, incluyendo no sólo los libros publicados (Versos de guerra y paz, Galope de la suerte, La mano de Dios…, Los álamos oscuros) sino una abundante addenda de poemas sueltos e incluso inéditos.

Si el conjunto de esta poesía no es, en absoluto, desdeñable, no es, con todo, más que la constelación de los dos libros centrales de Serrano Plaja, El hombre y el trabajo y La mano de Dios pasa por este perro.

De El hombre y el trabajo hablaron elogiosamente Octavio Paz, Antonio Machado, Rafael Alberti o María Zambrano. El prestigio del libro sigue intacto, aunque quizás no sea muy leído hoy en día, y Víctor García de la Cocha, en La poesía española de 1935 a 1975, lo considera “uno de los mejores libros de poesía de nuestra guerra”. Pero la importancia de El hombre y el trabajo excede la coyuntura de la guerra. Frente a tanto poema de agitación y propaganda bélica y política (algo en lo que, por lo demás, también, comprensiblemente, incurre Serrano Plaja, tanto aquí como en otros libros), El hombre y el trabajo es un poema reflexivo y trabado, que remonta las circunstancias concretas de la guerra para incardinarse en una concepción del mundo y de la vida que no es otra que la teoría marxista del hombre nuevo. No es por ello un libro discursivo o doctrinal, sino, y ahí está su valor, plástico y emotivo. El Trabajo, la Libertad, el Amor son, al decir de María Zambrano, los tres ejes en que se articula este gran fresco épico con personajes colectivos, los oficios, pero también con protagonista individual.

Terminada la guerra, Serrano Plaja comenzó un largo exilio por Francia, Chile, Argentina… hasta recalar finalmente en Estados Unidos, donde alcanzaría el puesto de catedrático en la Universidad de California en Santa Bárbara. En 1967 viaja a España y obtiene el pasaporte español, pero “desengañado con la sociedad que encuentra”, dice José Ramón López García, decide volver a Estados Unidos. Como López García no aporta ningún dato, podemos imaginar que los motivos de su regreso a América pudieron muy bien ser otros: un consolidado puesto académico en Estados Unidos frente a un difícil acomodo laboral en España. En todo caso, cuando se jubiló pudo instalarse en España —ya había muerto Franco—, pero decidió quedarse en California, donde murió. Quien empezó siendo, ciertamente, un exiliado, terminó por ser un señor español que trabajaba y vivía en el extranjero.

Serrano Plaja se había ido por estos años alejando paulatinamente del comunismo, tal vez impresionado por el discurso de Kruschov ante el XX congreso del PCUS o la posterior represión soviética en Hungría, tal vez, también, cabe apuntar, por la prosperidad del american way of life que tenía ante sus ojos. Su ruptura teórica y definitiva con el comunismo la plasmaría en su ensayo “Arte comprometido y compromiso del arte” (1960). Ya, por otra parte, colaboraba regularmente en España con Papeles de Son Armadans, Cuadernos Hispanoamericanos, Ínsula, Poesía Española…

¿Fue su desengaño político lo que le llevó a abrazar el cristianismo? Aunque alguna parte pudo tomar tal decepción, el salto es demasiado grande y además innecesario. Se puede cambiar de punto de vista político sin que ello entrañe mayores consecuencias de tejas para arriba. La conversión, creo que podemos llamarla así, de Arturo Serrano Plaja, tenía raíces algo más hondas que la política, y se situaba en un plano existencial y vivencial. Se trataba, en definitiva, del sentido de la vida y de la muerte, esa pareja extraña que nunca se separa. Era el mismo problema que le había preocupado en El hombre y el trabajo. El poeta lo expresará en unos versos de La mano de Dios…, su segunda proeza poética: “morir es la derrota/ si no hay Dios/ da vergüenza morir y más de noche/ morir sólo de pena de noche da vergüenza/ da pena de morir solo de noche/ sólo morir de pena/ de morir da vergüenza/ de cosa indecorosa/ de vida ya indecente/ si no hay Dios/ da vergüenza morir sólo de muerte.”

