LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle
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martes, 29 de octubre de 2013

LA MÁS HEROICA TAREA






El último libro de Juan Peña es una antología de su propia poesía. La misma monotonía se titula, y recoge su producción desde 1989 hasta 2011. El título parecerá poco acertado a primera vista, quizá por su posible efecto disuasorio. Pero se justifica plenamente por la cita de Chejov que abre el conjunto: "...el mar... así se oye ahora, y se oirá con la misma monotonía cuando ya no vivamos."

Le gustaría a uno detenerse más despacio en este libro, en este poeta, pero por ahora me ciño y me limito a copiar aquí uno de sus poemas, el titulado "Nostalgia de otros siglos":

No conocer jamás la esquizofrenia
de querer estar siempre en otro sitio,
y no buscar cambiar, ni imaginarlo.
Ser un soldado, un príncipe, un mendigo,
desdichado, tal vez, y que no importe.
Saber que tu lugar ya fue dispuesto,
y que hay un dios que rige tu destino.
Vivir sin otro sueño ni otro afán
que la serenidad de estar conforme.


viernes, 4 de octubre de 2013

TEORÍA DE LA EFABILIDAD O LA OCTAVA DE SAN JERÓNIMO

"La traducción no presupone la pérdida de lo inefable en ningún acto dado de mediación interlingüística -como la traducción de un poema-, sino la intrascendencia de lo inefable para los actos de comunicación. Cualquier idea que pueda concebir una persona, argumentó el filósofo Jerrold Katz, puede expresarse en una frase en cualquier lengua natural; y cuanto puede expresarse en una lengua también puede expresarse en otra. Lo que no puede expresarse en ninguna lengua humana queda fuera de los límites de la traducción y, para Katz, también fuera del ámbito de la lengua. Éste es el axioma de la efabilidad. Una de las verdades de la traducción -una de las verdades que enseña la traducción- es que todo es efable, que todo puede expresarse."

David Bellos, Un pez en la higuera. Una historia fabulosa de la traducción,* trad. de Vicente Campos, Barcelona, Ariel, 2012.

*El título original es Is That a Fish in Your Ear?            

viernes, 25 de enero de 2013

UNA NOVELA QUE ENGANCHA


Decir que una novela te ha enganchado desde la primera página, ¿constituye acaso su mayor elogio? Es por supuesto, un elogio, pero ¿el mayor? Porque hay muchas novelas que te atrapan en su trama, aunque te ofrezcan sólo un entretenido pasatiempo, unas horas de evasión de la prosaica realidad. Algo que nunca debió pasar, de Juan M. Velázquez, posee muchos más ingredientes que la simple atracción, apasionante desde luego, de su intriga. Personajes perfectamente delineados y creíbles, tanto protagonistas como secundarios, la constante alusión a un tiempo aciago como fue el de los años de plomo del terrorismo, un espacio urbano, del de la ciudad de San Sebastián, agobiante y cerrado a pesar de sus bellezas naturales y arquitectónicas.

Novela policiaca porque en ella intervienen policías y delincuentes, no es tampoco una novela de buenos y malos. Es, sí, una novela testimonio (pero me gustaría que quedase claro que es antes que todo eso, novela, es decir, obra artística) sobre unos años en que la policía no sabía o no podía reprimir el delito como no fuese con torturas, y eso hace mella, no sólo en el torturado, sino en el torturador. No hay tesis en esta novela, sólo verdad desnuda, terrible y desgraciada.

No vamos a desvelar su trama ni por asomo. Yo sólo les recomiendo vivamente que la lean. Y aquí, por ejemplo, pueden comprarla

sábado, 19 de mayo de 2012

LLENANDO EL VACÍO CENTRAL

"La historia política y filosófica de Occidente durante los últimos 150 años puede ser entendida como una serie de intentos -más o menos conscientes, más o menos sistemáticos, más o menos violentos- de llenar el vacío central dejado por la erosión de la teología."

Esta luminosa intuición de George Steiner (en Nostaglia del Absoluto, Madrid, Siruela, 2004, 7ª ed., p. 15) no deja de ser menos luminosa porque las conclusiones no estén a la altura.

Después de tres capítulos deslumbrantes, dedicados, respectivamente, al marxismo, al psicoanálisis y a la antropología estructural de Lévi-Strauss, tres ideologías de origen judío, por cierto, no importa demasiado que se pierda por otros derroteros en los dos capítulos finales. Sobre todo en el último, ¿Tiene futuro la verdad?, algo desconcertante.


No importa, digo, porque la intuición ya estaba allí.

martes, 15 de mayo de 2012

AFORISMOS, SOFISMAS Y BUÑUELOS DE VIENTO

Abro el libro, y después de hojear el brevísismo prólogo del editor del volumen, comienzo a leer:

Benditos los que no confían su vida a nadie.
[Y eso, ¿por qué? ¿No hay nadie confiable? ¿Ni la madre, ni el médico, ni el maestro, ni...? Todos necesitamos confiar nuestra vida, en todo o en parte, a alguien. Simplemente, es necesario]

El crespúsculo es un fenómeno intelectual.
[Vale, maestro, si usted lo dice...]

