LA FRASE

"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad."

Sir Arthur Conan Doyle
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miércoles, 22 de abril de 2015

EN EL DÍA CERVANTINO Y LIBRESCO POR EXCELENCIA

Reflexión del 23 de abril:

Hay días como hoy en que a uno le da por pensar que las "vacas sagradas" suelen tener más de lo primero que de lo segundo.

lunes, 16 de abril de 2012

A MANO O A MÁQUINA

Leo en las bases de un premio literario que "los autores deberán presentar xxx ejemplares separados, mecanografiados o por impresión informática..."

Pero, señores míos, sólo hay dos formas de escribir: a mano o a máquina. Y el ordenador (y su impresora) es una máquina. Así que lo de  "o por impresión informática" sale sobrando.

domingo, 31 de mayo de 2009

Plicas cerradas

En la rueda de prensa donde se da a conocer el ganador del premio de poesía que lleva su nombre, Manuel Alcántara, maestro venerable de columnistas, subraya que en este premio "la honradez es absoluta" y "las plicas se abren cuando se sabe cuál es el poema premiado".

De la honradez no dudamos, pero lo que nos extraña es el argumento: "las plicas se abren cuando se sabe cuál es el poema premiado". Como si hiciera falta abrir las plicas para saber la identidad del autor.

Tan ingenuo es el argumento, tan de principiante con acné, que casi nos llevaría a pensar en el adagio: "excusatio non petita..."

Pero hoy, Domingo de Pentecostés, no queremos permitirnos ni un mal pensamiento.

Además, el ganador de este año es Luis Alberto de Cuenca, razón más que suficiente como para no tener que justificar el galardón.

sábado, 16 de mayo de 2009

Cenando con Susana Fortes junto a la Giralda


Se la veía algo tensa, no demasiado, y controlando muy bien sus emociones, aunque apenas si probó de ningún plato. En la mesa, la charla seguía animada, aunque ella, y se comprende, participara poco. Juan Luis hablaba del futuro de la prensa digital y del presente de la prensa sevillana, de la que vaticina que pronto sólo quedarán dos diarios, se supone que uno será aquel en donde escribe. Juan nos hablaba de sonetos eróticos, y Victoria nos informaba de su nuevo Chesterton en Espuela de Plata, la pieza teatral sobre el Doctor Johnson. Que, al parecer, promete.

De pronto comenzaron a sonar las campanas de la Giralda sobre el patio del Real Alcázar. Era ya el final de la velada, y el jurado, con su portavoz Carlos Pujol ya sobre el escenario, estaba a punto de comunicar su veredicto.

Y sí, la ganadora era Susana Fortes, y su novela Esperando a Robert Capa la que se alzaba con el XIV Premio Fernando Lara de novela. Besamos y felicitamos a Susana, antes de que se dirigiera rápidamente hacia el escenario y hacia los focos.

En algún otro lugar, en alguna otra mesa, alguien acaso estaría pensando que las campanas de la Giralda, al menos esa noche, no estaba sonando para él.

Así son los premios literarios. Digo, así es la vida.

miércoles, 25 de abril de 2007

El poeta de los pobres

Conozco trabajos arriesgados, cómodos, duros, bien remunerados, mal remunerados, altamente cualificados o sin ninguna cualificación... Ahora, lo que no conozco es un trabajo alienante. ¿Alienante el trabajo?

*
Tolstoi era rico; Dostoyevski, pobre.

*
Y Balzac, ¿era rico o pobre? Los que conozcan bien la biografía de Balzac sabrán que es imposible responder a esta pregunta.