López García insiste machaconamente en la “temática religiosa heterodoxa e irreverente” de este libro, aunque ni una sola vez da algún detalle de dónde encuentra lo heterodoxo o dónde lo irreverente. Extraño sería que una editorial como Rialp (en cuya colección Adonáis se publicó el poemario) consintiese en publicar un libro no ya heterodoxo sino, además, irreverente.

La mano de Dios pasa por este perro parte de un conocido pasaje del evangelio de Marcos (VII, 24-30) en el que una mujer fenicia pide a Jesús la curación de su hija. Jesús, al principio se niega, porque es extranjera y “no está bien echarles a los perros el pan de los hijos”, pero al argüirle la mujer que “también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los hijos”, accede. El poeta se siente aquí ese perro vagabundo, “ese perro pulguiento”, “lleno de mataduras y miseria/ mas al fin aquí estoy.”

Queda, para el lector, quizás, el dilema de qué Serrano Plaja escoger, si el marxista o el converso. Dilema que no se le presentará al verdadero lector de poesía: el valor de estos dos libros, de los dos, y no sólo de esos dos, sitúa a Serrano Plaja en la primera fila de la poesía española de nuestro pasado siglo XX. Lo paradójico, o quizás no tanto, dada la pereza de nuestra cultura, o nuestra cultura de la pereza, es que aún carezcamos de una biografía suya digna de tal nombre.

De momento, aunque no se comprenda muy bien por qué no se ha aprovechado la ocasión para publicar su poesía completa, aquí está, puesta en limpio, la que escribió durante el exilio, desde 1939. No es poco.

[Publicado en Clarín. Revista de nueva literatura, núm. 73 (2008)]

viernes, 10 de agosto de 2007

Dionisio Ridruejo explica a Franco lo que debe ser un caudillo (1942)


En la carta que Dionisio Ridruejo, a su vuelta de Rusia, en julio de 1942, dirige a Francisco Franco, estas palabras:
"El dictador no puede ser un árbitro sobre fuerzas que se contradicen, sino el jefe de la fuerza que encarna la revolución. El Movimiento no puede ser un conglomerado de gentes unidas por ciertos puntos de vista comunes, sino una milicia fuerte, homogénea y decidida. Y sobre todo, ese movimiento, con su jefe a la cabeza, debe poseer íntegramente el poder con todos sus resortes y el mando efectivo de toda vida social en cuanto la sociedad es sociedad política." (*)
Como se ve, lo que Ridruejo le reprocha a Franco es que no sea lo bastante nazi, lo bastante totalitario; que no haya consumado la identidad de Partido y Estado. Que se mantenga como árbitro del contraste de pareceres. Que no fuera un verdadero dictador.
Lo que yo me pregunto es si un hombre que se equivoca así, según él mismo reconocerá después, no debería marcharse a su casa para siempre, renunciar a la política definitivamente, gozando de un legítimo retiro familiar, pacíficamente dedicado a la abogacía y a la literatura. Como penitencia, desde luego. Pero también como un ejercicio de sanísima prudencia. Ridruejo fundó en los sesenta el PSAD, y luego en los setenta la USDE, unas fotocopias que, claro está, no lograron suplantar el original.
Equivocarse, nos equivocamos todos. Pero cuando se cometen errores tan graves no basta con rezar tres avemarías y un padrenuestro, hace falta hace algo más. Por ejemplo, callarse.

(Joder, qué duro estoy hoy. Pobre Dionisio, rip).