Un Homero o un Milton no son más poderosos que un cometa que cae sobre la Tierra.
[Hombre, en cierto sentido, así es, por desgracia]


Todo comienzo es involuntario.
[¿Seguro?]

Dudo, por tanto pienso.
[Quizás la verdad sea la contraria: Pienso, por tanto dudo]


Lo esencial del arte es expresar; aquello que se expresa no interesa.
[¡Áteme esa mosca por el rabo!]


Amar es cansarse de estar solo: es una cobardía por lo tanto, y una traición a nosotros mismos.
[Que me aspen si lo entiendo. Cuando uno se cansa de estar solo, sale a la calle, va a una tertulia, chatea, incluso acude  a la presentación de un libro de aforismos de Pessoa]


Haya o no haya dioses, de ellos somos esclavos.
[De los falsos, no sé; pero para el Dios en quien yo creo no soy un esclavo, sino un hijo... y más querido de lo que merece]


Soy una multitud. Cuando pienso o siento, ignoro quién piensa o siente.
[¿Trastorno bipolar? ¿Esquizofrenia tal vez? O eso, o se trata de una impostura deliberada]


Todo lo que existe simplemente existe.
[Ahí, sí, estamos de acuerdo. ¡Pero es tan obvio!]

Toda revolución es un enfermedad.
[Me temo que la enfermedad debió de empezar mucho antes]

La religión es la definición de lo desconocido; la descripción detallada de lo que no se sabe lo que es.
[ Pero la religión no es la "definición" de lo desconocido; ni tampoco la descripción "detallada" de lo que no se sabe lo que es. La religión es algo más y también algo menos que eso. "Yo soy el camino, la verdad y la vida". ¿Es que este hombre no leyó nunca el Evangelio?]

El binomio de Newton es tan bello como la Venus de Milo. 
[Marinetti acertó a expresarlo mejor]


Un artista fuerte mata en sí mismo no sólo el amor y la piedad, sino las mismas simientes del amor y de la piedad. Se vuelve inhumano debido a su gran amor por la humanidad, ese amor que lo impulsa a crear el arte para el hombre.
[No parece que esta fuera el caso de Dante, ni de Cervantes, ni de Lope, ni de Shakespeare, ni de Balzac, ni de Dostoyevski, ni de...]

En fin... Es verdad, nunca he sido mucho de Pessoa. Ahora, algo menos. Lástima.






martes, 10 de abril de 2012

ANTONIO MORENO: NOTAS DE ADONDEQUIERA

¿De que trata este libro de Antonio Moreno, titulado En otra casa y que acaba de publicar, en la colección Levante, La Isla de Siltolá? De todo, de nada. De la brevedad, dice su autor. Más retórica, más pomposamente, podríamos decir que de la fugacidad. Pero Antonio Moreno rehuye la retórica y abraza un estilo claro y sencillo, como claras y sencillas son las cosas que nos cuenta en su libro.

De la fugacidad, decíamos; de la brevedad, dice su autor. De pronto nos encontramos, en la página 79, con unas palabras que parecen ser el meollo o el nudo que une el tejido de este libro. Esas palabras son éstas:

Afortunadamente, todas las cosas acaban, las mejores y las peores, las que anhelamos y las que aborrecemos, y en su alternante finitud estriba lo que ellas son para nosotros. Por eso resulta poco juicioso desear que nada dure indefinidamente, inluidos nuestro nombre o nuestra vida. Hay algo de pueril en el ansia de alcanzar una existencia eterna. Es este afán una  enfermedad romántica, o bien una religiosidad engañada. ¿Qué se pretende que sea inmortal? ¿El cuerpo? ¿La devanadera consciente del pensamiento? La eternidad no puede iniciarse después de nuestra hora última; la eternidad no está por delante o por detrás de nuestros pasos, cuando cesa definitivamente el flujo temporal que se inició en el momento de nuestro nacimiento. Vivimos en el seno de lo eterno, respiramos eternidad cada mañana, mientras transcurre la jornada de trabajo o nos asomamos para ver desde él las palmeras o las buganvillas. Y hay momentos que son una cresta clara porque la percibimos, nos sabemos expresión pasajera e integrante de ella. Conviene tener confianza y dejarse llevar, como el niño se deja conducir por la mano de la madre o del padre. Vinimos; un día nos marcharemos con voluntad placentera.

Se trata, es evidente, de la declaración de un credo filosófico. Porque este libro, aun por encima de sus cualidades literarias, que no son pocas, es un libro de filosofía. Antonio Moreno no se detiene a demostrar la certeza o la verdad de sus afirmaciones, con pruebas y argumentos. Por eso no es un libro de filosofía en sentido estricto. Pero no por ello deja de ser un libro filosófico, con envoltura poética. O un libro poético con almendra filósofica.