*
En cuanto a Cervantes.... bueno, eso dejémoselo a los cervantistas.

lunes, 22 de enero de 2007

Premios (bien) manipulados

Escribe José Luis García Martín en una de sus últimas reseñas en La Nueva España:
"bien sabido resulta que los premios sabiamente manipulados suelen acertar más que los que se dejan enteramente al albur de la casualidad y al distraído criterio de los jurados."
Y, en efecto, lleva el crítico ovetense más razón que un santo, porque así es como suele ocurrir. Los jurados, o no leen, o no se dan cuenta de lo que leen. Salvo excepciones.
No siempre la "manipulación" es negativa. Algún día escribiré un "Elogio del recomendado".
Pero, más allá de la hipótesis teórica, y a efectos de su verificación, repárese en que la mentada reseña trataba de sendos nuevos libros poéticos de Felipe Benítez Reyes y Benjamín Prado.
(Pero qué malo es este García Martín. Uy, pero qué malo...)

domingo, 3 de diciembre de 2006

... o Yamoneda

Un premio inane, ¿qué vale?

El vale.

¿Qué reparte Zapatero?

Dinero.

¿Y qué toma Gamoneda?

Moneda.

Vengan euros al poeta

de León más malo y huero

que en dándolo Zapatero

vale decir Ya-moneda.


(42.100 en concepto de Reina Sofía + 90. 430 en concepto del Cervantes = Total: 132.530 € = 22.051.136 ptas)

El asunto Gamoneda

Natalia Pastor me invita a dar mi opinión sobre la concesión sucesiva y acumulativa del Premio Reina Sofía y del Premio Cervantes al poeta leonés Antonio Gamoneda. No lo creo necesario, porque quien haya leído mi apunte Para una taxonomía de los premios literarios ya puede suponer la opinión que el asunto me merece.

Álvaro Valverde, en su blog, hace estas cuatro apostillas oportunísimas a la cuestión:

1. Se podría decir, en general: Andrés, José Luis, Vicente, Felipe, lo siento; Olvido, Miguel, Tomás, Jordi, enhorabuena.

2. Y el Cervantes, a sí mismo: templanza, maestro, que este premio es también de doña Dulce María Loynaz y don José García Nieto.

3. Y don Luis María: Lo que hizo Aznar con Jiménez Lozano lo hace ahora Zapatero con Gamoneda.

4. Y uno: ¿son acaso menos los dos escritores por eso?

En el punto tres habría que leer íntegro el artículo de don Luis María, que viene a proponer que la cosa se haga menos descarada o más sutil, a través de una comisión de académicos de ambas orillas del Atlántico.

Por lo demás, quizás lo más sensato en todo esto lo ha dicho el propio Gamoneda quien, después de enterarse oficialmente, declaró que “mi poesía no es hoy mejor que ayer”. Una sinceridad que le honra.

En fin, querida Natalia, que nada de esto tiene que ver con la literatura. Aunque el premio se lo den a un literato.

jueves, 29 de junio de 2006

Para una sociología de los premios literarios

Si este fuese un país como tendría que ser (vamos, como se imagina uno que tendría que ser), ya se habría escrito un libro titulado más o menos así, Sociología de los premios literarios. Con tantos libros como se publican, todavía quedan libros por escribir, libros que nadie escribe. Este que digo parece desde luego que no lo va a escribir nadie, porque ya han pasado de moda los enfoques sociológicos de la literatura, y Lukács, Goldmann, Escarpit y demás compañeros mártires ya no se llevan. Pero un libro así, si estuviera bien escrito y mejor concebido, nos revelaría muchas cosas sabrosas sobre la literatura, pero también sobre la antropología, sobre la psicología, sobre nosotros mismos.

De todos modos, aunque el libro no llegue, lo que sí llegan son algunos apuntes. José Luis García Martín insistía hace poco en su teoría cuántica de los premios literarios, según la cual, uno o dos sientan bien, pero más de tres resultan tóxicos o mortales de necesidad. "Los premios de poesía —escribe el crítico asturextremeño—suelen estar gafados: quien después de los cuarenta sigue concursando ya no juega en la misma división que Valente o Brines, sino en la de los muy respetables Ángel García López o Carlos Murciano". La frase encierra una verdad estadística, pero no una verdad de principio. Suele ser así, pero no necesariamente tiene que ser así. De hecho, la frase es casi tautológica: la mayoría de los poetas no alcanzan la cima de los Brines y los Valentes. Ya lo sabíamos. Incluso más: la mayoría de los poetas realmente existentes no alcanzan las cimas de Ángel García López o Carlos Murciano.