(*) Dionisio Ridruejo, Casi unas memorias, Barcelona, Planeta, 1976, p. 237.

viernes, 16 de febrero de 2007

D. Antonio nunca fue depurado


Con fecha de 31 de diciembre de 1981, el Ministro de Educación, que lo era a la sazón Federico Mayor Zaragoza, publica en el BOE una Orden "por la que se rehabilita a D. Antonio Machado Ruiz como Catedrático de Instituto".
La Orden ministerial del 81 es una completa falacia, porque no se puede rehabilitar a quien nunca fue inhabilitado.
Es cierto que a D. Antonio se le incoó un expediente, al amparo de la Ley de Responsabilidades Políticas. Y es cierto también que la Comisión Superior Dictaminadora de Expedientes de Depuración informó favorablemente el 7 de julio de 1941 sobre la propuesta de separación definitiva del servicio y baja en el escalafón de Catedráticos de Institutos de Enseñanza Media.
Pero cuando esta propuesta llegó al ministro, que lo era entonces José Ibáñez Martín (el mismo que, pocos años después, presidiría el sepelio de Manuel Machado), y que era quien debía firmarla... el ministró no la firmó y, sencillamente, mandó que se archivara.
¿Por qué se archivó la propuesta?
Que cada cual piense lo que quiera, pero yo me permito recordar que ya Dionisio Ridruejo había publicado en noviembre de 1940, en la revista Escorial (que dependía del Ministerio de Ibáñez Martín), su artículo "El poeta rescatado", que un año más tarde se convertiría en el Prólogo a las Poesías completas del sevillano. Prólogo, afirmaba allí Ridruejo, "para el libro de un poeta que sirvió frente a mí en el campo contrario."
Recordemos también que por esas fechas era Manuel Machado uno de los intelectuales más prestigiosos de la España nacional.
Desde luego, si Ibáñez Martín hubiese firmado la orden, habría incurrido no sólo en un solemne disparate ("depurar" a un fallecido) sino en un caso de flagrante esquizofrenia en la política cultural del Régimen.
(Por cierto, Francisco Machado, funcionario de prisiones, tampoco fue nunca depurado, y sirvió en las prisiones de Franco lo mismo que antes en las de la República).