Y en esta filosofía me quedo pensando, mientras cierro las tapas del libro.

lunes, 10 de octubre de 2011

JAVIER SÁNCHEZ MENÉNDEZ

Poeta, editor, antólogo, Javier Sánchez Menéndez ha publicado los libros Motivos (1983), Derrota y muerte a los héroes (1988), El violín mojado (1991), Introducción y detalles (1991), Última cordura (1993) y La muerte oculta (1996): seis libros en poco más de una década. A partir de entonces sigue un largo periodo de silencio de quince años hasta la reciente publicación de un nuevo poemario, Una aproximación al desconcierto (2011). Ahora, en Faltan palabras en el diccionario (2011) nos entrega una breve pero representativa muestra de su poesía desde el inicial 1983 hasta este 2011, más el anticipo de algunos poemas inéditos de un libro en preparación.
Su poesía nos habla casi siempre en tono coloquial, desparramado y suelto, con toques de surrealismo, ma non troppo, pero su verso adquiere a veces un aire confesional, como sucede en este AHORA APREMIA EL CALOR, donde el poeta parece ajustar cuentas consigo mismo o, más bien, con un ego del pasado:

Acusado en otro tiempo de polémico y confesional,
me he limitado a escribir versos,
a asentar la cabeza en los inconvenientes
y a negar toda duda sobre mi condición 
de hombre cualquiera

Sin embargo existe la certeza
evidente,
que el crítico no es hombre.
Mi persona se fundamenta exclusivamente
en los quehaceres propios de esa condición,
tales como el dormir, trabajar o amar
a una mujer que ya conocen
y le dedican libros.

Ahora apremia el calor y apenas
una brisa de aire por las noches
rodea el cuerpo desnudo de un hombre
que recuperó en otro tiempo la certeza
y la sensatez.


viernes, 7 de octubre de 2011

CARLOS SÁNCHEZ RODRÍGUEZ



Las nóminas están cerradas; los recuentos, hechos; las fotografías, congeladas. Y quien en su momento no salió en la foto o no entró en el recuento ya no cuenta. Es el sino de los poetas tardíos, de los poetas a destiempo, de los que se tomaron su tiempo o lo encauzaron o lo vivieron a su manera, sin tomar demasiado en cuenta los sones generacionales a los que tocaba bailar.
Es muy difícil, por no decir imposible, que Carlos Sánchez Rodríguez (Aracena, Huelva, 1939) vaya a entrar ya en ningún canon, en ningún recuento o balance de los que agora se usan. Menos aún, publicando en ediciones de escasa y muy localizada difusión, como es el caso. Nada de esto debería impedir, sin embargo, que el lector atento, el avisado lector de poesía, pasase por alto este libro excepcional, Tiempo al tiempo, tercera entrega poética del autor. Aquí podríamos decir lo del refrán, que a la tercera fue la vencida. Sus dos entregas anteriores, A estas alturas (1990) y Al socio deseado (2001), destacaban, sí, por su discreción y su corrección, virtudes no tan comunes como se pudiera pensar en la abigarrada muchedumbre de nuestra lírica república.
Pero Tiempo al tiempo es otra cosa. El poeta ha subido, como de golpe, varios peldaños, pasando de una zancada de la discreción conseguida a la gracia otorgada. Y no creemos que se trate de milagro, milagro, ni tampoco, menos aún, de industria, industria, como se decía en el Quijote, sino de algo más sencillo y a la vez más difícil: el encuentro feliz del hombre con el poeta. Carlos Sánchez Rodríguez se ha vuelto hacia sí mismo, y sin autobiografismos complacientes ni localismos coloristas, pero tampoco universalismos vacuos, en una acertada mezcla de correlato objetivo y verdades eternas, hace balance de una vida, de cualquier vida, en este caso vista por y desde sus ojos, por y desde su experiencia, pero universalizada por eso que llamamos tiempo, y que es la misma materia de la que estamos hechos.
El paso del tiempo, su seriedad irresistible, sus caprichos de saltimbanqui, sus mudanzas monótonas, su desembocamiento en el incierto mar de la eternidad o de la nada, es el tema de este libro, cuyo título es ya una advertencia, y por eso los relojes van apareciendo periódicamente, con su marcha acompasada, en sucesivos poemas que dan unidad rítmica y formal al conjunto, sabiamente construido.
Porque estamos ante un libro unitario, que casi podría considerarse un solo poema en varias partes. Pero también ante un libro variado en métrica y en tonos y hasta en vetas temáticas, dentro de ese gran tema que lo vertebra. Encontramos el tono juguetón de “Reloj de cuco”:
El niño boquiabierto
ni pestañea.
“Ahora va a salir. Falta un minuto”
(que, claro, se hace eterno).
De pronto se anticipa
un sonido de muelles.
Se abre –cucú- y se cierra
la ventanita.
Visto y no visto.

Qué larga fue la espera
y qué breve el prodigio.