También Álvaro Valverde escribe sobre premios literarios, a raíz de su amarga experiencia como jurado de alguno de ellos, fallado recientemente en Almendralejo, villa natal de Espronceda. Incluso los premios “limpios”, y quizás preferentemente estos, los suelen ganar los cazapremios profesionales. Para estos señores, a los que Valverde califica de ludópatas, “el objetivo no es tanto publicar una nueva obra (en rigor no la hay: a determinado ritmo, la reiteración es inevitable), cuanto seguir ganando dinero a costa de esta curiosa lotería.”

Todos conocemos ejemplos de estos curiosos ciudadanos de la república de las letras. Yo he oído hablar de una señora jubilada que todos los años da la vuelta a España recogiendo premios y flores naturales por villas, villorríos y lugares. Ella no necesita del INSERSO para viajar. Y una vez me contaron lo que exclamó el presidente de un jurado al abrir la plica del que resultó galardonado: ¡Jo, otra vez Manuel Terrín Benavides!

Es verdad que a veces los jurados no tienen dónde elegir. Pero también es cierto que a veces, muchas veces, no aciertan porque sencillamente no saben leer.

Yo no creo que la calidad de un poeta se pueda medir por el hecho de que gane premios o deje de ganarlos. Ni de que escriba mucho o escriba poco. Balzac escribió muchísimo, y siempre para ganar dinero, pero esto no quiere decir nada, y ahí está su obra, irregular, sí, pero irregular como una cordillera.

Todo esto es muy complejo, y por eso haría falta que alguien se animase a escribir ese libro que falta.

Ahora bien, de lo que sí soy partidario es de que siga habiendo premios literarios. Porque, si no, ¿de qué íbamos a hablar? Como cuando nos encontramos al vecino del quinto en el ascensor y cambiamos impresiones sobre el tiempo. Un tema de conversación. Un bonito tema de conversación. Así que seguiremos, porque aún queda mucha tela que cortar. Por cierto, que hoy parece que está más fresco que ayer. —Sí, pero llover no llueve.

jueves, 8 de junio de 2006

Para una taxonomía de los premios literarios

Los premios “literarios” pueden clasificarse en tres grandes grupos o reinos: los premios políticos, los premios sociales y los premios económicos.

En el primer grupo, el de los políticos, se incluirían galardones como el Cervantes, el Reina Sofía, el Menéndez Pelayo, los premios nacionales del ministerio de cultura… , los de las generalidades, juntas, xuntas y demás taifas, o el recientemente fallado Luis de Góngora, que otorga la junta de Andalucía por el bonito importe de 30.000 euros. Este último le acaba de caer en gracia a Julia Uceda, en dura competencia con Julio Aumente, astro apagado de la constelación de Cántico: estaba claro que lo iba a ganar ella, porque además cumple con la cuota de género. Últimamente destaca mucho en este apartado el jerezano José Manuel Caballero Bonald, el infractor en la moqueta. Un claro excluido de este negociado, o negociete, es Aquilino Duque, castigado de cara a la pared por ser duque en un país en que hasta el Rey parece republicano.

Los que llamo premios sociales son aquellos que suelen otorgar cajas de ahorro, ayuntamientos y diputaciones, mayormente. Les llamo sociales porque cumplen una función social: saciar el hambre de notoriedad de tanto letraherido, propiciar el hobby de la escritura como terapia ocupacional para corazones irredentos, repartir limosnas a los pobres, es decir, a los poetas, fomentar vocaciones de futuras estrellas que se estrellen… o completar la paga de jubilación de los poetas ya amortizados. Además, a estas instituciones las relativamente baratas inversiones les sirven por razones de imagen y fiscalidad. Estos premios son numerosísimos, y es bastante difícil no ser agraciado con uno al menos una vez en la vida, a poco que uno lo pretenda y a veces hasta sin pretenderlo. En este grupo se incluiría también el premio Adonais, en el subgrupo de acción social juvenil.