viernes, 15 de septiembre de 2006

El enigma Rojo




No me refiero a la polémica de quién era mejor estratega, si Franco o Rojo, polémica suscitada por el coronel Carlos Blanco Escolá en sus libros La incompetencia militar de Franco (Alianza) o Vicente Rojo, el general que humilló a Franco (Planeta). La polémica sobre el asunto entre los coroneles Carlos Blanco Escolá y Francisco Alamán Castro puede seguirse, por ejemplo, en algunos artículos de la revista El Catoblepas.
Por mi parte, nada perito en cuestiones militares, entiendo que el sentido común nos lleva a ver como imposible la comparación entre Franco y Rojo. Es como sumar peras y manzanas. Franco logró unificar en su persona el mando político y el militar, mientras que Rojo nunca pasó de ser "un técnico", un subordinado, y por tanto sin verdadera capacidad de decisión ni mando sobre todas las fuerzas. No son magnitudes equiparables.
Siempre me he preguntado, y es éste el enigma que me planteo, por el resorte del general Rojo. Por el secreto de su personalidad. Era católico, y hombre, al parecer de acendrada religiosidad. Sin embargo, fue el general de la República que desató una de las mayores persecuciones religiosas de Europa. Las operaciones militares que diseñó prolongaron la duración de aquel régimen... y de la guerra, que sin las contraofensivas que él planificó, pudiera haber acabado mucho antes.
La explicación "oficial" es que fue un militar leal a la República, que fue fiel a su juramento, que defendió al Gobierno legítimo. Nada más.
Es una explicación de color rosa, difícil de creer. El concepto de legitimidad había perdido cualquier funcionalidad desde bastante antes de 1936. La gente combatió en uno u otro bando por una de estas dos razones: o según su ideología y sus convicciones, o según la zona en que la suerte lo puso el 18 de julio.
Rojo era católico. Él mismo se definía como "español, militar y católico". ¿Cómo pudo presenciar impasible la persecución religiosa, el asesinato de gentes sencillamente porque iban a misa o eran sacerdotes o religiosos?
Frente a quienes quieren presentarlo como un militar aséptico, neutral, meramente técnico, son muchos los testimonios que indican su afiliación a la UME, organización decisiva en la preparación del Alzamiento.
Félix Schlayer, en su libro Diplomat im roten Madrid, traducido ahora con tan poca fidelidad como vista comercial como Matanzas en el Madrid republicano en ediciones Áltera, dice lo siguiente:
"Con lágrimas en los ojos, Rojo les aseguró a sus antiguos compañeros [i.e.: los resistentes del alcázar de Toledo, con quienes se entrevistó para negociar su rendición] que pensaba como ellos, pero su mujer y sus seis hijos estaban como rehenes en manos de los rojos, y no le quedaba más remedio que atenerse a tal coacción, pues carecía de valor para dejar matar a los suyos."
Aunque Schlayer no fue testigo directo de la conversación, alguien que sí estuvo, su antiguo colaborador y amigo el capitán Emilio Alamán Ortega, ahora entre los sitiados, contó que Rojo le dijo:
"Me he comprometido con esa gente. No quiero ni debo faltar a mi palabra. A mayor abundancia, tengo mi familia en Madrid; su seguridad depende de lo que yo haga. Pero vosotros resistid sin desmayo. Sois los mejores y ganaréis. Adiós. ¡Viva España!"
El propio Rojo nunca desmintió categóricamente estas versiones, sino que más bien pasó de puntillas por ellas. Sin embargo, para mí no está tan claro que Rojo permaneciera con la República en condición de rehén.
Primero, porque, un alto jefe del ejército, ¿no podía hacerse con un avión, meter en él a su familia y colaboradores más íntimos, y largarse al extranjero?
Segundo, porque la conducta de Rojo no fue la de un subordinado obediente, que se limitara a cumplir órdenes de mejor o peor gana. Fue un creativo, no un gestor.
Tercero, porque ni en el exilio ni tras su vuelta a España entonó palinodia alguna, ni la más mínima autocrítica, ni esgrimió para su defensa la condición de rehén.
Que Vicente Rojo no era meramente un técnico, sino un hombre con pensamiento político propio, da cuenta su abundante obra escrita en el exilio, édita e inédita.
En su libro Momento español, de enero de 1946, encontramos afirmaciones sorprendentes. Por ejemplo, ésta:
"Admito la posibilidad de ser llamado algún día a desempeñar una función de responsabilidad rigiendo los destinos de mi pueblo..."
¿Se veía como futuro jefe de gobierno? Por si acaso, ésta era su propuesta, no menos sorprendente viniendo de un general supuestamente "republicano":
"Mi fórmula es ésta: Monarquía instaurada por la voluntad nacional y con base eminentemente popular, porque como régimen monárquico implica la reaparición de un órgano recotr situado al margen de la discordia española, porque por su fundamento nacional y sus raíces históricas puede restablecer la continuidad rota en la vida de nuestras instituciones y porque con una actuación imparcial y justa puede devolver la paz espiritual y material a los españoles, cosa imposible de lograr por el régimen franquista y por los republicanos."
Su nieto, José Ángel Rojo, cuenta que entre sus papeles hay algún boceto en el que habla de "comunismo cristiano", aunque por desgracia no se explaya mucho más.
¿Era ésa la fórmula del general? ¿El "comunismo cristiano"? No lo sabemos.
Para mí, Vicente Rojo sigue siendo un enigma. Quizás porque cualquier vida es un enigma. Casi siempre insoluble.

viernes, 25 de agosto de 2006

El refrán de hoy

"A moro muerto, gran lanzada."


[Foto: Francisco Franco junto al presidente norteamericano Eisenhower]


... Pero han tenido que pasar más de treinta años para que algunos se atrevieran a alancear al moro, no sin asegurarse de que estaba bien muerto y de que nadie protegía su tumba.
¡A eso se le llama valentía!
Y a borrar el nombre del primer director de la Academia se le llamará... memoria histórica.
Se ve que hasta muerto y remuerto, y convertido en frío bronce histórico, el moro les sigue inspirando cierta inquietud...
Esta es la guerra de las estatuas: ahora quitamos a Franco, ahora ponemos a Largo Caballero. Pues habrá que mirar en la Wikipedia, a ver quién era ese Franco, del que tanto se habla ahora, de nuevo.
Por favor, señores del gobierno, háganselo mirar (el cerebro, digo). Y por un buen psicoanalista.