Pero también el tono meditativo, elegíaco, que no desdeña sin embargo la ironía, de la mayoría de los poemas. “Cementerio” comienza con una analogía insólita:

Se abre la cancela de hierro y, a la vista,
en distintos niveles alineada,
la mayor colección de biografías.

En este cementerio-biblioteca existen, como en la vida, diferencias:

Unas lujosamente encuadernadas
en mármol de Carrara y letras de oro
que mienten “no te olvidan”
e ilustradas algunas con un ángel…

Otras con encuadernación en rústica
tierra de malvas; una cruz anónima
como una daga hincada
en el oscuro pecho del olvido
y el homenaje rojo de un grito de amapolas.

Y, por fin, otras muchas ya descatalogadas
definitivamente del recuerdo.

Esta engañosa variedad de los iguales adquiere un inesperado giro metafísico en el soberbio epifonema, e imagen, que concluye el poema:

En la tarde piadosa, todo ese
sustrato y sedimento,
a través del ciprés, perfora el cielo.

Detenerse en más ejemplos sería hacer esta reseña inacabable, porque no hay un solo tropiezo o caída en Tiempo al tiempo, libro de plena madurez poética y vital, que mezcla sin disonancia el coloquialismo con la cultura. A José María Morón, por citar otro poeta onubense, le bastó un solo libro, el celebérrimo Minero de estrellas (1933), para pasar a la dudosa posteridad. A Carlos Sánchez Rodríguez le queda aún tiempo      –tiempo al tiempo- para escribir nuevos libros. Pero sólo con éste le bastará para quedar, no sé si en el canon-arcano, pero sí en la memoria agradecida de los buenos lectores de poesía.
(Por si gustan, les dejo las señas adonde pueden dirigir sus pedidos: c./ Cruz de Mármol, 16 (21200 - Aracena), o bien islamoya@wanadoo.es: se harán con una primera edición que un día puede valer lo suyo).

domingo, 2 de octubre de 2011

RODRIGO OLAY

Rodrigo Olay acaba de llegar a la poesía española, y todo parece indicar que ha llegado para quedarse. Con veintidós años publica su primer libro, Cerrar los ojos para verte, un verdadero muestrario de su saber y de sus posibilidades. Lo que sorprende, ante todo (y no debería, pero en fin, tal y como está el panorama...) es que traiga sus clásicos bien aprendidos, sus deberes hechos (con la métrica, ante todo). Y que aporte, con todo, una voz personal.
¿Que se trata de un primer libro, o que una primera golondrina aún no trae el verano? Bien, tiempo al tiempo. Y la poesía de Rodrigo Olay, ahora quizás demasiado pegada a modelos y maestros, a interxtualidades y erudiciones, se irá descubriendo a sí misma en lo más personal e intransferible. En versos como, por ejemplo, estos:

ANTÍDOTO CONTRA LA MUERTE

Tras una noche contigo
ni a solas estaré solo
aunque tú ya te hayas ido.

jueves, 25 de agosto de 2011

GENERACIONES Y SEMBLANZAS

Último número de Clarín, el 94, sección "Paliques". Manuel Neila reseña la última antología poética de María Victoria Atencia, en Renacimiento. Bien. El problema es que comienza así:
"La excelente poeta María Victoria Atencia (Málaga, 1931) pertenece por méritos propios a la denominada Generación del 50".
Ejem. Un momento, ¿por méritos propios? Uno creía que a una generación se pertenecía de modo inexorable, por biología. Ahora, ¿por méritos propios?

sábado, 22 de mayo de 2010

DIRECCIÓN BROOKLYN

Leo Dirección Brooklyn, el tomo de diarios de Hilario Barrero, como lo que efectivamente es, una estupenda crónica neoyorkina. El metro, los barrios, la vida cotidiana, la vida académica, los poemas, la ópera...

Pero lo leo también como un libro de memorias, las de la infancia en una Toledo de posguerra, el recuerdo estremecido y verdadero de su madre...

Y no sé por qué, estas páginas referidas al pasado me suenan más vivas, más actuales que todo lo demás.

Y es que todo lo que tenemos que contar está en nuestra infancia. Lo demás... ya lo contarán nuestros hijos...

lunes, 3 de mayo de 2010

NOMBRES DEL ÁRBOL


A quienes conozcan la trayectoria poética de Antonio Moreno, reunida en Intervalo (La Veleta, 2007), no les sorprenderá, no puede sorprenderles, la alta calidad de este su último y reciente libro, Nombres del árbol (Tusquets, 2010).

Lo que sorprende es que, sin variar de voz o de tono, sin trasvestismos ni giros novedosos, Antonio Moreno llegue a lo más alto por la vía de lo más hondo. Que se supere a sí mismo en la contención, en la desnudez, en la sencilla complejidad de lo perfecto.