Finalmente, los económicos serían los premios que atiende sólo, o principalmente, a razones de mercado libre: el paradigma sería el Premio Planeta, pero hay otros muchos. Como el Nadal. Estos premios se venden en grandes superficies y amontonados en pilas.

Conclusión: que premios literarios, lo que se dice literarios, no los hay en España.

Porque, después de todo, ¿qué es un premio literario? Quizá sólo un oxímoron.

(De un apunte para mi futuro ensayo Los libros no son para venderlos).

viernes, 12 de agosto de 2005

Premios literarios

Escribir sobre los premios es ya casi un género literario. La guerra de los planetas (Ediciones B, 2005), de Rafael Borrás, segundo tomo de sus memorias de editor, ¿qué es sino un libro en torno a unos premios muy particulares y polémicos?
Para una futura antología del género, ahí va el sagaz artículo de mi tocayo García-Máiquez titulado

EL PREMIO LITERARIO
Mario Quintana animaba a todo el mundo a escribir poemas porque hacerlo afina la sensibilidad, aumenta el autoconocimento y mejora el manejo del lenguaje. Sólo pedía que luego, por favor, no le leyerán a él los poemas. Yo pensaba que el comentario era un poco cínico, y me hacía mucha gracia. Sin embargo, este verano me ha tocado ser miembro del jurado de un premio de poesía y me he dado cuenta de que el asunto va en serio. Tener que leer tantos libros es un trabajo que -a medida que uno se mete en las obras de los anónimos concursantes- se va volviendo de alto riesgo. No puedo olvidar que comparto con esos escritores una misma vocación poética y me acuerdo de las veces que yo me presenté a concursos parecidos. El riesgo es, por tanto, de implicación sentimental. Escoger al ganador no será duro, la verdad, porque la mayoría de los originales son -hablando en plata- malos. Y ahí está el riesgo: los poemas fallidos se quedan en la superficie y sólo cuentan la vida del que los escribió. Un buen poema, aunque esté escrito en primera persona, consigue que el lector se reconozca a sí mismo en lo que lee y que acabe despreocupándose del autor. En los malos, sin embargo, uno termina cogiéndole cariño a quien, como un amigo extrovertido, inoportuno y un poco reiterativo, te está contando su intimidad. Y esto sí es duro: imagine que una persona amable le explica, a lo largo de ochenta folios, cómo una señora le ha roto el corazón, y que cuando acaba, usted, en vez de solidarizarse con él y pagarle una ronda, lo que hace es negarle un premio literario que, a lo mejor, le hubiese alegrado algo la existencia. Y que después se lo niega sucesivamente a padres modélicos, a chicas que luchan contra el machismo y a vecinos que ensalzan sus lugares de nacimiento. La cosa ha empezado a afectarme. Me quedan, no obstante, algunos consuelos. El primero, comprobar que, a pesar de los telediarios y de las páginas de sucesos, la gente tiene unos sentimientos excelentes: quiere a sus parejas, adora a los niños, se emociona ante la naturaleza y se pregunta por el más allá cuando contempla una noche estrellada. Incluso el que posa de maldito tiene en el fondo un corazón de oro. Mi optimismo ante la especie humana (exceptuando lo que hace relación a sus dotes literarias) ha aumentado. El segundo consuelo es que, como decía Plinio (¿el Joven o el Viejo?; no importa, a estas alturas los dos están calvos), no hay libro que no tenga algo bueno. Y lo cierto es que en todos te sorprende, de pronto, un relámpago impagable de belleza. También me gusta recordar la idea de Quintana. El premio se lo llevará el que demuestre más pericia literaria, pero incluso el que menos habrá ganado un mayor conocimiento propio y mucha intimidad con el idioma. En poesía, como en la vida, la recompensa no estriba en el aplauso de los demás, sino en la satisfacción de haber cumplido la propia vocación lo mejor que se pudo.

Enrique García-Máiquez, en Diario de Jerez de hoy viernes 12 de agosto.