Es la poesía de Antonio Moreno una poesía de raíz metafísica, es decir, una poesía de grandes preguntas sobre los interrogantes fundamentales de la vida humana. Pero no lo es por vía de grandilocuencia o de retórica, de discurso metódico o afirmaciones discursivas. Sino por la vía, más poética, de la sugerencia y del símbolo, del detalle expresivo, de realidades concretas que remiten a otras realidades que sólo pueden percibirse por insinuación o por metáfora:

Sí, voz, acaso vengas con la lluvia,
pero tú ya eras lluvia en mi interior,
lluvia que ve a su hermana en esta lluvia,
agua feraz que da conocimiento
y tanta fe que es clarividencia.

Discreto y poco mediático, Antonio Moreno es ya un nombre imprescindible de la poesía española de esta hora.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Péguy y los sacramentos


Marcel, el hijo primogénito de Charles Péguy, escribió varios libros sobre su padre. Uno de ellos es éste, El destino de Charles Péguy, y en él escribe que la conversión de su padre no supuso un retorno a la Iglesia y a sus normas y prácticas, sino un cambio desde la metafísica platónica a la filosofía de Cristo. Marcel afirma y defiende una distinción entre cristiandad e Iglesia:
"Aquellos que creen en la metafísica cristiana pertenecen a la cristiandad. Aquellos que, además, se someten a la Iglesia, pertenecen a esta Iglesia. Desde la época en que escribía su Juana de Arco, mi padre había establecido esta distinción. Había observado que si los jueces de Ruán podían muy bien excluir a Juana de la Iglesia (negándole la comunión, rechazando incluso oírla en confesión), ningún poder humano podía excluirla de la cristiandad. Es cada hombre por sí mismo quien decide de su pertenencia o de su exclusión de la cristiandad."
El asunto tiene sin duda un largo recorrido teórico, pero, en el caso de Péguy, tiene una base práctica, una raíz biográfica.

Socialista y ateo, Péguy se casó con una mujer socialista y atea como él, si no más, Charlotte Baudouin. Una vez "convertido", se le planteó un problema práctico: su matrimonio civil no tenía ninguna validez canónica y, canónicamente, no era más que un amancebamiento. Sus hijos tampoco estaban bautizados.

Un día Jacques Maritain, sabiendo perfectamente que Péguy no estaba en ese momento, se presentó en su casa para convencer a su mujer de que se bautizara y se casara por la Iglesia. Cuando se enteró, Péguy rompió definitivamente su amistad con Maritain. También hubo (no recuerdo ahora quién) quien propuso a Péguy que se separase de su esposa, posibilidad sobre la que el poeta no quiso ni oír hablar.

Un año después de la muerte de Péguy en el campo de batalla, su esposa y sus hijos solicitaron el bautismo.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Las maldades de Jacinto Benavente

Jacinto Benavente no es precisamente hoy un valor en alza en la bolsa literaria. Pero en su obra siempre se encuentra algo interesante. De su libro ¡Palabras, palabras...!, libro de aforismos, escojo los que más me han llamado la atención (lo de Maldades... no es porque me parezcan malos, sino por el tono cínico, escéptico y desengañado de la mayoría):

Como los explosivos que parecen un juguete, las verdades más peligrosas son las que parecen mentira.

*

Conviene dejar al morir algunas deudas incobrables, para que alguien nos llore con sinceridad.

*

La cultura puede improvisarse; la educación no se improvisa.

*
Podéis dar al pueblo toda clase de libertades; él se encargará de perderlas.

*

El que sólo es notable en un rincón del mundo, quisiera que aquél rincón fuera todo el mundo. ¿No es verdad, oh regionalista?

*

Si la historia de la literatura española se escribiera a gusto de don Miguel de Unamuno sería lo más fácil de aprender: antes de él, nadie; después de él, nada.

*

No hay nada que se parezca a un hombre tonto como una mujer sabia.

*

La mujer es superior al hombre, considerada por sí misma; pero inferior al perro, considerada como compañera del hombre.

*

¿Llegaste a la cumbre? Estás solo y tienes frío.

*

Para hacernos amar no preguntemos nunca: ¿Eres feliz? Digamos siempre: ¡Qué feliz soy!

*

Aun más difícil que un cariño es encontrar un odio desinteresado.

*

Si queréis engañar a vuestra mujer sin disgustarla, procurad que sea con alguna amiga suya que tenga fama de virtuosa.

*

No incurráis nunca en la tontería de decir a vuestra mujer que estimáis en más su virtud que su belleza, porque os exponéis a que ella os demuestre que hay todavía quien estima en más su belleza que su virtud.

*

Ilustrar a las clases populares es como barnizar la madera de pino. La madera no gana gran cosa, pero sí los expendedores de barnices.

martes, 23 de septiembre de 2008

Zubiri y los idiomas: dos anécdotas

Zubiri, que manejaba varias lenguas vivas y muertas, incluido ¡el sumerio!, nunca llegó a dominar el inglés hablado. Lo cuenta Carmen Castro, su esposa, hija de don Américo, en su Biografía de Xavier Zubiri: cuando visitaron los Estados Unidos, en 1946, Zubiri "supo también que nunca iba a ser capaz de hablar inglés, que tuvo desde entonces por lengua muerta: se leía pero no se pronunciaba, ni se comprendía de oídas."

Otra anécdota. En 1921 tuvo que examinarse de griego en la Universidad Central. Relata CC:
"Y lo grave era que ese Xavier, que yo conocí diez años más tarde leyendo griego para su deleite personal, apenas si lo sabía entonces. Pero X siempre tenía suerte. Todavía resultó que un compañero suyo de exámenes todavía sabía menos griego que él. Ese compañero se llamaba Antonio Machado, y por aprobarle no tuvo el tribunal más remedio que aprobar a X."

[Carmen Castro, Biografía de Xavier Zubiri, Málaga, Edinford, 1992, p. 76]

sábado, 20 de septiembre de 2008

Desde fuera

Hoy se ponen de acuerdo los dos principales suplementos, tanto Babelia como ABCD, en reseñar Desde fuera, el espléndido nuevo libro de Álvaro Valverde. Firman las reseñas, respectivamente, Antonio Ortega y Luis García Jambrina. La mía aparecerá en Clarín antes de que acabe el año. No habrá sorpresas: también será elogiosa.
Ya sé que la unanimidad es sospechosa, pero toda regla tiene su excepción.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Arturo Serrano Plaja, entre el Soviet y el Cristo


El caso de Arturo Serrano Plaja (San Lorenzo de El Escorial, 1909-Santa Bárbara, California, 1979) es el de un poeta que consiguió una proeza que son dos. Durante la guerra civil publicó el mejor poema marxista de la literatura española, El hombre y el trabajo (1938) y, años después, en 1965, con La mano de Dios pasa por este perro, el poema cristiano menos empalagoso de una época y de un país en que la poesía religiosa estaba tan confitada de almíbares, por no decir que de agua bendita y olores a alcanfor de sacristía.

Si El hombre y el trabajo lo rescató en 1978 Francisco Caudet en una edición facsímil —con los dibujos de Ramón Gaya—, no sucedía lo mismo con el resto de la producción de Serrano Plaja. Ahora, Serge Salaün y José Ramón López García —este último se encarga además del estudio introductorio— nos ofrecen una cuidada edición de la producción poética de Serrano Plaja desde 1939 hasta 1970, incluyendo no sólo los libros publicados (Versos de guerra y paz, Galope de la suerte, La mano de Dios…, Los álamos oscuros) sino una abundante addenda de poemas sueltos e incluso inéditos.

Si el conjunto de esta poesía no es, en absoluto, desdeñable, no es, con todo, más que la constelación de los dos libros centrales de Serrano Plaja, El hombre y el trabajo y La mano de Dios pasa por este perro.

De El hombre y el trabajo hablaron elogiosamente Octavio Paz, Antonio Machado, Rafael Alberti o María Zambrano. El prestigio del libro sigue intacto, aunque quizás no sea muy leído hoy en día, y Víctor García de la Cocha, en La poesía española de 1935 a 1975, lo considera “uno de los mejores libros de poesía de nuestra guerra”. Pero la importancia de El hombre y el trabajo excede la coyuntura de la guerra. Frente a tanto poema de agitación y propaganda bélica y política (algo en lo que, por lo demás, también, comprensiblemente, incurre Serrano Plaja, tanto aquí como en otros libros), El hombre y el trabajo es un poema reflexivo y trabado, que remonta las circunstancias concretas de la guerra para incardinarse en una concepción del mundo y de la vida que no es otra que la teoría marxista del hombre nuevo. No es por ello un libro discursivo o doctrinal, sino, y ahí está su valor, plástico y emotivo. El Trabajo, la Libertad, el Amor son, al decir de María Zambrano, los tres ejes en que se articula este gran fresco épico con personajes colectivos, los oficios, pero también con protagonista individual.

Terminada la guerra, Serrano Plaja comenzó un largo exilio por Francia, Chile, Argentina… hasta recalar finalmente en Estados Unidos, donde alcanzaría el puesto de catedrático en la Universidad de California en Santa Bárbara. En 1967 viaja a España y obtiene el pasaporte español, pero “desengañado con la sociedad que encuentra”, dice José Ramón López García, decide volver a Estados Unidos. Como López García no aporta ningún dato, podemos imaginar que los motivos de su regreso a América pudieron muy bien ser otros: un consolidado puesto académico en Estados Unidos frente a un difícil acomodo laboral en España. En todo caso, cuando se jubiló pudo instalarse en España —ya había muerto Franco—, pero decidió quedarse en California, donde murió. Quien empezó siendo, ciertamente, un exiliado, terminó por ser un señor español que trabajaba y vivía en el extranjero.

Serrano Plaja se había ido por estos años alejando paulatinamente del comunismo, tal vez impresionado por el discurso de Kruschov ante el XX congreso del PCUS o la posterior represión soviética en Hungría, tal vez, también, cabe apuntar, por la prosperidad del american way of life que tenía ante sus ojos. Su ruptura teórica y definitiva con el comunismo la plasmaría en su ensayo “Arte comprometido y compromiso del arte” (1960). Ya, por otra parte, colaboraba regularmente en España con Papeles de Son Armadans, Cuadernos Hispanoamericanos, Ínsula, Poesía Española…

¿Fue su desengaño político lo que le llevó a abrazar el cristianismo? Aunque alguna parte pudo tomar tal decepción, el salto es demasiado grande y además innecesario. Se puede cambiar de punto de vista político sin que ello entrañe mayores consecuencias de tejas para arriba. La conversión, creo que podemos llamarla así, de Arturo Serrano Plaja, tenía raíces algo más hondas que la política, y se situaba en un plano existencial y vivencial. Se trataba, en definitiva, del sentido de la vida y de la muerte, esa pareja extraña que nunca se separa. Era el mismo problema que le había preocupado en El hombre y el trabajo. El poeta lo expresará en unos versos de La mano de Dios…, su segunda proeza poética: “morir es la derrota/ si no hay Dios/ da vergüenza morir y más de noche/ morir sólo de pena de noche da vergüenza/ da pena de morir solo de noche/ sólo morir de pena/ de morir da vergüenza/ de cosa indecorosa/ de vida ya indecente/ si no hay Dios/ da vergüenza morir sólo de muerte.”

López García insiste machaconamente en la “temática religiosa heterodoxa e irreverente” de este libro, aunque ni una sola vez da algún detalle de dónde encuentra lo heterodoxo o dónde lo irreverente. Extraño sería que una editorial como Rialp (en cuya colección Adonáis se publicó el poemario) consintiese en publicar un libro no ya heterodoxo sino, además, irreverente.

La mano de Dios pasa por este perro parte de un conocido pasaje del evangelio de Marcos (VII, 24-30) en el que una mujer fenicia pide a Jesús la curación de su hija. Jesús, al principio se niega, porque es extranjera y “no está bien echarles a los perros el pan de los hijos”, pero al argüirle la mujer que “también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los hijos”, accede. El poeta se siente aquí ese perro vagabundo, “ese perro pulguiento”, “lleno de mataduras y miseria/ mas al fin aquí estoy.”

Queda, para el lector, quizás, el dilema de qué Serrano Plaja escoger, si el marxista o el converso. Dilema que no se le presentará al verdadero lector de poesía: el valor de estos dos libros, de los dos, y no sólo de esos dos, sitúa a Serrano Plaja en la primera fila de la poesía española de nuestro pasado siglo XX. Lo paradójico, o quizás no tanto, dada la pereza de nuestra cultura, o nuestra cultura de la pereza, es que aún carezcamos de una biografía suya digna de tal nombre.

De momento, aunque no se comprenda muy bien por qué no se ha aprovechado la ocasión para publicar su poesía completa, aquí está, puesta en limpio, la que escribió durante el exilio, desde 1939. No es poco.

[Publicado en Clarín. Revista de nueva literatura, núm. 73 (2008)]

domingo, 7 de septiembre de 2008

El extraño episodio de Emaús

[Velázquez, La cena de Emaús]

Los libros se escriben para arrojar, o intentar arrojar, alguna luz. Se parte de un enigma para aclararlo; de un problema, para resolverlo; de unos hechos, para resumirlos o establecerlos... También es legítimo decir: miren ustedes, esto es lo que NO sabemos, lo cual equivale a trazar una frontera entre la luz y las sombras, o sea, cuánto y qué sabemos y cuánto y qué ignoramos.
Francisco Morales Padrón, catedrático de Historia de América, ha publicado recientemente un libro titulado Jesús de Nazaret. Realidad y fabulación (Sevilla, Renacimiento, 2008), sugerente y bien escrito, pero del que, por momentos, no sabemos muy bien qué pensar.
Veamos, por ejemplo, el capítulo "El extraño episodio de Emaús".
"El relato -comienza por decir nuestro autor- es tan bello como el de la Samaritana. Si el episodio del pozo únicamente lo relata Juan, el de los discípulos de Emaús sólo lo refiere Marcos cuyas líneas encierran pruebas convincentes de la Resurrección de Cristo."
Pasemos por alto que no es Marcos, sino Lucas el que refiere este episodio: puede ser una errata o un despiste (porque luego, en efecto, cita a Lucas). Vayamos al meollo, que es la Resurrección de Cristo. ¿Se trató de una Resurrección física o de una Resurrección simbólica? Dice Morales Padrón:
"¿Acaso cuando los discípulos decían que Jesús había resucitado de entre los muertos querían dar a entender que, del mismo modo que Elías había retornado a la vida al ser heredados su espíritu y su misión por Juan el Bautista, también entre ellos mismos habían cobrado nueva vida el espíritu y la fe de Jesús? Desde nuestra ignorancia estamos incapacitados para responder a estas preguntas."
Y aquí es donde el lector da un respingo y dice: "Oiga usted, maestro, y si no sabe, ¿pa qué escribe un libro?"
Sobre la Resurrección de Jesús de Nazareth existe una abundantísima literatura, histórica, filológica, teológica... Porque no es cuestión baladí, sino la piedra angular del Cristianismo. Por lo menos, es lo que dice Pablo en la primera carta a los corintios: "y si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo."
¿Acaso no se dice en Lucas: "Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo."? ¿Y qué tocó Tomás el incrédulo, símbolo o carne?
Bien está que cada cual adopte la postura que crea más honesta y más conforme a la verdad. Pero antes hay que estudiar bien el tema, y no dar por despachado un asunto sin documentarse, argumentar, razonar, rebatir, defender... que es lo que, a pesar de manejar bibliografía, no hace aquí Morales Padrón.
En fin, el libro del profesor está muy bien escrito, y es interesante y recomendable, se lee bien... pero... no se puede despachar de un plumazo, en párrafo y medio, una cuestión tan crítica.
Por lo menos habría que considerar estos dos puntos.
1º.- En los Evangelios se habla siempre de una Resurrección física de Jesús. Y el episodio de Emaús no lo contradice.
2º.- Jesús ha muerto como un fracasado. Sus discípulos (salvo Juan) huyen, se esconden, reniegan... ¿Qué ha tenido que ocurrir para que vuelvan a su misión, para que incluso estén ahora dispuestos a arrostrar el martirio? Sólo la Resurrección puede explicarlo.
(Los judíos dieron otra interpretación: que los discípulos habían robado el cadáver para luego decir que había resucitado... Y otra, los musulmanes: que Cristo realmente no murió en la Cruz, sino que fue llevado por ángeles al Cielo).
Hubiera sido conveniente detenerse algo más en esta cuestiones en un libro que, por lo demás, resulta de muy agradable lectura.

sábado, 16 de agosto de 2008

Tópicos, fórmulas y mentiras


"Los años veinte y treinta significaron, entre otras cosas, la incorporación de las mujeres a la vida cultural e intelectual española, un proceso truncado, como tantos otros, por la Guerra Civil, y que luego, durante el franquismo, sufrió una tremenda inversión o retroceso." Así comienza la reseña de Luis García Jambrina en ABCD a la Poesía esencial de Ernestina de Champourcin, antologada y prologada por Jaime Siles (Fundación Banco Santander, 2008). Un tópico obligatorio, una fórmula manida, pero, sobre todo, una falsedad irritante.

¿No había mujeres en la vida cultural española antes de los años veinte y treinta del siglo XX? ¿Acaso nunca existieron María de Zayas, sor Juana Inés de la Cruz, Ana Caro, Rosa Gálvez, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado, Fernán Caballero, Emilia Pardo Bazán, Concha Espina... en fin, tantas y tantas como podrían citarse? (Que no vamos a hablar ahora de las segundonas, como Antonia Díaz, Mercedes de Velilla, Blanca de los Ríos o Isabel Cheix).

¿Un proceso truncado? ¿Una tremenda inversión o retroceso en el franquismo (sea eso lo que sea, que aún no lo sabemos bien)? Entonces, ¿cuándo escribieron Gloria Fuertes o Carmen Laforet, Eulalia Galvarriato, María Victoria Atencia o Pilar Paz Pasamar? ¿Y Elena Quiroga, Ana María Matute o Dolores Medio? ¿Y Carmen Martín Gaite o Mercedes Salisachs? ¿Y Paulina Crusat, María Moliner o Elena Soriano...?

Luego resulta que, según confiesa el propio García Jambrina, las únicas mujeres que Gerardo Diego recogió en su famosa antología eran Josefina de la Torre y Ernestina de Champourcin. O sea, que tampoco era para tanto eso de los años veinte y treinta... Por lo menos, en cuanto a la poesía.

Y otra perla de la reseña: que la llamada generación del 27 fue "la que trajo a España la modernidad". Vamos, que ni Juan Ramón Jiménez, ni Unamuno, ni Azorín...

Luis García Jambrina, habitualmente inteligente en sus reseñas, ha debido de escribir ésta en la playa, a la hora de la modorra, o con el piloto automático de las rutas más previsibles.

Por cierto, en el próximo número de Clarín saldrá mi propia reseña de la antología de la Champourcin. ¿Diré yo también alguna tontería? Todo el que tiene boca...

[En la fota de la izquierda, Ernestina con su marido, Juan José Domenchina]

lunes, 4 de agosto de 2008

La filosofía de Quimo

"Quimo era incapaz de rencor; estaba acostumbrado a renunciar; sabía que en amor lo que más vale es el deseo o la memoria, que la dicha, para serlo, ha de ser pasajera, que hay que sufrir sin resentimiento, que el tiempo lo allana todo."

Aquilino Duque, La linterna mágica (1ª ed.: Barcelona, Plaza&Janés, 1971)